1 - 4 El misterio de Cristo
1 Por esta causa yo, Pablo, prisionero de Cristo Jesús por amor de vosotros los gentiles 2 (si en verdad habéis oído de la dispensación de la gracia de Dios que me fue dada para vosotros; 3 que por revelación me fue dado a conocer el misterio, tal como antes os escribí brevemente. 4 En vista de lo cual, leyendo, podréis comprender mi discernimiento del misterio de Cristo,
El capítulo 3 es una especie de paréntesis. Comprenderás lo que quiero decir con ello si comparas el versículo 1 de este capítulo con el primer versículo del capítulo 4 (Efe 4:1). Después de haber escrito sobre los consejos de Dios en el capítulo 1 y sobre el modo en que Dios nos hizo partícipes de ellos, cabría esperar que Pablo nos dijera ahora lo que eso significa para tu práctica, para tu caminar.
Parece como si quisiera empezar con eso en el capítulo 3. Sin embargo, eso sólo ocurre en el capítulo 4. Allí comienza con casi las mismas palabras con las que empieza el capítulo 3, y luego siguen las amonestaciones que pertenecen a sus enseñanzas que dio en el capítulo 2.
Sin embargo, el Espíritu Santo le lleva a escribir primero el capítulo 3. ¿Por qué? Para explicarle que a él, Pablo, se le había confiado este servicio particular de dar a conocer «el misterio de Cristo» (versículo 4). Ese misterio no era una idea o invención suya, sino que se lo había revelado Dios (versículo 3). Este misterio trata del hecho de que judíos y gentiles forman juntos la iglesia y que están unidos a Cristo como un cuerpo. La diferencia entre judío y gentil ha desaparecido.
V1. Empieza con «yo, Pablo» y subraya así la verdad absolutamente única que sólo le fue revelada a él. Fue el primer hombre al que Dios informó de ello. También subraya la autoridad apostólica con la que ahora transmite esta revelación. Lo que Pablo enseña es totalmente distinto de lo que los judíos leían en el Antiguo Testamento. Así es, pues no podemos encontrar allí las cosas que vimos en los capítulos 1-2.
La predicación de esta verdad le ha convertido en un «prisionero». Por eso escribe que era prisionero «por amor de vosotros los gentiles». Cuando habló de que Dios quería que fuera a los gentiles en Hechos 22, los judíos se enfurecieron y quisieron matarle (Hch 22:21-23). Eso no ocurrió, pero toda la historia -puedes leerla en Hechos 23-28- termina con él prisionero en Roma. Sin embargo, no se considera prisionero del César, sino «prisionero de Cristo Jesús».
Lo que podemos aprender de esto es que, pase lo que pase en nuestra vida, podemos verlo todo en relación con el Señor Jesús. Eso nos protegerá contra la amargura. Entonces sí que podremos hacer frente a las decepciones. Pablo podría haber estado lamentándose por no estar ya activo para su Señor. Pero, ¿qué ves? Exactamente en su encarcelamiento escribe algunas cartas que leemos en la Biblia. La carta a los Efesios es una de ellas.
V2. Pablo permaneció tres años en Éfeso (Hch 20:31). En ese tiempo, los efesios se familiarizaron con « la dispensación» que se le había confiado a Pablo. La palabra «dispensación» deriva de la palabra economista, literalmente: administrador de una casa. Un ejemplo de tal persona es José, que era el administrador de «la casa(bodega)» de Potifar y a quien se confiaron todas las personas y bienes de la casa de Potifar.
Este hecho conecta con el capítulo anterior, en el que se habla de la casa de Dios. A Pablo le confió Dios los bienes de esa casa, las maravillosas verdades de esa casa. Se le permite presentar los bienes de la casa de Dios en su gloria a los que son miembros de esa casa. Pablo está muy impresionado por ello.
Sin embargo, su asombroso servicio no le enorgullece. Señala que este servicio que le fue encomendado por el bien de la iglesia, brota de la «gracia de Dios». También todo el contenido de lo que se le confía consiste en esta gracia. Es importante ser continuamente consciente de esto si puedes hacer algo por el Señor. Puedes hacerlo porque conoces su gracia; esta gracia es también lo que transmites a los demás en tu servicio.
