1 - 2 Paz - Entrada - Esperanza
1 Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, 2 por medio de quien también hemos obtenido entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.
Estos dos versículos están tan atiborrados de cosas hermosas, que son suficientes para escribir una sección aparte sobre ellos. Es bueno aprenderlos de memoria.
Es seguro que con los capítulos anteriores has comprendido un poco de todo lo que fue necesario para hacerte justo. También has visto que para tu justificación todo salió de Dios mismo. Recibiste la justicia de Dios. ¡Él proveyó todo! Ahora puedes alegrarte por lo que dice en los versículos 1-2.
V1. Has sido justificado. No por tu propio esfuerzo sino por Dios, porque creíste en Él. La consecuencia es que tienes paz con Dios. Antes vivías en rebelión contra Él. No le escuchabas y hacías lo que tú mismo querías. No te gustaba obedecer a Dios. Lo que hacías y dejabas de hacer, Dios lo valoraba de una manera muy distinta a como tú mismo lo juzgabas. Pero ya reconociste que Dios siempre tiene la razón en su opinión sobre ti y sabes que Él quitó todo lo malo de ti por medio del Señor Jesucristo. Por eso ahora hay paz en tu corazón cuando piensas en Dios. Hay paz con Dios, porque su justicia está satisfecha. Cuando piensas en Dios sientes quietud y alegría, y te agrada que Él esté presente.
V2. Con tu pensamiento puedes entrar a la presencia de Dios, sin preámbulos, para hablar con Él. Cuentas con su simpatía. Qué gracia es tener entrada libre a Dios, a ese mismo Dios que debía condenarte a causa de tus horribles pecados. Ahora puedes venir a Él sin limitaciones (sin cita previa y a cualquier hora) y sin miedo (nunca temas que Él te rechace). Puedes contarle todo lo que tengas en tu corazón o lo que te haya sucedido. A Él le agrada que le trates con confianza.
Y en el futuro puedes estar por la eternidad en la gloria de Dios. Te glorías en esa esperanza. En la Biblia la «esperanza» nunca es algo dudoso. Hoy en día esa palabra se utiliza de esta manera. Decimos: “Espero que sí”, y con eso queremos decir que sí lo deseamos, pero que no hay seguridad de que así sea. En la Biblia la esperanza siempre es algo seguro. Sólo que la esperanza bíblica es algo que todavía debe cumplirse. Lo que uno espera aún no está presente. Así sucede con la gloria de Dios, en la cual podrás estar siempre, por la eternidad. Todavía no has llegado a la gloria de Dios. Aún vives aquí en la tierra. Eso se te aclarará en el versículo 3 y en los siguientes.
Pero es absolutamente seguro que llegarás a la gloria de Dios. En eso hasta te glorías. La garantía no es tu fidelidad ni tu fuerza. De nuevo, la esperanza está anclada en lo que Dios ha hecho, en la resurrección del Señor Jesús. Por eso has llegado a ser un justo. Vuelve a leer los últimos versículos del capítulo anterior (Rom 4:24-25).
¡Qué cambio en tu situación, respecto a lo descrito en Romanos 3! Allí leíste que estabas alejado de la gloria de Dios (Rom 3:23). Por tus pecados ese terreno estaba vedado por completo para ti, allí no podías entrar. Es imposible que Dios pueda admitir pecados en su presencia y en su gloria. Pero ahora que has sido justificado, esperas con anhelo entrar allí y Él también desea recibirte. ¡Qué milagro de Dios! ¡Cuántas razones tienes para darle gracias!
Hace un momento dije que puedes venir a Dios con todo lo que tienes en tu corazón. Pero lo que más le agrada es que vengas para darle gracias por todo lo que Él y el Señor Jesús han hecho. Deja un momento este libro y cuéntale a Dios todo lo que has comprendido hasta ahora de esta carta que Él escribió también para ti. Dile que le amas mucho. Entonces experimentarás algo de lo que la Biblia llama «comunión». Habla con Él sobre cosas que para ti y para Él tienen mucho valor. Hazlo ahora mismo y sigue leyendo más tarde o mañana.
Lee de nuevo Romanos 5:1-2.
Para reflexionar: Aprende estos dos:de memoria.
