1 - 7 Andar conforme al Espíritu
1 Por consiguiente, no hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne sino conforme al Espíritu. 2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha libertado de la ley del pecado y de la muerte. 3 Pues lo que la ley no pudo hacer, ya que era débil por causa de la carne, Dios [lo hizo]: enviando a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y [como ofrenda] por el pecado, condenó al pecado en la carne, 4 para que el requisito de la ley se cumpliera en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. 5 Porque los que viven conforme a la carne, ponen la mente en las cosas de la carne, pero los que [viven] conforme al Espíritu, en las cosas del Espíritu. 6 Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el Espíritu es vida y paz; 7 ya que la mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede [hacerlo],
V1. Después de luchar por salir del pantano descrito en el capítulo 7, ahora tienes tierra firme bajo tus pies. Tu firmeza está en Cristo. Y para aquellos que están en Cristo no hay condenación. ¿Verdad que es un gran alivio? Dios te ve así y por eso tú también puedes verte de la misma manera. Cualquier temor al juicio ha pasado, porque Cristo llevó la condenación y se levantó de los muertos.
V2. Si en tu experiencia de la fe llegas al punto de no centrarte en ti mismo sino en el Señor Jesús, entonces empezarás a descubrir que el Espíritu Santo puede comenzar a obrar en ti. El Espíritu Santo recibe aquí el nombre de Espíritu de vida. Él no ocasiona la muerte, sino la vida. Así actuó en la vida terrenal del Señor Jesús. El Señor Jesús traía vida a todo lugar adonde llegaba. El mismo Señor Jesús, después de haber muerto, se levantó por el poder del Espíritu de vida. De igual manera, tú has sido librado del poder del pecado y de la muerte por este mismo Espíritu de vida.
V3. Estoy seguro de que recuerdas cómo la ley prometía la vida a quien la cumpliera. Pero nadie pudo cumplir la ley. No porque la ley no fuera buena, sino porque en la carne no había fuerza para cumplirla. Algunas veces he leído la siguiente comparación que puede ayudar a entender esto. Imagínate un artista muy hábil que sabe tallar la madera y que con un trozo de madera puede elaborar las figuras más hermosas. Además dispone de las mejores herramientas. Ahora dale a ese hombre un pedazo de madera podrida. No puede hacer nada con eso. Él no tiene la culpa porque es bastante hábil. Tampoco es la culpa de la herramienta porque es de la mejor calidad. ¿Dónde está el problema? Sí, en el trozo de madera.
Así también sucede con la ley y nosotros. Dios no tiene la culpa, su «habilidad» es perfecta. Tampoco es culpa de la ley, que es “santa, justa y buena” como leímos en el capítulo anterior. Por consiguiente, la culpa de que la ley fracase es nuestra. La ley es débil por nuestra carne. Lo maravilloso es que Dios no nos ha dejado empantanados. Cuando se manifestó con claridad que para la ley era imposible librarte del pecado y de la muerte, entonces Dios entró en acción. Envió a su Hijo como hombre a esta tierra. En la cruz del Gólgota Dios condenó el pecado en su Hijo.
Debes tener bien presente que lo dicho en el versículo 3 acerca de la “semejanza de carne de pecado” se refiere a cuando el Señor Jesús se hizo carne, es decir, cuando se hizo hombre. En esto Él se hizo igual a nosotros los humanos, ¡pero cuidado!, a excepción del pecado (Heb 4:15). Él no participó de la carne mala y pecaminosa que nosotros como humanos tenemos por naturaleza desde nuestro nacimiento, porque hemos nacido de padres que pecaron. Hacerse igual a nosotros se refiere a su apariencia externa, en la cual Él no se distinguía de nosotros. Sólo cuando el Señor Jesús estaba en la cruz y aun sólo durante las últimas tres horas, Dios juzgó el pecado en la carne. Arregló cuentas de manera definitiva con el pecado, lo quitó para siempre.
