1 - 5 El amor de Pablo por Israel
1 Digo la verdad en Cristo, no miento, dándome testimonio mi conciencia en el Espíritu Santo, 2 de que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. 3 Porque desearía yo mismo ser anatema, [separado] de Cristo por amor a mis hermanos, mis parientes según la carne, 4 que son israelitas, a quienes pertenece la adopción como hijos, y la gloria, los pactos, la promulgación de la ley, el culto y las promesas, 5 de quienes son los patriarcas, y de quienes, según la carne, procede el Cristo, el cual está sobre todas las cosas, Dios bendito por los siglos. Amén.
Con el capítulo 9 de esta carta se inicia un tema nuevo. Este tema es el pueblo de Israel. Dios hizo todo tipo de promesas a Israel. Después de lo que has descubierto en esta carta, parece que éstas ya no pueden realizarse. Has visto que para Dios no hay ninguna distinción entre judíos y gentiles. Todos son igual de culpables ante Dios y sólo pueden ser salvos y justificados por la fe en Cristo. Pero ahora surge la pregunta: ¿Y entonces qué sucede con esas promesas que Dios hizo a Israel? ¿Resultará algo de ellas? ¿Israel aún tiene un lugar especial en los pensamientos de Dios?
Quizá todavía no sabes mucho sobre las profecías y predicciones hechas en el Antiguo Testamento sobre Israel. En ese caso los capítulos 9, 10 y 11 de esta carta te brindan una oportunidad excelente para orientarte un poco, porque en ellos el apóstol expone el pasado, el presente y el futuro de Israel. En el capítulo 9, el pasado; en el 10, el presente; en el 11, el futuro. Si prestas un poco de atención a los acontecimientos actuales en Israel y sus alrededores, observarás que estos capítulos adquieren sentido en el tiempo presente. Es como si vieras transcurrir ante tus propios ojos el contenido de estos capítulos. Miremos más de cerca los primeros cinco versículos.
V1. Lo que llama la atención de una vez, es el amor que Pablo tiene hacia su pueblo. Es injusto lo que algunas personas sostienen, cuando dicen que Pablo ya había terminado con su pueblo. Por el contrario, su anhelo profundo era que ellos llegaran a tener parte de la justicia que es de Dios. Si te concentras en las expresiones enfáticas del versículo 1, sientes que Pablo no quiere que exista ningún malentendido sobre su actitud hacia Israel.
V2. En el versículo 2 alcanzas a entrever los sentimientos de su corazón. No es una exageración. Con estas palabras expresa su emoción, porque amaba con fervor a este pueblo que seguía rechazando a Cristo.
V3. En el versículo 3 lees que Pablo incluso había deseado él mismo ser hecho anatema o maldición, con tal que ellos fueran salvos. Esa es una pequeña muestra del amor de Dios que Pablo tenía en su corazón por este pueblo. Moisés una vez también dijo algo similar por amor a su pueblo (Éxo 32:32). Pero tanto Pablo como Moisés eran hombres pecadores y por eso para Dios era imposible atender esa petición. Lo que sí podemos aprender de estos hombres de Dios, es que su amor ardiente por el pueblo de Dios no sólo consistía en palabras huecas. Estaban dispuestos a sacrificarse a sí mismos. Pablo estaba vinculado con este pueblo por lazos naturales. Según la carne (es decir, de manera corporal) eran sus hermanos.
V4-5. Los llama israelitas, de acuerdo con el nombre que Dios había dado a Jacob (Gén 32:28. Luego enumera ocho privilegios que Dios otorgó a este pueblo.
1. La adopción. Dios había aceptado a este pueblo como hijo. Un buen hijo se parece a su padre. Dios anhelaba que este pueblo se pareciera a Él. Eso habría sido un gozo para su corazón.
2. La gloria. La gloria de Dios habitaba con su pueblo en la columna de nube. Con ella los protegía y con ella los dirigía por el desierto.
3. Los pactos. Mencionaré dos. En el pacto de Dios con Abraham, Él se comprometía (podemos decir: Se obligaba) a bendecirlo. Era un pacto que no tenía obligaciones de parte de Abraham. Puedes leer al respecto en Génesis 15 (Gén 15:7-21). Otro pacto fue establecido por Dios con el pueblo de Israel junto al monte Sinaí. Era un pacto en el cual el pueblo se comprometía a cumplir ciertas condiciones. Si lo hacían, recibirían la bendición de Dios. Sobre esto puedes leer en Deuteronomio 28 (Deut 28:1-14).