3 - 11 Gloriarse en las tribulaciones y en Dios
3 Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; 4 y la paciencia, carácter probado; y el carácter probado, esperanza; 5 y la esperanza no desilusiona, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado. 6 Porque mientras aún éramos débiles, a su tiempo Cristo murió por los impíos. 7 Porque a duras penas habrá alguien que muera por un justo, aunque tal vez alguno se atreva a morir por el bueno. 8 Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. 9 Entonces mucho más, habiendo sido ahora justificados por su sangre, seremos salvos de la ira [de Dios] por medio de Él. 10 Porque si cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, habiendo sido reconciliados, seremos salvos por su vida. 11 Y no solo [esto], sino que también nos gloriamos en Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien ahora hemos recibido la reconciliación.
V3. La palabra «gloriarse» significa alegrarse, estar contento. Es seguro que estás muy contento si ves tu futuro delante de ti en el versículo 2. La perspectiva de poder entrar a la gloria de Dios te hace feliz. Pero aún no has llegado. Todavía estás en camino hacia allá y aún vives aquí en la tierra, con todas las preocupaciones y problemas que eso trae consigo. ¿Acaso aquí hay algo de qué gloriarse, algo para estar contento? Sin embargo dice en el versículo 3: “Nos gloriamos en las tribulaciones”. Muy bonito, pero quizá te preguntarás: “¿Y eso cómo es posible?” Para ello debes poder decir “sabemos”.
«Saber» significa saber a ciencia cierta, sin lugar para ninguna duda. En esta porción, significa saber con seguridad que las tribulaciones no vienen por sí solas. Las dificultades que Dios permite en tu vida tienen un objetivo. Él utiliza las cosas difíciles por las que atraviesas para probar la sinceridad de tu fe. Si en tu vida todo marcha a las mil maravillas entonces no es difícil creer. Pero cuando se presentan las dificultades y amenazan los problemas, entonces puedes demostrar cuánto vale tu fe. Si es auténtica, seguirás confiando en Dios y no renunciarás a ella en el primer obstáculo. Por el contrario, encontrarás apoyo en los obstáculos, porque sabes que a Dios no se le salen de las manos.
Una tribulación se hace difícil de verdad cuando empieza a prolongarse más de lo que quisieras. Por eso necesitas paciencia. Puedes contar con la fidelidad y la ayuda del Señor para resistir cuando las dificultades se prolonguen. Él desea sostenerte y darte la fuerza necesaria para resistir.
V4. Así experimentas su apoyo, y esa es la «prueba» que se menciona en el versículo 4. Pruebas, gustas, experimentas su ayuda. Es una experiencia maravillosa en medio de toda la tristeza. La consecuencia de esa experiencia o prueba es esperanza. Al experimentar quién es Dios en tu vida cotidiana, aprendes que Él no te abandona y que te llevará adonde tanto desea tenerte, a su gloria. Ya ves cómo lo uno origina lo otro.
V5. Ahora todavía se añade algo maravilloso, el amor. Amor es la naturaleza de Dios. Dios es amor y ha derramado su amor en tu corazón. Puedes tener dificultades muy grandes, pero en tu corazón tienes la convicción de que Dios, en su amor, nunca perderá el control de la situación. Para experimentar ese amor de Dios no necesitas esforzarte por ti mismo. Te falta la fuerza para ello, de la misma manera que no tenías la capacidad para justificarte ante Dios. Ahora hay una nueva fuente de poder en nosotros, el Espíritu Santo que nos fue dado. El Espíritu Santo, quien es Dios, ha derramado en ti el amor de Dios.
V6-8. Sin lugar a dudas, la mayor prueba del amor de Dios consiste en la muerte de Cristo por débiles e impíos. Entre los hombres puede suceder que alguien muera por otro, porque aquel lo merece. Pero esa no es la manera en la cual Dios ama. Dios te muestra su amor en que Cristo murió por ti cuando todavía eras un pecador.
En ti no había nada atrayente para Dios, nada que le motivara a entregar a su Hijo a la muerte. Pero Dios es amor. Él dio a Cristo por su propia iniciativa, sin que tú se lo pidieras, por la sencilla razón de que Él es amor. Si Dios ha demostrado así su amor, incluso cuando no le querías a Él, ¿no te cuidará con ese mismo amor mientras permanezcas aquí en la tierra?
