1 - 7 Recibirse unos a otros
1 Así que, nosotros los que somos fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles y no agradarnos a nosotros mismos. 2 Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno para [su] edificación. 3 Pues ni aun Cristo se agradó a sí mismo; antes bien, como está escrito: LOS VITUPERIOS DE LOS QUE TE INJURIABAN CAYERON SOBRE MI. 4 Porque todo lo que fue escrito en tiempos pasados, para nuestra enseñanza se escribió, a fin de que por medio de la paciencia y del consuelo de las Escrituras tengamos esperanza. 5 Y que el Dios de la paciencia y del consuelo os conceda tener el mismo sentir los unos para con los otros conforme a Cristo Jesús, 6 para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. 7 Por tanto, aceptaos los unos a los otros, como también Cristo nos aceptó para gloria de Dios.
V1. En esta porción el apóstol resume lo dicho en el capítulo anterior. En el versículo 1 puedes ver que el apóstol se cuenta a sí mismo entre los fuertes. Allí habla de “nosotros”, entre quienes se incluye él mismo. Eso no es altivez, sino que él es consciente de lo que ha llegado a ser en el Señor Jesús. Los fuertes son cristianos que saben que, por la obra del Señor Jesús, han sido libertados del todo de cualquier ley y cualquier esclavitud.
V2. Pero como ya dijo antes, esa libertad no debe convertirse en un motivo para que el hermano débil, que no es fuerte, se entristezca. No debes tratar de imponerle tu propia convicción (aunque sea correcta). Por el contrario, debes soportar su debilidad. De nuevo encuentras esa actitud de pensar en el otro, en lo que es útil para él. Eso contrasta con agradarse a sí mismo. No debes hacer lo que te parezca más agradable o lo que más te convenga a ti mismo. En Filipenses 2 lees algo similar: “No buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás” (Fil 2:4).
V3. Y luego en Filipenses 2 encuentras el ejemplo que el Señor Jesús ha dado de ello (Fil 2:5-8). Siempre que Dios pide algo de nosotros, coloca al Señor Jesús como modelo. Mira, por ejemplo, en Colosenses 3. Allí lees sobre perdonarnos unos a otros. El ejemplo es el Señor Jesús: “Como Cristo os perdonó, así también [hacedlo] vosotros” (Col 3:13b). Ves muy claro al Señor Jesús como ejemplo en Primera de Pedro 2 (1Ped 2:21-23). Allí hay un mensaje para los criados (1Ped 2:18-20). Traduciéndolo a nuestro tiempo, para los empleados. Pueden aprender del Señor Jesús la manera en la cual deben comportarse. Así pues, cada vez que se pide algo de nosotros, debemos mirar al Señor Jesús. Si Dios nos pide algo, siempre podemos aprender del Señor Jesús cómo hacerlo.
Lo mismo encuentras aquí en versículo 3: “Porque ni aun Cristo se agradó a sí mismo”. En toda su vida Cristo no perdió de vista la gloria de Dios. Vivía para la gloria de Dios y no para sí mismo. Su comunión con Dios era tan perfecta, que cuando Dios recibía burlas o insultos, Cristo sentía como si fueran dirigidas a Él. El ejemplo que ha dado el Señor Jesús te da la fuerza para hacer lo que Dios pide, también en este aspecto de soportar las debilidades de los demás y agradar el prójimo para bien.
V4. Además, todo el Antiguo Testamento está lleno de ejemplos. En tu exploración por la Biblia descubrirás que cada cosa escrita en ella te enseña algo. Con ese fin Dios la hizo escribir. No se trata de acontecimientos casuales. En Primera a los Corintios 10 dice que las cosas que les acontecieron a los israelitas ¡sucedieron como ejemplo para ti (1Cor 10:6,11)! Por eso debes leer las Escrituras. Así aprenderás cómo obra la paciencia y encontrarás consuelo. Necesitas paciencia en este mundo donde la oposición y la incomprensión pueden amargarte la vida. ¡Sigue adelante! Ese es el llamado que te hacen las Escrituras. También necesitas consolación en esta vida donde hay tantas cosas que pueden entristecerte. En las Escrituras puedes leer cómo los creyentes encontraron ese consuelo en Dios.