4. La promulgación de la ley. Dios había dado leyes justas al pueblo para que la vida de ellos fuera lo más fácil posible.
5. El culto. Dios les había prescrito todo un servicio de alabanza para mostrarles cuáles ofrendas quería recibir de ellos, y también en qué ocasión las podían presentar.
6. Las promesas. Dios había hecho promesas a Abraham, Isaac y Jacob respecto a ciertas bendiciones que les daría.
7. Los patriarcas. En primer lugar se trata de Abraham, Isaac y Jacob, a quienes Dios mismo se reveló en persona, de manera muy especial. También puedes pensar en grandes hombres como Moisés, David y otros.
8. El Cristo. Este es el máximo absoluto de los beneficios enumerados. El Señor Jesús nació de este pueblo. Pero para cuidar la gloria del Señor, Pablo añade: “El cual es Dios sobre todas las cosas”. Este es un testimonio importante de la humanidad y la divinidad del Señor Jesús. Estas dos características están presentes y unidas en su persona de una manera plena y perfecta. A fin de cuentas, todo gira siempre en torno a Él. Él es bendito por los siglos. Amén.
Lee de nuevo Romanos 9:1-5.
Para reflexionar: ¿En tu vida también hay alguien por cuya salvación darías todo? ¡Ora de manera especial por esa persona!
6 - 13 Dios eligió a Israel
6 Pero no [es] que la palabra de Dios haya fallado. Porque no todos los [descendientes] de Israel son Israel; 7 ni son todos hijos por ser descendientes de Abraham, sino que POR ISAAC SERÁ LLAMADA TU DESCENDENCIA. 8 Esto es, no son los hijos de la carne los que son hijos de Dios, sino que los hijos de la promesa son considerados como descendientes. 9 Porque esta es una palabra de promesa: POR ESTE TIEMPO VOLVERÉ, Y SARA TENDRÁ UN HIJO. 10 Y no solo [esto], sino que también Rebeca, cuando concibió [mellizos] de uno, nuestro padre Isaac 11 (porque cuando aún [los mellizos] no habían nacido, y no habían hecho nada, ni bueno ni malo, para que el propósito de Dios conforme a [su] elección permaneciera, no por las obras, sino por aquel que llama), 12 se le dijo a ella: EL MAYOR SERVIRÁ AL MENOR. 13 Tal como está escrito: A JACOB AMÉ, PERO A ESAÚ ABORRECÍ.
V6. Dios quería bendecir a su pueblo Israel. Esto sólo podía hacerlo si el pueblo recibía al Señor Jesús. Porque Dios no da bendición alguna fuera del Señor Jesús. Cuando Dios bendice, siempre lo hace en relación con Él. El pueblo de Dios desechó al Señor Jesús y Dios colocó la bendición al alcance de los gentiles. Ahora ya no hay distinción entre judíos y gentiles. ¿Con eso se anuló la palabra que Dios había expresado sobre su pueblo Israel? ¿Ya no se cumplirá? ¡No, dice Pablo, la palabra de Dios no ha fallado! Dios cumplirá lo que ha dicho.
¿Pero crees que Dios dará sus bendiciones a un pueblo que le ha vuelto la espalda? Eso es lo que Pablo quiere decir con la segunda parte del versículo 6. Alguien puede decir que es israelita porque pertenece a ese pueblo por nacimiento (así como alguien nacido de padres ecuatorianos puede decir que es ecuatoriano), pero eso no es suficiente. Falta otra cosa. También debe ser un asunto del corazón. Para la mayoría de los israelitas, el hecho de pertenecer a ese pueblo se reducía a algo externo, a una apariencia, a un nombre. Pablo dice que tal persona no es un verdadero israelita, aunque descienda de Israel.
V7-9. En el versículo 7 dice lo mismo en relación con el patriarca Abraham. No todos los descendientes de Abraham pueden decir que son hijos de Abraham. Si así fuera, también habría que considerar a Ismael como tal y debería tener parte en la bendición. Pero Dios había decidido que la bendición pasaría por Isaac. Ismael es el hijo según la carne. Abraham engendró este hijo de Agar, la esclava de su esposa Sara. En esa ocasión no confió en Dios, quien le había prometido un hijo que nacería de Sara. En el momento indicado por Dios, Sara tuvo el hijo de la promesa, Isaac. Así pues, tratándose de la bendición que Dios quiere dar, debe existir un vínculo con Abraham a través de Isaac, porque “los que son hijos según la promesa son contados como descendientes”.