V4. La nueva fuente de poder que quiere actuar desde ahora en tu vida, es el Espíritu Santo. Si te dejas dirigir por Él entonces también cumplirás las exigencias justas de la ley. ¿Eso significa que, de todas maneras, estás sometido a la ley? No, seguro que no. ¿Pero acaso crees que el Espíritu Santo te permitirá hacer algo que va contra la ley? Claro que no. Por eso, si te dejas dirigir por el Espíritu, de manera automática harás lo que dice la ley. Sin embargo, ese no es el único objetivo de andar conforme al Espíritu. Andar conforme al Espíritu significa mucho más. Quiere decir que en tu vida le das espacio al Espíritu y que Él llena tu pensamiento.
V5-6. Las cosas por las cuales te dejas guiar se reflejan en tu forma de pensar. ¿Adónde diriges tus pensamientos? ¿Cuáles son tus anhelos? Te has convertido; tienes una vida nueva; has recibido el Espíritu Santo. A pesar de la lucha que aún tienes de vez en cuando, te diriges a cosas muy distintas que antes de tu conversión. Antes pensabas en cosas terrenales, tu vida se centraba en ti mismo. ¿Cuál era el resultado de ello? Nada más que la muerte.
Ahora piensas en cosas celestiales y tu vida se centra en Dios. ¿Cuál es el resultado de esto? ¡Vida y paz! Has recibido en tu interior la vida auténtica y verdadera, y esta vida sale a flote y se hace visible en tu forma de vivir. Aprecias las cosas que te rodean de una manera muy distinta a como lo has hecho siempre. Apenas ahora tu vida ha adquirido sentido. Conoces a Dios y conoces a Cristo. Hay paz en tu corazón, porque todo está arreglado con Dios. Vuelve a leer los primeros versículos del capítulo 5 (Rom 5:1-2). Experimentarás esa paz de manera cada vez más profunda si te entregas a Dios en todos los aspectos de tu vida, o sea si permaneces dirigido hacia Él.
V7. La carne hace todo lo opuesto. En ella no hay ningún deseo de vida y paz. Por el contrario, cualquier cosa que piense es enemistad contra Dios. La carne es mala e incorregible. No quiere y no puede someterse a Dios. Haz el esfuerzo de tener bien presente todas las características de la carne enunciadas aquí y todas las del Espíritu. Entonces podrás reconocer pronto si determinado deseo proviene de la carne o de la vida nueva.
Lee de nuevo Romanos 8:1-7.
Para reflexionar: ¿Cuál es la diferencia entre andar conforme a la carne y andar conforme al Espíritu?
8 - 14 Si el Espíritu mora en ti
8 y los que están en la carne no pueden agradar a Dios. 9 Sin embargo, vosotros no estáis en la carne sino en el Espíritu, si en verdad el Espíritu de Dios habita en vosotros. Pero si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de Él. 10 Y si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo esté muerto a causa del pecado, sin embargo, el espíritu está vivo a causa de la justicia. 11 Pero si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el [mismo] que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos, también dará vida a vuestros cuerpos mortales por medio de su Espíritu que habita en vosotros. 12 Así que, hermanos, somos deudores, no a la carne, para vivir conforme a la carne, 13 porque si vivís conforme a la carne, habréis de morir; pero si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. 14 Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios.
V8. Para quien vive según la carne es imposible hacer algo que agrade a Dios. “Vivir conforme a la carne” significa permanecer concentrado en ti mismo, en tus propias capacidades, tus propios esfuerzos, tus propios planes y propósitos. Aun si alguien que vive en la carne tratara de agradar a Dios guardando la ley, Él no podría aceptarlo porque es un punto de partida equivocado. Dios descartó de manera definitiva la carne, esa naturaleza humana pervertida por el pecado. ¿Entonces cómo podría recibir algo de esa carne? Hay una separación definitiva entre Dios y la carne pecaminosa.
V9. Pero quien ha recibido el Espíritu de Dios ya no vive según la carne sino según el Espíritu. El énfasis está en Dios. Es el Espíritu de Dios el que ahora vive en ti. El Espíritu de Dios no te destaca a ti, sino a Cristo. Por el Espíritu de Dios estás vinculado con Cristo y le perteneces. Quien no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él.