Si has encontrado paciencia y consolación en las Escrituras, el resultado es que tienes esperanza. La esperanza te enfoca hacia el futuro. Viene un momento en el cual ya no se necesitarán la paciencia ni la consolación. Habrá llegado lo perfecto y ya no habrá diferencias como fuerte y débil.
V5. Ahora todavía existen esas diferencias. Aún se necesitan la paciencia y la consolación. Las puedes encontrar en “el Dios de la paciencia y del consuelo”. ¡Ese Dios es tu Dios! Si te centras en Él, estarás contribuyendo a que los creyentes permanezcan unidos y en armonía. Las diferencias ya no te alejarán del otro.
Cómo perseverar con paciencia y encontrar consuelo, puedes verlo en... sí, en el Señor Jesús. Él no se dejó detener por nada en su camino sobre la tierra. Siguió con perseverancia, por grande que fuera la resistencia. ¿Y quién ha encontrado tanta oposición como Él? No tuvo consolación en este mundo, ni siquiera de parte de sus discípulos. Encontró consuelo en la certeza de que su Padre siempre estaba con Él.
V6. Si el Señor Jesús es nuestro ejemplo entonces glorificaremos a Dios unánimes, a una voz. Ese es el anhelo de Dios. Si no hacemos más que discutir sobre una cantidad de cosas en las cuales deberíamos soportarnos, entonces Dios no recibe la gloria que le corresponde. Cuando aprendemos a soportarnos unos a otros, eso dará mayor razón para glorificar a Dios.
V7. Para recibirnos de verdad, debemos pensar en cómo lo hizo Cristo. Nos recibió tal como somos. Él sabía muy bien cómo nos íbamos a comportar. Sin embargo nos recibió. Él quitó para siempre nuestros pecados cuando se entregó a sí mismo por nosotros en la muerte. Pero seguimos teniendo nuestras particularidades. Para el Señor Jesús, eso no fue razón para rechazarnos. Nos recibió a pesar de nuestras particularidades, que muchas veces volverían a salir a flote en nosotros. Según ese ejemplo también debemos recibirnos unos a otros.
Lee de nuevo Romanos 15:1-7.
Para reflexionar: ¿Entre quiénes te cuentas, entre los fuertes o entre los débiles? ¿Por qué?
8 - 13 El evangelio para judíos y gentiles
8 Pues [os] digo que Cristo se hizo servidor de la circuncisión para demostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas [dadas] a los padres, 9 y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia; como está escrito: POR TANTO, TE CONFESARÉ ENTRE LOS GENTILES, Y A TU NOMBRE CANTARÉ. 10 Y vuelve a decir: REGOCIJAOS, GENTILES, CON SU PUEBLO. 11 Y de nuevo: ALABAD AL SEÑOR TODOS LOS GENTILES, Y ALÁBENLE TODOS LOS PUEBLOS. 12 Y a su vez, Isaías dice: RETOÑARÁ LA RAÍZ DE ISAÍ, EL QUE SE LEVANTA A REGIR A LOS GENTILES; LOS GENTILES PONDRÁN EN ÉL SU ESPERANZA. 13 Y el Dios de la esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo.
V8. ¡El Señor Jesús vino a ser un siervo! Reflexiona bien sobre ese hecho. Él, el eterno Hijo de Dios, tomó la forma de un esclavo. Él vino para servir, no para ser servido. Aquí dice que se hizo siervo de la circuncisión. Eso significa que vino para el pueblo judío, porque ese pueblo recibió la circuncisión como señal del pacto que Dios había establecido con ellos. Él vivió como judío entre ese pueblo.
El objetivo de su venida era, entre otros, confirmar las promesas hechas a los padres (como Abraham). Dios había expresado esas promesas. Eran tan firmes como la verdad de Dios, porque si Dios ha dicho algo, también lo cumple. Y el Señor Jesús vino para confirmar esas promesas.
V9. Pero el Señor Jesús también fue hecho siervo de la circuncisión para que los gentiles glorificaran a Dios por su misericordia. Aquí Pablo aclara que la venida del Señor Jesús no sólo implicó bendición para Israel, sino también para los gentiles. Esto está expresado de manera muy hermosa en Isaías 49. Allí escuchas a Dios diciéndole al Señor Jesús: “Poca cosa es que tú seas mi siervo, para levantar las tribus de Jacob y para restaurar a los que quedaron de Israel; también te haré luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra” (Isa 49:6).