V10-12. Sin embargo, sigue un ejemplo aun más claro de la elección de Dios. En el caso de Abraham se trataba del hijo de una esclava. Pero el caso de Isaac es distinto. Porque Isaac tuvo dos hijos de la misma mujer, de su esposa Rebeca. Cuando éstos (Jacob y Esaú) aún estaban en el seno materno, Dios ya había establecido cuál sería la relación entre ellos: “El mayor servirá al menor”.
En ese momento aún no se sabía nada acerca de cómo se iba a comportar el uno respecto al otro. Cuando Dios expresó este propósito, todavía no habían hecho nada bueno o malo. Así que Dios había dispuesto la elección de Jacob, el menor, aparte de sus acciones y su comportamiento. Había escogido a Jacob para que recibiera la bendición. Jacob tenía prioridad sobre Esaú. Dios ya lo había decidido antes del nacimiento de estos dos niños.
V13. Con eso no se ha dicho nada en perjuicio de Esaú. Eso debes entenderlo muy bien. Porque sin duda te encontrarás con personas que quieren hacerte creer que Dios también ha predestinado a algunos para la perdición eterna. En lo que sigue de este capítulo seguro descubrirás que no hay nada que permita pensar en ello. Esas personas aportan como prueba el versículo 13 de nuestro capítulo. Arguyen que allí dice: “A Jacob amé, pero a Esaú aborrecí”.
Cierto, eso dice. Pero antes de esto dice otra cosa: “Como está escrito”. ¿Y dónde está escrito? Está al final del Antiguo Testamento, en el libro de Malaquías (Mal 1:2b), después de una larga historia en la cual los descendientes de Jacob y de Esaú pudieron mostrar lo que había en ellos.
En el transcurso del tiempo los verdaderos descendientes de Jacob mostraron su debilidad, pero también su deseo de alcanzar la bendición de Dios. En la vida de Jacob mismo esto también se vio. Y por ello, Dios dice: “Amé a Jacob”. En cambio, los descendientes de Esaú mostraron que no tenían mayor interés en la bendición de Dios.
En Hebreos 12 lees acerca de Esaú como de un profano, que por una sola comida vendió su primogenitura (Heb 12:16-17). Fue desechado porque no dejó un lugar para el arrepentimiento. Estas características vuelven a encontrarse en su descendencia. Y por eso Dios dice: “A Esaú aborrecí”.
Dios quiere mostrar en estos versículos que ya en el origen del pueblo de Israel, Él procedió según su propia elección. Su bendición fluye hacia algunas personas. No porque ellas lo merezcan, sino porque Él las escogió para ello. Todo proviene de “el que llama”. Para ti es importante ver que Dios actuó así en el pasado.
Dios actúa ahora de la misma manera. Porque si Dios procede de acuerdo con su propia elección, no tiene necesidad de limitarse a Israel sino que también puede hacer valer su elección para los gentiles. Tú eres la prueba viviente de ello. Aunque (con toda probabilidad) no perteneces a su pueblo terrenal y con seguridad reconoces que no lo merecías, sin embargo Dios te escogió para bendecirte.
Más adelante encontraremos otras cosas sobre este tema. Pero si has comprendido un poco esta porción, estoy seguro de que tu admiración por Dios habrá crecido.
Lee de nuevo Romanos 9:6-13.
Para reflexionar: Medita en el hecho de que Dios te escogió. ¿Cuál es tu reacción?
14 - 18 Dios es soberano
14 ¿Qué diremos entonces? ¿Que hay injusticia en Dios? ¡De ningún modo! 15 Porque Él dice a Moisés: TENDRÉ MISERICORDIA DEL QUE YO TENGA MISERICORDIA, Y TENDRÉ COMPASIÓN DEL QUE YO TENGA COMPASIÓN. 16 Así que no [depende] del que quiere ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. 17 Porque la Escritura dice a Faraón: PARA ESTO MISMO TE HE LEVANTADO, PARA DEMOSTRAR MI PODER EN TI, Y PARA QUE MI NOMBRE SEA PROCLAMADO POR TODA LA TIERRA. 18 Así que del que quiere tiene misericordia, y al que quiere endurece.