V9. Fuiste reconciliado por la sangre de Cristo, ¿recuerdas? Le perteneces. Dios siempre ve su sangre. Ya no te ve como pecador, sino que te ve vinculado con el Señor Jesús. Cristo mismo es la prenda de garantía de que tú eres salvo de la ira. Es imposible que la ira de Dios te alcance. Ella tuvo su efecto para ti cuando Cristo murió por ti.
V10. Tú eras un enemigo de Dios y tenías que ser reconciliado con Él. Eso ocurrió por la muerte de su Hijo. Ahora ya no eres enemigo de Dios sino que has sido reconciliado con Él. El Hijo de Dios ya no está muerto. Él estuvo muerto y está vivo por la eternidad. ¡Él vive! ¿Sabes para qué vive? Para salvarte. Aquí la frase “seremos salvos” significa que seremos llevados con seguridad a través de los peligros de la vida, para luego ser introducidos en la gloria de Dios. ¿Piensas que Él puede hacerlo? ¡Seguro que sí!
V11. En el versículo 11 aparece por tercera vez la expresión “nos gloriamos”. Esta es la manera más elevada de gloriarse. No es gloriarse en la esperanza de la gloria de Dios como en el versículo 2 ni tampoco es gloriarse en las tribulaciones como en el versículo 3. Lo de los versículos 2-3 se relaciona con el futuro que aún tienes por delante y con tu vida cotidiana. Algún día, el futuro se realizará y la vida en la tierra se acabará. Por eso, el gloriarse de los versículos 2-3 también se terminará un día.
El «gloriarse» del versículo 11 es algo muy distinto. Aquí se refiere a gloriarse en Dios mismo como la fuente y el origen de todas las bendiciones. En este caso ya no hablas sobre ti mismo ni sobre lo que has recibido. Dios mismo, el dador, está delante de ti en toda su grandeza. Puedes gloriarte en Dios por el Señor Jesucristo, por quien ahora has recibido la reconciliación. Este gloriarte en Dios es algo con lo cual puedes empezar ahora y que no se acabará cuando hayamos llegado a la gloria de Dios. Por la eternidad Él será el objeto de tu admiración y de tu adoración.
Lee de nuevo Romanos 5:3-11.
Para reflexionar: Dile a Dios qué piensas de Él, cómo le admiras por su amor que experimentas cada día y por dar a su Hijo.
12 - 14 El pecado original
12 Por tanto, tal como el pecado entró en el mundo por un hombre, y la muerte por el pecado, así también la muerte se extendió a todos los hombres, porque todos pecaron; 13 pues antes de la ley había pecado en el mundo, pero el pecado no se imputa cuando no hay ley. 14 Sin embargo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, aun sobre los que no habían pecado con una transgresión semejante a la de Adán, el cual es figura del que había de venir.
V12. Aquí comienza una nueva porción de esta carta. Para experimentar tu vida de fe, es muy importante que reflexiones bien sobre estos versículos.
Hasta aquí el apóstol te ha hablado sobre tus pecados, los hechos que realizaste en desobediencia a Dios. También te ha explicado que Dios perdonó tus pecados y que Él pudo hacerlo porque Jesucristo dio su sangre. Dios ya no ve tus pecados. Ahora te ve como un justo, como alguien que tiene derecho a pertenecerle. Ya no hay nada en ti que le impida tenerte cerca de sí. Y tú te sientes a gusto junto a Dios. Recuerda los versículos 1-2 de este capítulo. (¿Ya los sabes de memoria y «de corazón»?)
De manera que ya no hay problemas con lo que has hecho, con tus obras malas, porque la cuenta está saldada. Pero me imagino que ya te enteraste de que aún tienes la capacidad de pecar, de hacer cosas malas. Ya no quieres mentir, robar, decir malas palabras o causar tristeza a nadie, pero de repente lo haces. ¿Por qué?
Eso ocurre porque tienes una naturaleza mala, y ese hecho debes tenerlo bien presente. Hacías cosas malas (y, por desdicha, aún las haces a veces) porque eres malo. Puedes compararlo con un árbol y sus frutos. Por ejemplo, si le quitas todas las naranjas a un naranjo entonces ya no hay frutos. Pero el árbol sigue siendo un naranjo. La próxima temporada vuelve a dar naranjas. Esos frutos, las naranjas, pueden compararse con los pecados, las obras que hemos hecho. Dios quitó los pecados, tus hechos malos. Pero todavía llevas contigo su raíz, la naturaleza mala de donde salen esas obras. Ese es el pecado que vive en nosotros y por el cual te dejabas dominar cuando aún eras un pecador.