En la primera parte de esta cita lees que Dios tenía en su corazón el propósito de que el Señor Jesús restaurara a Israel. Pero eso no era todo. Para Dios, la obra del Señor Jesús era tan grande que no quiso limitar sus consecuencias a Israel. Quiso que todos los pueblos compartieran la misericordia que vendría a los hombres a través del Señor Jesús. El resultado sería que Dios fuera glorificado y engrandecido.
Lo maravilloso es que Dios ya había hablado en el Antiguo Testamento sobre esta misericordia para los gentiles. Esa misericordia no era una cosa nueva, que apenas fue manifestada en el Nuevo Testamento. Observa que aquí no se trata de la iglesia. Ella sí constituía un misterio en el Antiguo Testamento. Aquí se trata de que en el Antiguo Testamento el corazón de Dios también se extendía a las naciones fuera de Israel. Es cierto que tenían otro lugar. Israel era y sigue siendo el pueblo escogido por Dios y ocupa un lugar especial en la historia de la salvación. Pero Dios no desechó a los demás pueblos.
Para corroborar esto, se citan cuatro lugares del Antiguo Testamento. De hecho, estas cuatro referencias representan todo el Antiguo Testamento. Porque están en la ley (Deut 32:43), en los Salmos (Sal 18:49; 117:1) y en los profetas (Isa 11:10). En Lucas 24 el Señor Jesús menciona estas tres partes como un resumen del Antiguo Testamento (Luc 24:44b).
La primera cita, al final del versículo 9, es del Salmo 18 (Sal 18:49). Es una referencia general, digamos un título sobre las demás. Allí se cuenta cómo Dios libra al residuo de la mano del enemigo. Para ellos esta liberación es un motivo para confesar el nombre de Dios entre los pueblos.
V10. El resultado es que en la segunda referencia (versículo 10) se hace un llamado a las naciones para que se alegren con el pueblo de Dios. Están invitadas a compartir el gozo de la liberación.
V11. En la tercera referencia, versículo 11, se invita a “todos los gentiles” y a “todos los pueblos” a alabar y engrandecer ellos mismos al Señor. El gozo ya no se limita al pueblo de Israel, sino que todos los pueblos de la tierra pueden compartir esa alegría.
V12. En el versículo 12 (la cuarta referencia) se indica el motivo del gozo. Allí se menciona la raíz de Isaí. Esto habla con claridad sobre el Señor Jesús. Compruébalo en Apocalipsis 22 (Apoc 22:16). Él se levantará para reinar sobre los gentiles. Bajo su gobierno empezará una época de gozo y alegría, situación que todos los pueblos buscan con afán pero apoyados en sus propias fuerzas. Vendrá un momento en el cual los pueblos esperarán en Él. Ese tiempo aún no ha llegado.
V13. Pero tú conoces al Dios de la esperanza. Él está en condiciones de llenarte de todo gozo y paz en el creer. Ahora todavía debemos creer. Creer significa confiar Dios, quien cumplirá todo lo que ha prometido aun si todo lo que hay a tu alrededor parece contradecirlo. Si estás lleno de esa confianza, abundarás en la esperanza. Tendrás gozo y le alabarás en medio de un mundo donde se niega cada vez más a Dios y a su Cristo.
No es necesario que tú mismo te des ánimo para ello. Eso hacen las personas sin Dios. Ellos hablan en términos de «no te quedes ahí» y de «no te desanimes». Tales estímulos pueden ayudar un poco, pero no dan fuerza verdadera ni duradera. Esa fuerza no la tiene el hombre en sí mismo. Tu fuerza es el Espíritu Santo. Él ha venido para dirigir tu corazón hacia el Señor Jesús. Tu esperanza será estable y abundante tan pronto el Señor Jesús sea el objeto de esa esperanza.
Lee de nuevo Romanos 15:8-13.
Para reflexionar: ¿Cómo puedes tú recibir “todo gozo y paz en el creer”?