V14. En los ejemplos de la porción anterior se hizo bien evidente que Dios actúa de acuerdo con su propia elección. Pero entonces de inmediato hay resistencia. Puedes sentir que esa oposición brota en tu propia mente, cuando piensas algo así como: “De todas maneras, es deshonesto o injusto de parte de Dios tratar de esa forma con seres humanos”. El hecho de que podamos pensar o decir esto, es una consecuencia de que nos inclinamos demasiado a colocar al hombre en el centro de nuestros pensamientos y no a Dios. Pablo corta de inmediato ese pensamiento diciendo: ¡De ningún modo!”.
Para ilustrar esta frase «en ninguna manera», toma otros dos ejemplos del Antiguo Testamento. Esos ejemplos sirven para mostrarnos que Dios procede de acuerdo con su propia voluntad. Dios tiene una voluntad soberana, autónoma. Él es el único que tiene tanto el poder como la autoridad para obrar según su parecer, sin que tenga que darle cuenta de ello al hombre.
Eso no significa que Dios actúe de manera caprichosa. No es un tirano antojadizo que toma y ejecuta decisiones de manera arbitraria. Lo que Dios hace, siempre puede sostenerlo ante cualquiera. Pero si nosotros, seres humanos, pensamos que podemos juzgar a Dios, asumimos una actitud que no nos corresponde. Y entonces no estamos en condiciones de entender lo que Él hace. Para poder comprender algo de lo que Dios hace, es necesario asumir otra actitud. Para empezar, debemos reconocer que Él es Dios, quien tiene el derecho de hacer lo que Él considera bueno. También tendremos que reconocer que no somos más que pequeños hombres insignificantes, criaturas que dependen del todo de su Creador.
V15. Con esta actitud puedes empezar a entender un poco lo que Dios le dice a Moisés: “Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y tendré compasión del que yo tenga compasión”. A simple vista, esto parece confirmar esa injusticia, esa arbitrariedad de Dios. Pero si consideras por qué Dios le dice esto a Moisés, cuál fue el motivo para ello, entonces con seguridad pensarás de una manera distinta. Porque ¿qué había sucedido?
Como Moisés tardaba tanto, el pueblo había hecho un becerro de oro y lo había honrado. ¡Eso es pura idolatría! ¡Y todo el pueblo! Eso significaba que Dios debería juzgar a todo el pueblo. Pero con base en la intercesión de Moisés hay misericordia y compasión. Dios es tan misericordioso y compasivo que no destruye a todo el pueblo delante de sí, sino que se compadece de unos cuantos.
V16. Esta historia muestra que no se trata de lo que el hombre hace o deja de hacer (“No [depende] del que quiere ni del que corre”), sino de Dios que tiene misericordia.
V17-18. Después del ejemplo de la compasión de Dios, sigue uno del juicio de Dios. El versículo 17 empieza con: “La Escritura dice a Faraón”. Si buscas esta porción en Éxodo 9 (Éxo 9:16), verás que es el mismo Señor Dios quien dice esto a Faraón. Si aquí en Romanos 9 leemos que es «la Escritura» quien lo dice, podemos concluir que Dios y la Escritura son el mismo. (Una nota entre paréntesis: Con esto se subraya la inmensa importancia de la Biblia para saber lo que Dios ha dicho. Por eso aprópiate de la palabra de Dios. Así conocerás a Dios y te mantendrás protegido de errores.) Faraón fue levantado con un propósito doble: Dios quería mostrarle su poder y Dios quería anunciar su propio nombre por toda la tierra. Dios podía utilizar a Faraón para esto.
¡Pero no vayas a pensar que Faraón era una herramienta sin voluntad! Faraón siguió siendo responsable ante Dios de sus actitudes y sus actos. Luego que Faraón hubo endurecido varias veces su propio corazón, entonces Dios se lo endureció. Después de eso Dios le empleó como un ejemplo del juicio que debe enviar sobre las personas que siguen rebelándose contra Él. Dios se compadece de quien quiere (como de algunos de Israel, aunque todo Israel era de condenar) y endurece a quien quiere (como a Faraón, quien también era de condenar).
Podrías preguntarte todavía: ¿Qué significa aquella expresión: “Para esto mismo te he levantado”? ¿Quiere decir que Dios le hizo nacer con ese propósito? ¡No! Levantar significa aquí que Dios dirigió la vida de Faraón de tal forma que mostrara lo que había en su corazón para Dios. Es claro que se trata de una historia de rebeldía contra Dios. También se vio que no había ningún interés en escuchar las advertencias que Dios envió con las distintas plagas que azotaron el país. En la próxima porción continúa este tema.