¿Por qué aparece aquí, de repente, la expresión «Espíritu de Cristo»? Pienso que es para mostrarte que el Espíritu que has recibido, es el mismo Espíritu que dirigió al Señor Jesús en su vida aquí en la tierra. Si lees los evangelios lo verás de manera continua. Mira por ejemplo la historia de la tentación en el desierto, que se encuentra en Lucas 4 (Luc 4:1). Allí lees cómo Él, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán para ir al desierto. Cuando estaba en el desierto, también se dejó dirigir por el Espíritu. Por eso permaneció firme en la tentación. Se mantuvo concentrado en Dios.
V10. Lo mismo quiere hacer el Espíritu contigo. El Espíritu de Dios vive en ti porque Cristo está en ti. El Espíritu de Dios sólo puede relacionarse con algo que sea de Cristo. En consecuencia el cuerpo, tal como lo utilizaba el pecado para practicar obras malas, está muerto. En caso contrario el Espíritu de Dios no podría haber entrado a vivir allí. Pero ahora que Cristo está en ti, resulta muy adecuado que el Espíritu viva allí para tener la autoridad en la vida que vives ahora, tal como sucedió con Cristo.
V11. Hay otra cosa importante relacionada con el hecho de que el Espíritu de Dios mora en ti. Tiene que ver con la resurrección de tu cuerpo mortal. Tu cuerpo todavía está sujeto a las consecuencias del pecado. Puede enfermarse y también puede morir. Pero mira lo que Dios ha hecho con el Señor Jesús. Dios le levantó de entre los muertos.
¿Cómo es eso en tu caso? Tu cuerpo todavía es mortal. ¿Cómo puede conjugarse esto con el Espíritu de Dios que está en ti y que tiene tanto que ver con la vida? La respuesta es que Dios también dará vida a tu cuerpo mortal, tal como lo hizo con el Señor Jesús, porque su Espíritu vive en nosotros. Por otros textos bíblicos, por ejemplo Filipenses 3, puedes saber que eso sucederá cuando venga el Señor Jesús (Fil 3:20-21).
V12. Todo esto te impone cierta responsabilidad. Te has hecho deudor para vivir de acuerdo con la posición que Dios te ha dado. Él te ha provisto de todo lo que necesitas para ello, a saber, la vida nueva y el Espíritu Santo. Ya no tienes ninguna obligación con la carne. Ella no tiene derecho sobre ti, porque has muerto respecto a tu vida pasada.
V13. Todavía tienes la carne en ti, pero no debes darle la oportunidad de hacerse valer. Si de todas maneras insistes en vivir para la carne entonces morirás, no hay otra alternativa. El juicio de Dios sobre la carne nunca cambia. Pero ahora tienes la posibilidad de quitarle a la carne cualquier ocasión de volver a tener autoridad en tu vida. Por el poder que te da el Espíritu, podrás imponer silencio a las insinuaciones del pecado en tu cuerpo que quieren llevarte a cosas malas.
V14. Así experimentarás la vida de Dios tal como Él lo pretende. Cada persona dirigida por el Espíritu de Dios se parece al Hijo de Dios con mayúscula, al Señor Jesús. Los hijos de Dios son las personas en las cuales Dios reconoce a ese Hijo. El Hijo hacía todo sólo para la gloria de Dios. Dios encontró en Él su alegría, su complacencia. Si te dejas guiar por el Espíritu entonces Dios también sentirá gozo por ti.
Lee de nuevo Romanos 8:8-14.
Para reflexionar: ¿Cómo puedes hacer morir las obras de la carne?
15 - 21 Heredero de Dios
15 Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino que habéis recibido un espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! 16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, 17 y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si en verdad padecemos con [Él] a fin de que también seamos glorificados con [Él]. 18 Pues considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada. 19 Porque el anhelo profundo de la creación es aguardar ansiosamente la revelación de los hijos de Dios. 20 Porque la creación fue sometida a vanidad, no de su propia voluntad, sino por causa de aquel que la sometió, en la esperanza 21 de que la creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios.
V15. Estar dirigido por el Espíritu de Dios es algo muy distinto que organizar la vida de acuerdo con alguna ley. Si la norma de tu vida es una ley, te haces igual a un esclavo. Un esclavo no vive en comunión íntima con su amo. Su relación con él se reduce a hacer lo que se le ordena. Y en el fondo siempre está presente el miedo de hacer algo mal.