14 - 21 El ministerio de Pablo
14 En cuanto a vosotros, hermanos míos, yo mismo estoy también convencido de que vosotros estáis llenos de bondad, llenos de todo conocimiento y capaces también de amonestaros los unos a los otros. 15 Pero os he escrito con atrevimiento sobre algunas cosas, para así hacer que [las] recordéis otra vez, por la gracia que me fue dada por Dios, 16 para ser ministro de Cristo Jesús a los gentiles, ministrando a manera de sacerdote el evangelio de Dios, a fin de que la ofrenda [que hago] de los gentiles sea aceptable, santificada por el Espíritu Santo. 17 Por tanto, en Cristo Jesús he hallado razón para gloriarme en las cosas que se refieren a Dios. 18 Porque no me atreveré a hablar de nada sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia de los gentiles, en palabra y en obra, 19 con el poder de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios; de manera que desde Jerusalén y por los alrededores hasta el Ilírico he predicado en toda su plenitud el evangelio de Cristo. 20 De esta manera me esforcé en anunciar el evangelio, no donde Cristo [ya] era conocido, para no edificar sobre el fundamento de otro; 21 sino como está escrito: AQUELLOS A QUIENES NUNCA LES FUE ANUNCIADO ACERCA DE ÉL, VERÁN, Y LOS QUE NO HAN OÍDO, ENTENDERÁN.
V14. Aunque Pablo nunca se había encontrado con los creyentes de Roma, estaba convencido de que estaban llenos de bondad. Podía asegurarlo porque había escuchado lo suficiente acerca de ellos. También sabía que estaban llenos de todo conocimiento. La bondad y el conocimiento los capacitaban para amonestarse unos a otros. Bondad y conocimiento son cosas que no debes guardar para ti mismo. Con ellas puedes servir a otros. Quizá no hayas pensado que la amonestación es un servicio. Amonestar significa encauzar a una persona que de alguna manera va por mal camino. Si nos fijamos los unos en los otros de esta manera, demostramos bondad y conocimiento.
V15. Pablo casi pide disculpas por haberles escrito esto. Pero les quería recordar cosas que quizás estaban olvidando. Eso es algo que tú también necesitas cada vez de nuevo. Si alguien te recalca un asunto muchas veces, entonces no lo olvidarás sino que, cada vez, lo recordarás mejor. Estarás más confirmado, como lo expresa Pedro cuando, poco antes de morir, recuerda la verdad de Dios a los creyentes (2Ped 1:12-15; 3:1).
V16-17. Pablo tenía un vínculo especial con los gentiles y, por lo tanto, con los creyentes en Roma porque ellos eran gentiles. Aquí él se llama a sí mismo un ministro y presenta a los gentiles como una ofrenda. Es una idea un poco extraña pero a la vez hermosa. Porque al mirar el ministerio del evangelio en esta perspectiva, la predicación se vuelve un servicio maravilloso. Cuando por la predicación del evangelio alguien llega al arrepentimiento y a la fe, el predicador puede presentar a esa persona como una ofrenda a Dios.
El Espíritu Santo es quien obra el arrepentimiento y la fe en una persona. Él también santifica a esa persona, es decir, la suelta del mundo y hace que pertenezca a Dios. Eso se hizo posible porque Cristo Jesús murió y resucitó. Él hizo todo lo que un ser humano necesitaba para ser salvado. Por eso en las cosas que se refieren a Dios, sólo hay gloria en Él.
V18. Toda la vida de Pablo estaba enfocada a hacer lo que Cristo quería. En su conversión, de inmediato dijo: “¿Qué debo hacer, Señor?” (Hch 22:10a). Y eso lo tuvo en cuenta en todo lo que hablaba. Es un ejemplo importante para nosotros. Si Cristo no actuaba en él, Pablo no se atrevía a hablar. Todo lo sometía al objetivo de su vida, el cual tenía bien claro: Traer a los gentiles a la obediencia.
V19. Todo lo que decía, todo lo que hacía y todo lo que había recibido en dones, estaba dirigido a eso. No tenía en sí mismo la fuerza para ello. Era consciente de que sólo podía hacerlo en el poder del Espíritu Santo. En cualquier lugar adonde llegaba predicaba el evangelio.
V20. En ese trabajo tenía en cuenta lo que se le había confiado a otros. Cuando descubría que alguien se ocupaba de predicar el evangelio en cierta región, él se iba a otro sitio. Para él, la predicación era más importante que el predicador. Deseaba estar en lugares donde aún no se hubiera predicado el evangelio. De la misma manera, el Señor te ha dado un espacio pequeño en este mundo para que allí testifiques de Él. Ese lugar puede volverse cada vez más grande. Pero cuídate de no entrar en el terreno que el Señor ha dado a otro. Eso no trae sino problemas. Todos juntos podemos servir al Señor en el evangelio, pero cada uno tiene su propia tarea y su propio lugar.