En el resto de este capítulo y en los siguientes se explica lo que Dios ha hecho con el pecado, con esa naturaleza mala. Él ha procedido de una manera muy distinta con el pecado que vive en ti, o sea la naturaleza mala de donde salen esos hechos, que con los mismos hechos malos. Por ello, debes permitir que la enseñanza de esta porción penetre bien en tu corazón. En esta carta ya has encontrado algunos pasajes un poco más difíciles de comprender, y esta tampoco es una porción fácil de entender. Pero de verdad es muy importante para una vida de fe equilibrada y para un desarrollo sano de esa vida. Te convencerás de ello cuando veas la manera como Pablo se extiende en este tema.
En el versículo 12 empieza afirmando que el pecado entró al mundo por un solo hombre, el primer hombre, Adán. Con el pecado también vino la muerte. El pecado y la muerte están enlazados de manera indisoluble. Dios le había dicho a Adán en Génesis 2: “El día que de él comas, ciertamente morirás” (Gén 2:17). Pero este grave efecto del pecado de Adán no fue sólo para él mismo. Todos los hombres y todas las mujeres que nacieron después de Adán, heredaron de él esta misma naturaleza mala.
Y la consecuencia es que todos los hombres y mujeres que han vivido, tarde o temprano murieron. Ninguno de la descendencia de Adán permaneció vivo, por lo menos yo no conozco ninguna excepción. ¿Acaso tú sí? Las consecuencias de lo que hizo Adán son radicales. Como cada hombre peca, cada hombre muestra en la práctica que desciende de Adán. Por fortuna con eso no se ha dicho la última palabra, como lo mostrarán los próximos versículos.
V13-14. Los versículos 13-17 son una interrupción, en algunas versiones de la Biblia aparecen entre paréntesis. En los versículos 13-14 dice que el problema del pecado no es algo con lo cual sólo tenían que ver los judíos quienes habían recibido la ley. El pecado no entró al mundo con Israel, cuando ese pueblo recibió la ley, sino que ya estaba presente en el mundo desde mucho tiempo atrás. Lo único que hace la ley es ordenar o prohibir algo. Si no se ha dado ninguna ley, tampoco puedes desobedecerla y por lo tanto tampoco puedes ser castigado con base en la ley. Pero la ley no cambiaba el hecho de que reinaba la muerte.
Adán había desobedecido un mandamiento (no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal) y había muerto. Pero todos los que vivieron en el período entre Adán y Moisés también murieron, aunque no habían desobedecido un mandamiento como ése.
Con todo, queda claro que el pecado y la muerte entraron al mundo por Adán y desde Adán. Pero, como dije antes, el pecado y la muerte no tienen la última palabra. Allí donde entraron cosas tan horribles por un hombre, Adán, allí vino otro hombre, Cristo, y efectuó cosas maravillosas. En cierto modo Adán es una figura de aquel que iba a venir, o sea de Cristo. Esto se explica en los próximos versículos.
Lee de nuevo Romanos 5:12-14.
Para reflexionar: De tu propia vida o de la vida de algún otro, ¿recuerdas acontecimientos que hayan tenido consecuencias para otras personas?
15 - 21 Cristo y Adán
15 Pero no sucede con la dádiva como con la transgresión. Porque si por la transgresión de uno murieron los muchos, mucho más, la gracia de Dios y el don por la gracia de un hombre, Jesucristo, abundaron para los muchos. 16 Tampoco sucede con el don como con [lo que vino] por medio de aquel que pecó; porque ciertamente el juicio [surgió a causa] de una [transgresión], resultando en condenación; pero la dádiva [surgió a causa] de muchas transgresiones resultando en justificación. 17 Porque si por la transgresión de uno, por este reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por medio de uno, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia. 18 Así pues, tal como por una transgresión resultó la condenación de todos los hombres, así también por un acto de justicia resultó la justificación de vida para todos los hombres. 19 Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno los muchos serán constituidos justos. 20 Y la ley se introdujo para que abundara la transgresión, pero donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia, 21 para que así como el pecado reinó en la muerte, así también la gracia reine por medio de la justicia para vida eterna, mediante Jesucristo nuestro Señor.