V3. «El misterio» que Dios dio a conocer a Pablo «por revelación» está oculto en el Antiguo Testamento. Hay dos ideas erróneas concebibles en relación con este misterio. La primera es suponer que estaba presente en las Escrituras del Antiguo Testamento, pero oculto, y que ahora el Espíritu Santo muestra a Pablo dónde encontrarlo. Pero eso no es correcto. No era algo que estuviera oculto en el Antiguo Testamento. Tampoco podría haberlo descubierto nunca, pues sencillamente no estaba presente en él.
El segundo error consiste en suponer que también para nosotros sigue siendo un misterio. Si pensamos eso, ignoramos su revelación. A menudo también es una excusa para no profundizar demasiado en este asunto, pues no es posible comprenderlo; al fin y al cabo, es un misterio. A veces incluso se hace referencia a 1 Corintios 2 (1Cor 2:9), mientras que el versículo siguiente (1Cor 2:10) se ignora por comodidad.
Es realmente cierto que, por un lado, se trata de algo que estaba oculto en Dios desde la eternidad (versículo 9) y, por otro lado, ¡se da a conocer ahora, primero a Pablo y después, a través de él, a ti y a mí y a todos los demás miembros de la iglesia! Pablo ha escrito «brevemente» sobre esto antes. Se refiere aquí a lo que escribió al respecto en los capítulos anteriores.
V4. Presenta lo que acaba de decir a los lectores para que lo consideren. Podrían concluir que escribe como alguien que está plenamente informado. Parece fácil, pero sólo puedes formarte una opinión de lo que escribe Pablo si lees lo que escribe. Eso es lo que dice a los efesios, y también a nosotros. Por tanto, leer significa algo más que ver las cartas. Leer es recibir el mensaje, intentar comprender lo que dice el escritor. En este caso, una mente espiritual recta es una condición absoluta. Nota: no se trata de una capacidad intelectual, sino de un corazón que desea recibir y comprender el misterio (Efe 1:17-18).
Se trata nada menos que del «misterio de Cristo». Podrías haber esperado que ahora hablara del «misterio de la iglesia», ya que ése es el tema que nos ocupa. Al fin y al cabo, se trata del carácter particular de la iglesia, en la que judío y gentil se han hecho uno. Sin embargo, eso no sucede y Pablo escribe sobre «el misterio de Cristo», como dice literalmente.
De hecho, este detalle nos muestra el núcleo del misterio. No se trata sólo de que los creyentes judíos y gentiles estén relacionados entre sí, sino de que han sido hechos un cuerpo. Se trata de la unidad entre la cabeza en el cielo y los miembros en la tierra.
Dios tenía el propósito de unirnos, pero sobre todo de unirnos con la cabeza. Fue su consejo dar un cuerpo a Cristo. En el capítulo 5 vemos otra imagen de ese misterio: «Grande es este misterio, pero hablo con referencia a Cristo y a la iglesia» (Efe 5:32). Así pues, cuando se habla de «Cristo», es porque Dios quiere que todo el énfasis recaiga sobre Él.
Tú y yo lo aceptamos de corazón. Se trata de Él.
Lee de nuevo Efesios 3:1-4.
Para reflexionar: ¿Qué significa la «administración» de Pablo y qué es «el misterio»?
5 - 7 Coherederos, comiembros, coparticipandos
5 que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora ha sido revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu; 6 [a saber], que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, participando igualmente de la promesa en Cristo Jesús mediante el evangelio, 7 del cual fui hecho ministro, conforme al don de la gracia de Dios que se me ha concedido según la eficacia de su poder.
V5. El misterio de la iglesia no fue revelado en tiempos del Antiguo Testamento. No sólo era desconocido para el pueblo de Israel, sino para «los hijos de los hombres». Cuán privilegiado era Israel en todo lo que Dios le había dado a conocer de sí mismo, y sin embargo la iglesia no se mencionaba en aquellas comunicaciones. A ningún hombre, judío o gentil, le dijo Dios nada al respecto. Realmente era un secreto.