Lee de nuevo Romanos 9:14-18.
Para reflexionar: ¿A ti también te parece, a veces, que Dios es injusto? ¿Qué haces con ese pensamiento?
19 - 23 Vasos de ira y vasos de misericordia
19 Me dirás entonces: ¿Por qué, pues, todavía reprocha [Dios]? Porque ¿quién resiste a su voluntad? 20 Al contrario, ¿quién eres tú, oh hombre, que le contestas a Dios? ¿Dirá acaso el objeto modelado al que lo modela: Por qué me hiciste así? 21 ¿O no tiene el alfarero derecho sobre el barro de hacer de la misma masa un vaso para uso honorable y otro para uso ordinario? 22 ¿Y qué, si Dios, aunque dispuesto a demostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia a los vasos de ira preparados para destrucción? 23 [Lo hizo] para dar a conocer las riquezas de su gloria sobre los vasos de misericordia, que de antemano Él preparó para gloria,
V19. ¿Sabes lo que nos estorba muchas veces? Nuestra lógica humana, nuestro entendimiento natural oscurecido. Nosotros razonamos de la siguiente manera: “Dios escogió del total de la humanidad una cantidad de personas para bendecirlas. Luego todas las demás no reciben bendición y por lo tanto Dios las destinó para perderse. Siendo así, ¿acaso Dios todavía tiene algo qué censurar? ¿Quién puede resistir a su voluntad? ¿No es cierto que todo está establecido desde nuestro nacimiento? Entonces ¿quién puede cambiar algo en eso?”
Este tipo de razonamiento indica que estamos evaluando a Dios. Repito lo que ya he dicho antes: Lo primero que debemos tener bien claro, es que Dios es soberano en sus actos. Él establece todo y no es necesario que le rinda cuentas al hombre por ello. Dios evalúa y juzga al hombre, pero no al revés. En Él y sólo en Él reposa la autoridad de juzgar, no en el hombre.
V20-21. Pablo nos quiere convencer de que Dios tiene el poder de hacer todas las cosas, sin que nadie tenga el derecho de decir algo al respecto. Dios posee el poder absoluto y el derecho absoluto para ejecutar su voluntad. ¿Qué derecho tenemos de llamar a cuentas a Dios, preguntándole por qué nos ha hecho así y no de otra manera? La soberanía de Dios se compara con la del alfarero. ¿No es cierto que con la misma masa puede hacer una olla bonita o una fea? Repito: Aquí el énfasis está en la soberanía de Dios, no quiere decir que Dios en realidad haya procedido así.
V22-23. En los versículos que siguen, Pablo muestra la manera como Dios en realidad actuó. Para comprenderlo debes comparar los versículos 22 y 23. Allí ves dos clases de vasos, vasos de ira (versículo 22) y vasos de misericordia (versículo 23). Ahora fíjate bien en la forma como se habla sobre ellos.
Acerca de los vasos de ira dice esto:
1. Dios quería mostrarles su ira y hacerles notar su poder;
2. Él los soportó con mucha paciencia;
3. Ellos están preparados para la destrucción.
El punto más difícil es 3. ¿Quién preparó estos vasos para la destrucción? ¿Fue Dios? Si dices eso, entonces afirmas que Dios es el causante del mal, como si Él empujara al hombre hacia acciones que le acarrean destrucción. En lo que a Dios se refiere, aquí lees más bien sobre su paciencia. ¿Qué sentido tendría hablar de la paciencia de Dios, si Él estuviera preparando vasos de ira? En Segunda de Pedro 3 lees que la paciencia de Dios aplaza aún el juicio (2Ped 3:9).
No fue Dios. Son los vasos mismos quienes se preparan para la destrucción. (Comprenderás que la palabra «vasos» aquí se refiere a personas, Hch 9:15.) Un ejemplo muy diciente de un vaso de estos que se prepara a sí mismo para perdición es Faraón, como lo viste en el versículo 17.
Acerca de los vasos de misericordia dice esto:
1. Dios quería mostrar para con ellos las riquezas de su gloria;
2. Él los preparó de antemano para gloria.