El espíritu que has recibido ahora, o sea la vida nueva, no tiene nada que ver con esclavitud ni temor. Es un espíritu de adopción. ¡Es muy distinto! Por ello te diriges a Dios llamándole Padre. Dices: “Abba, Padre”. Esto indica una relación de confianza y amistad. Conoces a tu Padre como alguien que está muy cerca de ti y quien te acercó mucho a sí. Él te ama y tú confías en Él. Fuiste colocado en una relación familiar con Él. Eres su hijo.
V16. El Espíritu Santo que vive en ti, testifica con tu propio espíritu (esto es, la vida nueva que recibiste) de que eres hijo de Dios. Eres un hijo de tus padres porque naciste de ellos. Es un hecho consumado e irrevocable. Nada ni nadie puede cambiarlo. Eres un hijo de Dios porque naciste de Él. Si alguien llega a ser hijo de Dios, lo es para siempre. En un hijo se reflejan los rasgos característicos de sus padres. De la misma manera, en un hijo de Dios se expresan las características de Dios. Puedes leer algo al respecto en Filipenses 2 (Fil 2:14-16a). Allí se trata más de tu responsabilidad. Aquí en Romanos 8 se trata de tus privilegios. Este capítulo está repleto de ellos. Cada vez se vuelve más hermoso y más rico.
V17. Si eres hijo, también eres heredero. Un heredero es alguien que recibe de otra persona cierta propiedad. Dios es el dueño de la creación. Él te dará su posesión cuando estés glorificado con Cristo. Porque Cristo es el auténtico heredero. Tú heredas con Él. Lo que recibes, siempre lo recibes en relación con Él. Pero para que heredes con Cristo, es necesario que sufras con Él. Si sufres con Él, esa es la prueba de que posees la vida nueva. Porque aquí se trata de un sufrimiento que el Señor Jesús también conoció cuando estuvo en la tierra. Él sufrió en esta creación, donde vio cómo el pecado había hecho y aún hacía su trabajo destructor.
V18. De la misma manera tú también sufrirás cuando veas a tu alrededor las consecuencias del pecado. ¡Cómo abusa el hombre de todo lo que Dios ha creado! Utiliza todo para engrandecerse a sí mismo y para su propia satisfacción. ¿Verdad que tú también esperas el momento cuando la heredad (la creación) vuelva a estar en manos del dueño legítimo? Pablo lo esperaba así y anhelaba la gloria futura que iba a ver. Al lado de ella, el sufrimiento que debía soportar se reducía a nada. Esta es una lección alentadora para ti. Cuanto más esa gloria sea una realidad para ti, tanto más estarás en condiciones de soportar aquellas cosas desagradables que te suceden como creyente.
V19-20. ¿Sabes qué significa “la revelación de los hijos de Dios”? Significa que viene un momento en el cual todos los hijos de Dios (o sea, los creyentes) aparecerán de manera visible en esta creación para gobernar sobre ella junto con el Señor Jesús. Por la mala administración actual del hombre, la creación no produce ni la mínima parte del rendimiento que Dios ha puesto en ella. A pesar de todos los esfuerzos humanos por llegar a una distribución justa de las riquezas de la creación, el caos se hace cada vez mayor. El hombre confía en su propia capacidad, pero olvida que es un hombre caído en el pecado. En su caída arrastró consigo la creación. O sea que ésta no fue sujetada a vanidad por su propia voluntad, sino por el pecado creciente del hombre.
V21. Sin embargo, hay esperanza para la creación. Ella será libertada. La maldición pesa ahora como un yugo de esclavitud sobre la creación. Eso se observa en la corrupción que penetra todo. La corrupción de la creación significa que ella fue bajada a una condición inferior. Ya no tiene la condición gloriosa del paraíso. Ese descenso sucedió por la ruina que penetró en la creación junto con el pecado. Pero está muy cerca el momento en el cual los hijos de Dios estarán en la gloria. Cuando el Señor Jesús los haya recogido, serán libres de verdad y la corrupción que hay en la creación ya no los podrá tocar. Luego la creación también será libertada. ¿Tú también anhelas esa liberación?