Ese secreto ha sido revelado ahora a todos los «santos y fieles en Cristo Jesús» (Efe 1:1). Para todos los incrédulos sigue siendo un misterio, y por desgracia también para todos los creyentes que no se interesan por estas cosas. Esta falta de interés puede deberse a la indiferencia, pero también a una concepción errónea de la posición del creyente en la tierra. Quien piense que la mayor misión del cristiano es «mejorar el mundo», no llegará a descubrir la verdadera vida cristiana. Esa vida real consiste en mostrar en la tierra que todos sus intereses están en el cielo, porque Cristo, con quien ha sido hecho uno, está allí.
Hay otro aspecto significativo en relación con el hecho de que la iglesia no se diera a conocer en el Antiguo Testamento. Es el hecho de que algo así como una «iglesia desde Adán» no puede existir. Dios guardó silencio sobre la iglesia en el Antiguo Testamento. En Mateo 16 el Señor Jesús rompe este silencio cuando dice: «Sobre esta roca edificaré mi iglesia» (Mat 16:18). Es la primera vez que se habla de este misterio.
El Señor Jesús utiliza también el tiempo futuro: «edificaré». Para edificar su iglesia tuvo que morir, levantarse, ascender al cielo y enviar desde allí al Espíritu Santo. Mediante la efusión del Espíritu Santo, acontecimiento que se menciona en Hechos 2 (Hch 2:1-4), la iglesia es «bautizada en un solo cuerpo» (1Cor 12:13). Los que estuvieron presentes en este acontecimiento no se dieron cuenta de que por este medio se establecía la iglesia.
Lo que es la iglesia, cómo Dios la ha tenido siempre en mente y la forma en que Él lleva a cabo sus pensamientos sobre ella, se lo reveló a Pablo. Sólo en las cartas de Pablo encontrarás enseñanzas sobre la iglesia. Por eso es especialmente apartado, uno de esos «santos apóstoles y profetas» de Jesucristo.
V6. Lo que significa ese misterio se describe en este versículo. Hay tres frases que se utilizan aquí y de las cuales ninguna se encuentra en el Antiguo Testamento:
1. coherederos,
2. (co)miembros del mismo cuerpo
3. (co)participando igualmente de la promesa en Cristo.
Se trata de un fenómeno completamente nuevo, en lo que se han convertido juntos gentiles y judíos.
En cierto modo, la bendición también se prometió a las naciones en el Antiguo Testamento, pero sólo a través de Israel, que seguía siendo una nación separada. También en el futuro, en el reino milenario, cuando todas las bendiciones que Dios hizo se hagan realidad tanto para Israel como para las naciones, Israel seguirá siendo una nación separada. Que los gentiles sean coherederas y miembros de un mismo cuerpo, en el que haya desaparecido toda diferencia entre los judíos y las demás naciones, eso estuvo oculto hasta el momento en que Dios se lo reveló a Pablo.
Ahora bien, ¿qué hace que el misterio de la iglesia vaya más allá de lo que se ha dado a Israel? En primer lugar, porque los creyentes judíos y gentiles están emparentados como «coherederos» con aquel que reinará sobre todas las cosas que están en los cielos y en la tierra (Efe 1:10). Esta asombrosa herencia va mucho más allá de lo que Israel poseerá como nación separada en el futuro.
Pueden ser herederos juntos, pero no tener más relación entre sí. Sin embargo, el creyente judío y el creyente gentil ya no están separados el uno del otro. Las palabras «miembros del mismo cuerpo» indican una conexión que no puede describirse más íntimamente. Significa que los creyentes de los gentiles pertenecen ahora al mismo cuerpo junto con los creyentes judíos: forman juntos un cuerpo.
Este segundo «co» va más allá que el primer «co». Para el judío era bastante comprensible compartir una herencia, pero formar un cuerpo con los gentiles está más allá de su comprensión.
El tercer «co» se refiere a ser «participando igualmente de la promesa en Cristo Jesús» tanto del judío como del gentil. La cuestión es a qué promesa nos referimos aquí. No se trata de ninguna promesa que Dios haya hecho en el Antiguo Testamento. Como sabemos lo que dice el versículo 5, se trata de una promesa que antes estaba oculta en Dios. Pero, ¿no es una promesa algo que se hace a una persona? Sí, así es, y el segundo versículo de Tito 1 puede ser una ayuda para la pregunta. Allí lees sobre «la esperanza de vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde los tiempos eternos» (Tito 1:2), es decir, antes de que comenzara el tiempo.