Aquí salta a la vista la gran diferencia con los vasos de ira. A los vasos de misericordia, Dios los prepara para gloria (ellos no se preparan a sí mismos); y también, Dios lo hizo de antemano (no permitió que eso dependiera del comportamiento de los vasos en esta vida).
Así pues, en estas dos clases de vasos se presenta lo siguiente. De un lado la responsabilidad del hombre y del otro los designios, los planes, las intenciones de Dios.
Estas dos caras o lados de la misma verdad las encuentras a lo largo de toda la Biblia. Nosotros, seres humanos, no las podemos englobar o armonizar. Eso sólo puede hacerlo Dios. Alguna vez alguien las comparó con los dos rieles del ferrocarril, que siempre corren paralelos. Si miras a lo lejos, parece que se encontraran. De manera similar, las dos líneas de la responsabilidad del hombre y de los designios de Dios corren paralelas a través de la Biblia.
Junto a la cruz ves como si estas líneas se encontraran. Lees algo sobre esto en Hechos 2. Allí dice que el Señor Jesús:
1. Fue entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios – Dios lo quiso de esta manera;
2. Fue crucificado y llevado a la muerte por los judíos, por mano de inicuos – eso lo hizo el hombre y es responsable de ello (Hch 2:22-23).
¿Quién pude armonizar estos dos lados de la cruz sino sólo Dios?
No trates de comprender esto, que es incomprensible. Esta comprensión no nos ha sido dada a nosotros los seres humanos. Dale gracias a Dios porque te permite ver las dos caras de la verdad. Es importante que adquieras una visión cada vez más clara de tus responsabilidades como criatura frente a Dios. Así también las tendrás en cuenta en tu vida práctica.
El hecho de tener una visión cada vez más clara de los planes y propósitos de Dios, también tendrá efecto en tu vida. De esta manera tu vida adquiere una gran riqueza. Lo que Dios te pide será difícil a veces. Pero si comprendes cuáles son sus intenciones y planes, eso te motivará para honrarlo en tu vida.
Lee de nuevo Romanos 9:19-23.
Para reflexionar: Reflexiona sobre la grandeza de Dios.
24 - 33 Los gentiles e Israel
24 [es decir], nosotros, a quienes también llamó, no solo de entre los judíos, sino también de entre los gentiles. 25 Como también dice en Oseas: A LOS QUE NO ERAN MI PUEBLO, LLAMARÉ: «PUEBLO MÍO», Y A LA QUE NO ERA AMADA: «AMADA [mía]». 26 Y ACONTECERÁ QUE EN EL LUGAR DONDE LES FUE DICHO: «VOSOTROS NO SOIS MI PUEBLO», ALLÍ SERÁN LLAMADOS HIJOS DEL DIOS VIVIENTE. 27 Isaías también exclama en cuanto a Israel: AUNQUE EL NÚMERO DE LOS HIJOS DE ISRAEL SEA COMO LA ARENA DEL MAR, [solo] EL REMANENTE SERÁ SALVO; 28 PORQUE EL SEÑOR EJECUTARÁ SU PALABRA SOBRE LA TIERRA CABALMENTE Y CON BREVEDAD. 29 Y como Isaías predijo: SI EL SEÑOR DE LOS EJÉRCITOS NO NOS HUBIERA DEJADO DESCENDENCIA, HUBIÉRAMOS LLEGADO A SER COMO SODOMA, Y HECHOS SEMEJANTES A GOMORRA. 30 ¿Qué diremos entonces? Que los gentiles, que no iban tras la justicia, alcanzaron justicia, es decir, la justicia que es por fe; 31 pero Israel, que iba tras una ley de justicia, no alcanzó [esa] ley. 32 ¿Por qué? Porque no [iban tras ella] por fe, sino como por obras. Tropezaron en la piedra de tropiezo, 33 tal como está escrito: HE AQUÍ, PONGO EN SIÓN UNA PIEDRA DE TROPIEZO Y ROCA DE ESCÁNDALO; Y EL QUE CREA EN ÉL NO SERÁ AVERGONZADO.
V24. Ya se ha mostrado con claridad cuál es el punto de partida de los actos de Dios. Él es Dios y tiene derecho de proceder como mejor le parece. Dios es soberano, también cuando se trata de mostrar misericordia. No está obligado a limitar su misericordia otorgándola sólo a los judíos. Tiene el derecho de llamar también a los gentiles, o sea, a quienes no son judíos.