Lee de nuevo Romanos 8:15-21.
Para reflexionar: ¿Puedes decir lo mismo que dice Pablo en el versículo 18?
22 - 27 El Espíritu te ayuda en tu debilidad
22 Pues sabemos que la creación entera a una gime y sufre dolores de parto hasta ahora. 23 Y no solo [ella], sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, aun nosotros mismos gemimos en nuestro interior, aguardando ansiosamente la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo. 24 Porque en esperanza hemos sido salvos, pero la esperanza que se ve no es esperanza, pues, ¿por qué esperar lo que uno ve? 25 Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos. 26 Y de la misma manera, también el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; porque no sabemos orar como debiéramos, pero el Espíritu mismo intercede [por nosotros] con gemidos indecibles; 27 y aquel que escudriña los corazones sabe cuál es el sentir del Espíritu, porque Él intercede por los santos conforme a [la voluntad de] Dios.
V22. Deberías buscar cuántas veces aparece la palabra «sabemos» en las distintas cartas. Esa palabra sólo puede salir de la boca de un cristiano. El hombre sin Dios se enorgullece mucho de su ciencia. Por medio de la investigación trata de averiguar todo. Pero el cristiano más sencillo lleva dentro de sí una fuente de conocimiento de la cual los sabios de este mundo no tienen idea.
Sin embargo, hay esperanza para la creación encuentra la creación. Siente la angustia en la que ella se encuentra. El gemido de la creación lo ves, por ejemplo, en el reino animal donde el débil y enfermo no tiene posibilidad de sobrevivir. Mira también el reino vegetal, donde las cosas hermosas duran muy poco. Esa brevedad es también un grito que clama por una nueva creación.
Estos gemidos se comparan aquí con alguien que tiene dolores de parto y está a punto de dar a luz una nueva vida. Estos dolores de parto indican el nuevo nacimiento de la creación. En Mateo 19 el Señor Jesús habló de “la regeneración” refiriéndose a este hecho (Mat 19:28). Entonces el Hijo del Hombre (el Señor Jesús) se sentará en el trono de su gloria y gobernará todo de tal manera que la creación cumpla su objetivo. El objetivo de la creación es que sea una bendición dada por Dios al hombre para que disfrute de ella.
V23. Tú ya has experimentado una renovación interior. Recibiste los primeros frutos (las primicias) del Espíritu cuando naciste de nuevo. La nueva vida es una obra del Espíritu Santo. Eres una nueva creación (2Cor 5:17; Gál 6:15), porque Dios te ve vinculado de manera perfecta con Cristo y con su obra terminada.
Sólo falta que tu cuerpo sea liberado. Si observas que tu cuerpo todavía puede estar cansado y enfermo y que todavía puede sufrir dolor, entonces comprendes que aún estás ligado a la creación mediante tu cuerpo. Por eso, además del gemido de la creación, tú también suspiras. Esperas y deseas la redención de tu cuerpo, la cual ocurrirá cuando el Señor Jesús regrese para recogernos y llevarnos a la casa del Padre. Entonces Él transformará el cuerpo de tu humillación en uno que se parece al que Él ya tiene ahora, un cuerpo glorificado. Esto lo lees en Filipenses 3 (Fil 3:21. En el versículo anterior, dice que esperamos al Señor Jesús como Salvador (Fil 3:20).
Así puedes ver que el Señor Jesús no sólo es el Salvador para tus pecados, sino también para tu cuerpo. Lo primero se realizó cuando el Salvador murió en la cruz; lo último sólo se realizará cuando Él venga. Por eso, no te dejes confundir cuando alguien te diga que nunca deberías estar enfermo. La enfermedad entró al mundo por el pecado. Es cierto que el pecado fue juzgado por Dios en Cristo, pero con eso no se han quitado todas sus consecuencias, ni en la creación ni en tu cuerpo. Dios utiliza este hecho para mantener vivo tu deseo por el resultado pleno de la obra de Cristo. Si todo marcha bien, olvidas esto con facilidad.