Pablo sufrió muchas molestias de parte de personas que lo denigraban. Decían cosas sobre él que no eran ciertas. Cuando Pablo había estado en algún lugar, otros llegaban a decir que él sólo buscaba sus propios intereses. Pablo mismo no quería actuar de esa manera. Por el contrario, quería tener presente lo que el Señor había dado a otros. Cuando veía cómo el Señor utilizaba a otros, no sentía envidia sino alegría. Y se iba a otro lugar.
V21. Para sustentar esta posición en la predicación del evangelio, Pablo se basaba en el texto de Isaías 52 (Isa 52:15). Para él, era una señal clara para ir a lugares en donde Cristo aún no había sido anunciado.
Si deseas hacer algo para el Señor (ese es el anhelo de todo el que le ama, ¿verdad?), aquí tienes una indicación importante: Déjate dirigir por la palabra de Dios. Si te alimentas cada día de la palabra de Dios, recibirás la respuesta a tus preguntas. Estoy seguro de que tienes preguntas sobre muchas cosas. Las respuestas no son fáciles de encontrar. Tendrás que orar mientras lees. Pablo en su situación no recibía un papelito con los nombres de los lugares donde debía ir o no ir.
Así sucede con muchas preguntas en nuestra vida. Hay preguntas como éstas: ¿A quién ha destinado el Señor como esposo o esposa para mí? ¿Cuál estudio debo adelantar? ¿Cuál trabajo debo escoger? En la Biblia no encuentras una respuesta textual para estas preguntas. Pero allí sí encuentras indicaciones sobre hombres y mujeres que temen a Dios. En tu elección puedes fijarte en eso. En la elección de un estudio o trabajo puedes dejarte guiar por la pregunta: ¿En esto puedo servir al Señor o tendré que hacer cosas que van contra la voluntad de Dios? Cree con firmeza lo que Dios ha dicho. Quien cree o confía en Él no será avergonzado.
Lee de nuevo Romanos 15:14-21.
Para reflexionar: ¿Cuáles son tus preguntas? ¿Dónde buscas las respuestas?
22 - 33 Los planes de Pablo
22 Por esta razón muchas veces me he visto impedido de ir a vosotros, 23 pero ahora, no quedando ya más lugares para mí en estas regiones, y puesto que por muchos años he tenido un gran deseo de ir a vosotros, 24 cuando vaya a España [iré a vosotros]. Porque espero veros al pasar y que me ayudéis a continuar hacia allá, después de que haya disfrutado un poco de vuestra compañía. 25 Pero ahora voy a Jerusalén para el servicio de los santos, 26 pues Macedonia y Acaya han tenido a bien hacer una colecta para los pobres de entre los santos [que están] en Jerusalén. 27 Sí, tuvieron a bien [hacerlo], y [a la verdad que] están en deuda con ellos. Porque si los gentiles han participado de sus bienes espirituales, también están obligados a servir a los santos en los bienes materiales. 28 Así que cuando haya cumplido esto y les haya entregado esta ofrenda, iré a España [llegando] de paso a [ver]os. 29 Y sé que cuando vaya a vosotros, iré en la plenitud de la bendición de Cristo. 30 Os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que os esforcéis juntamente conmigo en vuestras oraciones a Dios por mí, 31 para que sea librado de los que son desobedientes en Judea, y [que] mi servicio a Jerusalén sea aceptable a los santos, 32 y para que con gozo llegue a vosotros por la voluntad de Dios, y encuentre [confortante] reposo con vosotros. 33 El Dios de paz sea con todos vosotros. Amén.
V22-24. Pablo repite a los creyentes en Roma con cuánto gusto quisiera ir a visitarlos. Ya les había dicho esto al comienzo de la carta, en el capítulo 1 (Rom 1:11). Pero ahora les dice que irá a ellos cuando viaje a España. De paso para allá los verá. Esperaba que le darían lo que necesitaba para seguir viajando. Así cuenta con el amor de ellos. Seguiría su viaje después de haber gozado con ellos.