Así pues, cuando aún no existía el hombre, Dios ya había hecho una promesa, pero ¿a quién? No puede tratarse de otra cosa que de la promesa que el Padre hizo a su Hijo, el Hijo eterno. Esta promesa es la vida eterna. Aunque Tito 1 no trata de Cristo y la iglesia, sino de lo que Dios prometió a cada creyente, el carácter de la promesa sigue siendo aplicable a la iglesia.
El cumplimiento de esta promesa sólo pudo ocurrir cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra y realizó la obra que el Padre quería que hiciera (Jn 17:1-4). Sólo entonces pudo Dios cumplir «la promesa de vida en Cristo Jesús» (2Tim 1:1), dando esta vida a todos los que están relacionados con Él. La vida eterna pertenece a todos los que pertenecen a la iglesia. Por ser partícipes de esta promesa, somos capaces de disfrutar de las bendiciones de las otras dos cosas que compartimos.
Además, esta promesa va más allá de todas las promesas que se hicieron a Israel, tanto literaria como espiritualmente. Las promesas a Israel tienen que ver con la vida y las bendiciones materiales aquí en la tierra. La «promesa en Cristo Jesús» está en consonancia con la vida eterna y las bendiciones espirituales en el cielo.
Todos los aspectos gloriosos que encerraba «el misterio de Cristo» (versículo 4), han llegado a nosotros «por medio del evangelio». Ésa es la forma a través de la cual Dios nos ha revelado todas las riquezas de Cristo.
V7. Pablo se convirtió en siervo del evangelio; predicó el evangelio y así dio a conocer el misterio. No se jacta de ello. Es consciente de que lo recibió por la gracia de Dios. El contenido de su predicación, la enorme riqueza de la misma, la forma en que sirve, todo ello se debe únicamente a la gracia de Dios.
¿Quién es capaz de medir la gracia de Dios? Nadie. Por eso nadie es capaz de medir el contenido del evangelio que Pablo trae aquí. Pablo considera que es una tarea para la que él mismo no tiene poder. Pero Dios le da la posibilidad de cumplir su servicio «según la eficacia de su poder».
La gracia de Dios es la fuente de la que procede todo. Ya lo hemos visto y veremos más. Sólo por el poder de Dios, que hizo a Pablo capaz de predicar este rico evangelio, hemos llegado a ser también partícipes.
Lee de nuevo Efesios 3:5-7.
Para reflexionar: ¿Qué diferencias surgen en estos versículos entre las bendiciones para Israel y las de la iglesia?
8 - 10 Las inescrutables riquezas de Cristo
8 A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, se me concedió esta gracia: anunciar a los gentiles las inescrutables riquezas de Cristo, 9 y sacar a luz cuál es la dispensación del misterio que por los siglos ha estado oculto en Dios, creador de todas las cosas; 10 a fin de que la infinita sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en las [regiones] celestiales,
V8. Es sorprendente ver cómo Pablo habla aquí de sí mismo, visto a la luz de esta carta. Es una carta de contrastes. En primer lugar, se describe al hombre en su absoluta corrupción (Efe 2:1-3). Frente a eso, has visto cómo al hombre se le ha dado una posición maravillosamente exaltada en Cristo. Este contraste también lo ves representado en el ministerio de Pablo. Antes era un perseguidor de la iglesia y, por tanto, del Señor. Y exactamente este hombre, que destruyó la iglesia, recibió la gracia de predicar a los gentiles las insondables riquezas de Cristo. Por eso se llama a sí mismo «el más pequeño de todos los santos».
Tiene un impacto tan grande en él cuando piensa en el contenido del mensaje que se le permite predicar, que hace que se llame a sí mismo así. Ésta es la actitud que conviene a todo el que recibe una tarea del Señor, ¿y quién no la tiene? Todo lo que entendemos de la verdad debería hacernos pensar cada vez menos en nosotros mismos.