V25. En realidad, esto puedes verlo desde el Antiguo Testamento. Pablo cita algunos ejemplos en Oseas y en Isaías, donde se ve que en esa época Dios ya anunciaba su infinita misericordia hacia los que no son judíos. La primera referencia se encuentra en el versículo 25 y proviene de Oseas 2 (Ose 2:23). Allí se trata del pueblo de Israel. Desde que habían demostrado su completa infidelidad a Dios y su dureza para arrepentirse, Dios había tenido que llamarlos «no-pueblo-mío» y «no-amada». Dios ya no reconoce el vínculo con su pueblo.
Ahora Pablo aplica este versículo de Oseas de la siguiente manera: Dios volverá a decir «pueblo mío» y «amada». Eso significa que algunos del pueblo de Israel se convertirán a Dios y creerán en el Señor Jesús. Ellos constituyen aquel pueblo que Dios reconoce como «pueblo mío». Esto quizá también puede aplicarse a las naciones alrededor de Israel que siempre eran «no-pueblo-mío» y «no-amada» porque Dios no había establecido con ellos ningún vínculo especial. Pero si en las naciones gentiles hay personas que se convierten a Dios y aceptan al Señor Jesús como Salvador y Señor, entonces ellos también pueden considerarse parte del «pueblo mío».
V26. La cita del versículo 26 fue tomada de Oseas 1 (Ose 1:10) y en todo caso es claro que se refiere al llamamiento de los gentiles. Aquí se habla de los “hijos del Dios viviente”. Esta es una expresión típica para describir la relación con Dios en la cual ha sido colocado el cristiano. Dios ya no podía tener trato alguno con judíos ni gentiles. A ambos grupos había sido dicho: “Vosotros no sois pueblo mío”.
Para los judíos fue así desde que Dios tuvo que romper sus vínculos con ellos como consecuencia de la infidelidad que manifestaron. El triste resultado de ello fue el cautiverio. Para los gentiles, siempre había sido así. Dios había dejado que siguieran su propio camino. Pablo, el apóstol de los gentiles, se refiere a este versículo para demostrar que Dios denomina «hijos del Dios viviente» a todos los que ha llamado, tanto de los judíos como de los gentiles.
V27. El profeta Isaías también hizo declaraciones con las cuales Pablo puede sustentar su demostración de la gracia soberana de Dios. Si la justicia de Dios siguiera su curso, el juicio debería caer sobre la totalidad del pueblo de Israel, por numeroso que éste fuera. No quedaría nada. Pero la gracia ilimitada de Dios dispone la salvación de un remanente o residuo.
V28-29. La sentencia que el Señor ejecutará sobre la tierra (versículo 28) es el juicio que caerá de manera justa sobre el pueblo de Israel que no cree. Eso sucederá después del arrebatamiento de la iglesia. El hecho de que, a pesar de todo, habrá un residuo se debe a Dios mismo, al Señor de los ejércitos. Aunque parezca que no están resultando sus planes, sin embargo Él será el Señor de una gran nación que se levantará de este remanente. Todo se debe al hecho de que, para este residuo, la justicia de Dios fue ejercida de manera completa sobre el Señor Jesús. El residuo lo reconocerá. Otros profetas hablan al respecto.
V30-33. La conclusión está a partir del versículo 30. Las naciones recibieron parte en la justicia con base en la fe. En los capítulos anteriores de esta carta descubriste que la única manera posible de ser justificado ante Dios es por la fe. Israel, que intentó alcanzar su propia justicia ante Dios, fracasó en ello. ¿Por qué? Porque pensaban que Dios les daría su justicia si ellos cumplían la ley. Pero cuando vino Cristo tropezaron en Él. Él mostró que ese cumplimiento sólo les servía para envanecerse ellos mismos.
Su venida “en Sion” (y por lo tanto, en Israel) y su conducta manifestaron la mala actitud de ellos. Ellos no pudieron soportar eso y por lo tanto le desecharon. Tropezaron en Él y por eso cayeron. Se colocaron a sí mismos fuera de la bendición.
El capítulo concluye señalando una vez más el corazón de Dios que se extiende a todos, sin distinguir entre judío y gentil. La única condición para participar de lo que Dios quiere dar, es creer en Él. ¡El que lo hace nunca será avergonzado!
Lee de nuevo Romanos 9:24-33.
Para reflexionar: ¿Por qué es importante estudiar también el Antiguo Testamento?