V24-25. Dios quiere que vivas en esperanza, que estés orientado hacia el futuro. En el futuro la salvación estará completa, el pecado ya no podrá afectar tu alma ni tu cuerpo. Esa salvación completa aún no ha llegado. Si así fuera, ya no necesitarías aguardar nada. Aunque todavía no has visto aquello que esperas, estás seguro de que vendrá. Pero como todavía no lo tienes y aún debes aguardar, necesitas paciencia. La dificultad consiste en que quizás esa espera se alargue un poco. Es posible que todo se ponga muy pesado y a veces ya no veas nada claro.
V26. En tales ocasiones es maravilloso saber que el Espíritu te ayuda en tu debilidad. Puedes tener momentos o períodos más largos cuando no sabes cómo contarle a Dios lo que sientes. No puedes encontrar las palabras adecuadas. Pero el Espíritu que habita en ti sí lo sabe. Él se identifica con lo que sientes en esta creación que está bajo maldición.
V27. Le cuenta a Dios lo que tú no puedes expresar con palabras. Dios busca en tu corazón y es como si allí encontrara al Espíritu Santo. Lo que el Espíritu le dice a Dios nunca se transmite mal. El Espíritu sabe a la perfección cómo debe contarle a Dios todas tus experiencias. ¡Qué bueno es Dios, quien nos ayuda así en nuestras debilidades!
Lee de nuevo Romanos 8:22-27.
Para reflexionar: ¿Tú qué aguardas?
28 - 30 Llamado según el propósito de Dios
28 Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, [esto es], para los que son llamados conforme a [su] propósito. 29 Porque a los que de antemano conoció, también [los] predestinó [a ser] hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos; 30 y a los que predestinó, a esos también llamó; y a los que llamó, a esos también justificó; y a los que justificó, a esos también glorificó.
Esta vez leíste sólo tres versículos. Puesto que están tan llenos de bendiciones, debes estudiarlos con tranquilidad y asimilarlos bien.
V28. De nuevo comienza con la palabra «sabemos» que también viste en el versículo 22. Aquí contrasta con el versículo 26, donde dice que no sabemos qué hemos de pedir. Cuando sientes en tu cuerpo y en tu espíritu cómo todo está afectado por el pecado, ello te causa una sensación de incapacidad, de no poder enfrentar el problema. Podrías llegar a desanimarte. Y entonces viene esa pequeña palabra que contiene una gran voz de aliento: “Sabemos”. Ese es el lenguaje de la fe. Cuando ves que todo se corrompe a tu alrededor y que tu cuerpo es frágil, entonces puedes saber que a aquellos que aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien.
Qué consuelo tan grande es saber que Dios está por encima de toda corrupción y deterioro. Incluso Él los utiliza para enriquecer a los suyos (en la vida espiritual, se entiende). ¿No te ha sucedido que algo horrible por lo cual tuviste que pasar te acercó más a Dios? Fíjate bien que aquí dice “a los que aman a Dios”. Decir, así sin más, que todas las cosas ayudan a bien, es falso. Sólo puedes decirlo si amas a Dios.
Tu amor por Dios hará que nunca dudes de Él, aun si tienes contratiempos en tu vida. De verdad Él hace que todas las cosas ayuden a bien. Esto no admite ninguna excepción. ¿Valdrá también para los pecados que cometes? Sí. Pedro tuvo esa experiencia. Negó al Señor tres veces. Se arrepintió de lo que había hecho y por eso recibió el perdón. Esto es indispensable. Pero con todo, aprendió a amar más al Señor Jesús cuando descubrió que Él no le había soltado. Aprendió algo más del Señor y de sí mismo.
Sin embargo, la expresión “todas las cosas” se refiere en primer lugar a nuestra vida cotidiana. Dios hace que todas las cosas que pueden suceder allí ayuden para bien. Enfermedad, desempleo, pobreza, un defecto físico, un accidente, un caso de muerte, todas esas cosas las utiliza para soltarte de lo que te rodea y dirigir tu atención y tus anhelos hacia las cosas eternas.
¿Las cosas eternas son reales para ti? ¿Sabes que en la eternidad pasada Dios ya tenía el propósito de llamarte? Todavía no existías, pero Dios pensaba en ti.