Cuando se trata de este glorioso ministerio que se le ha encomendado, se compara con «todos los santos». A ellos, en efecto, va dirigida esta carta (Efe 1:1) y a ellos predica todas estas maravillosas nuevas. Pero no se pone por encima de ellos, sino al contrario, por debajo. Pablo tiene esta actitud todo el tiempo. Cuando se compara con otros apóstoles, se llama a sí mismo «el más insignificante de los apóstoles» (1Cor 15:9). Cuando se compara con los pecadores, dice «entre los cuales yo soy el primero» (1Tim 1:15). La verdad que se le permite predicar influye en su actitud. Que comprendamos la verdad debe ser cuestión de nuestro corazón y entonces también veremos nuestra pequeñez. Cuando sólo cuenta el conocimiento, nos envaneceremos (1Cor 8:1).
Pablo siente su pequeñez cuando ve el enorme alcance de su ministerio («los gentiles») y el contenido que todo lo sobrepasa («las inescrutables riquezas de Cristo»). Él, y nadie más, recibe la orden de anunciar cosas tan ricas, que nunca podrían ser escudriñadas plenamente por nadie. Aquí también se trata del Cristo de nuevo, lo que significa: Cristo junto con su iglesia.
V9. Mediante la proclamación de cosas tan elevadas se hizo evidente («sacar a luz») lo que hasta entonces estaba oculto en Dios. Sobre las palabras «dispensación» y «misterio», ya he dicho algo en el estudio de los versículos 2-3 de este capítulo, donde también aparecen estas palabras. Al ejercer su ministerio, Pablo cumple con su mayordomía. A él le confió Dios lo que antes guardaba para sí: un misterio que sólo conocían las tres Personas de la Divinidad. Llegó entonces el momento en que Dios dio a conocer sus consejos. Pablo era el instrumento que Dios había elegido para dar a conocer su misterio.
El propósito de esta revelación se encuentra en el versículo 10, pero antes se dice una cosa más de Dios, que no debe pasarse por alto. Se trata de la expresión «Dios, creador de todas las cosas». ¿Cómo puede Pablo referirse aquí de repente a la creación, mientras trata de tantas cosas celestiales y eternas? Claro, nuestros pies siguen en la tierra, pero hasta ahora esta carta trata de nuestra posición en los lugares celestiales y de nuestras bendiciones en y con Cristo, ¿no es cierto? Eso también es cierto, pero sólo porque nuestros pies estén aún en la primera y antigua creación, seguimos teniendo todo que ver con ella.
La voluntad de Dios es que sus consejos, que se refieren todos a algo totalmente nuevo que se ha realizado fuera de la vieja creación, se hagan visibles en esta vieja creación. Dios ha creado todas las cosas para que sirvan, como plataforma, para mostrar lo que estaba oculto en Él.
Podía haber quitado lo viejo e introducir lo nuevo. También podría haber colocado lo nuevo junto a lo viejo. Podría haber transformado lo viejo en nuevo. No hizo nada de eso. Utiliza lo antiguo para hacer visible lo totalmente nuevo, es decir, Cristo y la iglesia perfectamente unidos.
V10. Y eso no más tarde, cuando se cumpla lo que leemos en Efesios 1 (Efe 1:10), sino ya «ahora». Dios se había revelado en el pasado de ciertas maneras. Lo hizo en la creación (Rom 1:20). Sin embargo, no se reveló plenamente en ella. Lo que vemos en ella es la sabiduría de su creación. Los ángeles han visto esa sabiduría y se han regocijado en ella (Job 38:7). También vieron que Dios creó a los hombres, que el hombre gozaba de la atención especial de Dios y que Él seguía su camino con el hombre. Lo vieron y admiraron cómo Dios trataba al hombre que se volvía rebelde.
Pero ahora ese mismo Dios mostraba algo que al principio desconocían. En el futuro lo someterá todo a un Hombre. Pero el Hombre al que lo somete, es nuevo, pues ese Hombre es Cristo y la iglesia. Esto estaba oculto en el corazón de Dios, pero se está dando a conocer a los ángeles mediante la existencia de la iglesia.