En estos versículos encuentras una comparación entre Adán y Cristo. Ambos se encuentran a la cabeza de una generación humana. Esas generaciones son los dos grupos en los cuales puede dividirse la humanidad. Todo ser humano pertenece a Adán, cabeza de una generación caída en el pecado, o bien a Cristo, cabeza de una generación justificada. Las consecuencias de lo que hizo Adán valen para los integrantes de su grupo y las consecuencias de lo que hizo Cristo valen para los integrantes del suyo. Esta porción no es tan fácil de explicar. Debes tratar de comprenderla versículo por versículo. Quiero ayudarte un poco mostrando las diferencias entre Adán y Cristo, consignadas en cada versículo.
V15. Aquí hay una comparación entre el don de la gracia (o sea Cristo, quien fue dado por Dios) y la transgresión o infracción (cometida por Adán). Tanto el delito como el don tienen grandes consecuencias para otras personas. El delito de un hombre, Adán, implicó la muerte para todos los hombres. Lo que hizo todavía actúa en su descendencia. Desde Adán también “los muchos” murieron. Por ventura, frente a esto está el don de Dios en Jesucristo. Este don también actúa todavía en todos los que le han recibido. Y este don de gracia sobrepasa el delito de manera muy amplia. Cualquiera de “los muchos” lo reconocerá con gratitud. ¿Cierto que tú también?
V16. Aquí hay una comparación entre el don y el pecado. El motivo del juicio fue «apenas» un solo pecado. El motivo de nuestra justificación fueron nuestras muchas transgresiones. Dios las ha quitado todas porque su Hijo se entregó en la cruz.
V17. Aquí hay una comparación entre los resultados. Como resultado de la infracción de uno solo, Adán, la muerte entró al mundo y reinó. Pero mira el resultado del don. Todo aquel que ha recibido el don de la justicia, reinará en vida. Eso se hizo posible gracias a uno solo, Jesucristo. Quien le pertenece ha pasado de la muerte a la vida.
V18. Aquí se trata de las consecuencias de la acción de Adán y de la acción de Cristo. Las consecuencias de una sola acción de Adán afectan a todos los hombres y significan para todos ellos la condenación. Esto quiere decir que todo el que forma parte del grupo de Adán, o sea, quien no se ha arrepentido, en efecto será condenado. Pero las consecuencias de la obra de Cristo también se extienden a toda la humanidad. Todas las personas pueden participar de una vida nueva, para la cual la condenación no tiene validez.
V19. En este versículo encuentras la última comparación. ¿Quién pertenece a la generación de Adán y quién a la de Cristo? Todos los pecadores corresponden a Adán, porque él fue desobediente. Todos los justos corresponden a Cristo, porque Él fue obediente.
Hay una diferencia entre los versículos 18 y versículos 19.
En el versículo 18 dice que todos los hombres caen bajo condenación como consecuencia de la acción de Adán. Pero todos también pueden ser justificados por la obra de Cristo. Aquí se trata entonces del alcance de las consecuencias de lo que hicieron Adán y Cristo. Ellas se extienden a todos los hombres y mujeres.
Pero en el versículo 19 no dice “todos los hombres” sino “los muchos”. Aquí dice a quiénes se aplican en realidad las consecuencias de lo que hizo Adán o de lo que hizo Cristo. El que integra el grupo de Adán ha sido constituido pecador. El que integra el grupo de Cristo ha sido constituido justo.
V20. Entonces vino la ley. El hombre ya era pecador. Pero por la ley se hizo mucho más evidente que lo era, porque la infringió. Así la situación del hombre se volvía cada vez más desesperante. ¿Pero qué lees enseguida? “Cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia”. La gracia de Dios siempre es mucho más grande que el pecado del hombre.
V21. Para ti el pecado ya no reina para muerte, sino que reina la gracia. Observa bien que la gracia reina por la justicia, no porque Dios hiciera como si el pecado ya no existiera. Tú recibiste gracia porque la justicia de Dios fue satisfecha. El resultado es que has recibido vida eterna. Muy pronto podrás disfrutar de esa vida en toda su plenitud en la gloria de Dios. Y todo eso por Jesucristo, nuestro Señor. ¡Qué Dios y qué Señor tenemos!
Lee de nuevo Romanos 5:15-21.
Para reflexionar: Busca otras diferencias entre Cristo y Adán (mira por ejemplo Primera a los Corintios 15 versículo 45).