V29. Con mucha anticipación te conocía como alguien para quien Él tenía un destino grandioso. ¿Es acaso cualquier cosa que Él quiera hacerte semejante a la imagen de su Hijo? Es casi increíble. Pero Dios lo dice. Lo pensó cuando aún no había sido creado nada, cuando todavía no vivía ningún ser humano y el pecado no había entrado al mundo. Y lo que Dios proyecta y dice, también lo hace.
Él puede lograr que unas criaturas pobres, insignificantes, rebeldes y perdidas se parezcan a su Hijo. Pero entonces sí fue necesario un cambio enorme en la situación de esas criaturas. Éste se realizó por lo que hizo el Señor Jesús. Por eso Él ocupará el lugar más importante, el lugar de honra y de distinción entre todos aquellos seres humanos que se le parecen. Esa es la intención de Dios. Él desea que su Hijo sea el centro radiante de todos los redimidos, entre los cuales tú también puedes contarte.
V30. Se ve muy claro en estos versículos que Dios actúa según su propio propósito. No se habla de lo que tú has hecho como pecador. Aquí puedes mirar en el corazón de Dios para saber que nada se escapa de sus manos, aunque a tu alrededor todo parezca decir lo contrario. Él tiene un propósito con tu vida y lo cumplirá. En el versículo 30 ves cómo Él logra este propósito. Cada vez menciona algo que Él ha hecho.
Él ya te había destinado para el propósito mencionado en el versículo 29 cuando aún no habías nacido. Cuando naciste se vio que eras un pecador que no podía tener parte alguna en la gloria de Dios. Entonces Dios te llamó para mostrarte que Él no quería que te perdieras sino que tenía un plan del cual tú formabas parte.
Así como estabas, Él no podía llevar a cabo ese proyecto. Por eso te justificó. En los capítulos anteriores leíste lo que eso significa: Tú le perteneces a Dios, porque todo lo tuyo que no corresponde a Dios fue quitado por la obra del Señor Jesús. A cambio de ello recibiste una vida nueva que se siente a gusto con Dios. Y para completar, Dios ya te ve glorificado. Para Él todo está listo. Lo que Dios se propone también sucede. Si Él es el fiador que da la garantía, ¿podrías dudar aún del resultado?
Lee de nuevo Romanos 8:28-30.
Para reflexionar: Dale gracias a Dios por su propósito.
31 - 39 ¡Dios está a tu favor!
31 Entonces, ¿qué diremos a esto? Si Dios [está] por nosotros, ¿quién [estará] contra nosotros? 32 El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá también con Él todas las cosas? 33 ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. 34 ¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es el que murió, sí, más aún, el que resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. 35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? 36 Tal como está escrito: POR CAUSA TUYA SOMOS PUESTOS A MUERTE TODO EL DÍA; SOMOS CONSIDERADOS COMO OVEJAS PARA EL MATADERO. 37 Pero en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. 38 Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
Acabas de leer un desenlace majestuoso. Pablo llegó a esta conclusión porque está impresionado por todo lo que Dios ha hecho. Eso te lo contó con mucho detalle en los capítulos anteriores.
V31. Si reflexionas de nuevo en todo ello, no puedes hacer otra cosa que exclamar: “¿Qué diremos a esto?”. Dios mismo es por nosotros, está a nuestro favor. Quizás alguna vez has dudado de esto. Sabías que el Señor Jesús murió por tus pecados, de manera que Dios ya no podía castigarte. En sí, eso era un gran alivio. Pero a pesar de ello le seguías teniendo un poco de miedo a Dios, aquel Juez que estaba contra ti. Ahora has visto todo lo contrario.
V32. Dios mismo proveyó todo cuando dio a su Hijo. No escatimó a su Hijo (no le retuvo para sí mismo) para poder adquirirte. Y eso no es todo. Con su Hijo, Dios también te dará todas las cosas. Todo lo que Dios le ha dado al Señor Jesús como recompensa por su obra, tú lo disfrutarás con Él. ¿Cierto que es mucho?