Sí, es posible disfrutar de los hermanos y hermanas. Es seguro que ya has tenido la experiencia de disfrutar de personas que te aprecian, que se interesan por ti de forma sincera. Cuando no conocías al Señor Jesús, había personas que te mostraban aprecio. Pero muchas veces no era más que apariencia. Sólo se interesaban por ti mientras pudieran sacar algún provecho de ti. Ahora que conoces al Señor Jesús fuiste recibido en una congregación diferente. Estas personas también aman al Señor Jesús y se aman unos a otros. Quien entra en esta congregación comparte ese amor.
Es seguro que los creyentes también te desilusionarán alguna vez. En sí mismos son seres humanos débiles e imperfectos. Pero si el gran apóstol Pablo, quien también sabía que en Roma no todo era perfecto, podía gozarse con los creyentes allí, ¿nosotros no podremos hacerlo también unos con otros?
V25-26. Antes de que Pablo pudiera ir a Roma, tenía que hacer otra cosa. Llevaba consigo dinero. Era el producto de una colecta realizada por los creyentes en Macedonia y Acaya. Ese dinero estaba destinado para los creyentes pobres en Jerusalén.
V27. Era una ofrenda voluntaria, pues dice que “tuvieron a bien”. Sin embargo, había cierta obligación. Porque las naciones habían recibido parte de los bienes espirituales que, en primer lugar, estaban destinados al pueblo terrenal de Dios. Como Israel había desechado al Señor Jesús, el evangelio había salido a los gentiles para que ellos también pudieran recibir bendición espiritual. Entonces podía esperarse de los gentiles que hicieran algo a cambio, ahora que los santos en Jerusalén sufrían necesidad. Era una deuda que podían cancelar de esta forma.
Eso también se aplica a nosotros. Si tú recibes bendición espiritual a través de un hermano o una hermana, puedes servirle con tus dones materiales (Gál 6:6). Puedes echar algo en la bolsa de la ofrenda durante la reunión. También puedes entregarlo de manera personal.
Pablo tomaba este servicio muy en serio. Es cierto que su preocupación principal era el bienestar espiritual de los creyentes, pero este encargo para su bienestar material no era menos importante para él.
V28. Cuando hubiera concluido esa tarea, Pablo pasaría por Roma en su camino hacia España. Por lo menos, eso pensaba él. Sí estuvo en Roma, pero no como lo esperaba; no de paso, sino como prisionero. Así ves que también para este hombre de Dios las cosas podían salir de una manera distinta de la que imaginaba. Eso no fue una desilusión para él. Sabía que Dios dirigía su vida. En tu vida las cosas también pueden salir de una manera distinta de la que piensas.
V29. También en tu caso, Dios sabe lo que es mejor. Si piensas en eso, permanecerás libre de desilusiones. Pablo sí estaba seguro de que, cuando fuera a ellos, llegaría con abundancia de la bendición de Cristo. Y esa abundancia de bendición en verdad llegó. Desde la cárcel de Roma escribió cartas en las cuales habla sobre las mayores bendiciones de la iglesia. Esas cartas las tenemos en la Biblia. Puedes leer sobre esa “la plenitud de la bendición” en las cartas dirigidas a los creyentes en Efeso, Colosas y Filipos. Ellas te dan una visión verdadera de la abundancia de la bendición de Cristo.
V30-31. Quizá Pablo presintió algo de lo que le esperaba. Hizo un llamado urgente para que los creyentes en Roma oraran por él. Así le estarían ayudando. La oración auténtica es una lucha. Esta lucha no se realiza con las manos ni con los pies. Es una lucha espiritual. Debemos pelear para que el trabajo de los siervos de Dios no sea estorbado por enemigos, sino que la obra del Señor pueda continuar para bendición de los creyentes.
V32-33. Así podemos colaborar para que los siervos hagan la voluntad de Dios con alegría y ministren a los creyentes. Además, eso les animará a ellos mismos. Los siervos del Señor no son máquinas sin sentimientos. Ellos necesitan poder hacer su trabajo con alegría y ser confortados por otros creyentes. El Dios de paz está listo para darte paz interna y para ayudarte en la lucha que debes librar en distintos terrenos.
Lee de nuevo Romanos 15:22-33.
Para reflexionar: ¿Hay alguien a quien quisieras dar algo? Hazlo pensando en Mateo 6:1-4.