V33. ¿Todavía hay hombres o ángeles que quieren levantar un dedo acusador contra ti? ¡Dios sale en tu defensa! Dios te escogió para estar con Él. Él mismo te justifica. Te absuelve, porque te ve en Cristo.
V34. Por la misma razón nadie puede condenarte, porque Cristo murió por tus pecados. Sí, más aun, Él también resucitó para tu justificación. Ahora está en el cielo y Dios le ha dado el lugar de honor, a su derecha. Cristo alcanzó la victoria y recibió la recompensa que le corresponde.
Pero eso no significa que Él está allá descansando en sus laureles (dicho con mucho respeto). Él trabaja a favor de los suyos que se encuentran en la tierra, orando por ellos. Habla sin cesar con Dios sobre ti porque sabe, por experiencia, cuán difícil es vivir en un mundo en el cual no se tiene en cuenta a Dios ni su palabra. Él conoce por experiencia todo lo que te sucede. Comparte lo que sientes, porque no se ha olvidado de lo que experimentó cuando vivió aquí.
V35-37. Por grande que sea tu sufrimiento, nada puede separarte del amor de Cristo. Su amor te acompaña de manera especial cuando te ves oprimido o perseguido por querer seguirle y hacer la voluntad de Dios. Su amor hace que puedas atravesar todos los peligros y vencerlos. Entonces eres más que vencedor. Eres un vencedor que le da toda la honra a quien te amó.
V38-39. Puedes decir con absoluta seguridad que no hay nada que puede separarte del amor de Dios. La muerte no puede separarte del amor de Dios. Si murieras te irías de manera instantánea hacia el Señor Jesús, en quien el amor de Dios llegó a ti. La vida no puede separarte del amor de Dios. Todos los problemas, las dificultades y las preocupaciones que puedas tener en tu vida, le dan a Dios la oportunidad de hacerte experimentar su amor. Los ángeles tampoco están en condiciones de separarte del amor de Dios. El diablo es un príncipe poderoso entre los ángeles quien se rebeló contra Dios y arrastró a otros ángeles en ese levantamiento. Ellos siempre tienen la intención de poner algo entre ti y el amor de Dios. Pero son enemigos derrotados. Fueron vencidos por el Señor Jesús y están sujetos a Él.
Lo mismo sucede con los principados o gobiernos. Pueden hacerles la vida muy difícil a los creyentes expidiendo toda clase de leyes que éstos no pueden obedecer porque les impiden servir a Dios. Tampoco pueden separarte del amor de Dios las cosas que ocurren a tu alrededor ni las que aún van a suceder. Quizás oigas rumores de guerras o noticias de desastres naturales. No te angusties por eso. El amor de Dios permanece contigo. Respecto a las potestades, puedes pensar en poderes espirituales que tratan de socavar tu fe de una manera muy sutil, procurando que empieces a dudar de la verdad de Dios. El amor de Dios siempre es más grande.
Tampoco te dejes deslumbrar por los logros del hombre, quien en su orgullo quiere subir cada vez más en todos los campos. El amor de Dios está muy por encima de ello. Cristo Jesús, nuestro Señor, subió por encima de todos los cielos (Efesios 4 versículo 10). Allí tomó el lugar a la diestra de Dios, como vencedor.
¿Una caída profunda puede separarte del amor de Dios? Por hondo que hayas resbalado, allí también está el amor de Dios. El amor de Dios en Cristo Jesús, nuestro Señor, descendió hasta ti, una criatura miserable y caída. Dios descendió aún más, hasta el juicio sobre tus pecados que cayó con toda su violencia sobre Cristo y le puso en el polvo de la muerte. Dios lo hizo para levantarte y llevarte a su corazón de Padre.
De verdad no hay nada ni nadie que pueda separarte del amor de Dios, ese amor que en Cristo Jesús, nuestro Señor, se ha manifestado de una manera tan sobresaliente a pobres pecadores perdidos. Ahora tómate el tiempo para dar gracias y para alabar a Dios y al Señor Jesús. Él lo merece, porque todo fue iniciativa suya.
Lee de nuevo Romanos 8:31-39.
Para reflexionar: ¡Canta un himno de victoria para alabanza de Dios!