Los poderes angélicos buenos y malos, «los principados y potestades en las [regiones] celestiales», no tienen palabras para lo que ven de sabiduría, cuando miran a la iglesia. Esta sabiduría es tan única, que supera a toda otra sabiduría. Esta sabiduría es completamente nueva y no sólo se encuentra en una nueva fase de despliegue de su sabiduría. Es «la infinita [o mejor: la multiforme] sabiduría de Dios», lo que significa una sabiduría en todos los aspectos gloriosos posibles. Y esa sabiduría se ve en los que forman juntos la iglesia, no en lo que son por sí mismos, sino en lo que Dios ha hecho de ellos.
Que Dios es todopoderoso y soberano lo sabían los ángeles. Si Dios quería poner al hombre por encima de los ángeles, era libre de hacerlo. Pero la forma en que Dios lo hace revela su sabiduría, y de eso se trata aquí. No sólo actúa con omnipotencia, sino que lo hace de forma totalmente justa y de acuerdo con todo lo que es en sí mismo: la revelación perfecta del amor y de la luz. Cuando Él trata así a la iglesia, no significa que sea injusto con alguna de sus otras criaturas o que esté en contradicción con algo que hay en Él.
Los ángeles ocupaban un lugar más elevado en la creación que los hombres. ¿No es injusto entonces que ahora haya dado a criaturas insignificantes que fueron desobedientes a Dios y además llevaron al Creador a la cruz, un lugar por encima de los ángeles que siempre le han servido fielmente y nunca han hecho nada contra Él? No, pues el trabajo necesario para ello lo realizó un Hombre, Jesucristo, en la cruz del Calvario. Allí ha revelado que Dios es luz y amor.
Ha mostrado el odio de Dios contra el pecado y su amor por el pecador en todos sus aspectos. Allí ha restaurado todo lo que había sido destruido por obra de satanás y sus ángeles. Abrió el camino a Dios, para que pudiera cumplir sus consejos. Dios le recompensó por ello dándole un lugar por encima de todo, y allí hizo que la iglesia fuera una con Él (Efe 1:20-23). Los ángeles lo ven y reconocen en ello la múltiple sabiduría de Dios.
Lee de nuevo Efesios 3:8-10.
Para reflexionar: ¿Por qué está ahora la iglesia en la tierra?
11 - 13 Acceso con confianza
11 conforme al propósito eterno que llevó a cabo en Cristo Jesús nuestro Señor, 12 en quien tenemos libertad y acceso [a Dios] con confianza por medio de la fe en Él. 13 Ruego, por tanto, que no desmayéis a causa de mis tribulaciones por vosotros, porque son vuestra gloria).
V11. Lo que Pablo presentó en los versículos anteriores, lo que él destacó, estaba en el corazón de Dios desde la eternidad. Me refiero al tiempo anterior a la creación, al que no puedes llamar «tiempo», pues en la eternidad falta toda noción de tiempo. La eternidad es intemporal. Dios está fuera y por encima del tiempo. Ahora conocemos algo como tiempo porque Dios lo ha creado. Eso puedes leerlo en Génesis 1.
Antes de la creación, ya existía un propósito de Dios respecto a la iglesia. Cuando comenzó el tiempo, Dios no dio a conocer este «propósito eterno» de inmediato. No ha hablado de ello en ninguna profecía ni ha dado ninguna promesa al respecto a los hombres de la tierra. Sobre este propósito eterno también leemos en el capítulo 1 de esta carta (Efe 1:4,11). Allí se trata de nuestras bendiciones personales. Aquí se trata de nuestras bendiciones como iglesia, que todos los creyentes han recibido juntos.
Pero cualquiera que sea la bendición que se considere, nunca es aparte del Señor Jesús. Dios ha «llevado a cabo» este propósito eterno «en Cristo Jesús nuestro Señor». Él es el centro del mismo. Habla del maravilloso placer que Dios ha tenido en su Hijo desde la eternidad. Ese placer ha obtenido una razón adicional mediante la vida y la muerte del Hijo de Dios que se hizo Hombre (Jn 10:17; Mat 3:17). Todo lo que Dios se propone y hace, apunta a su Hijo.
Al Hijo se le menciona aquí por su nombre extendido:
1. Es el «Cristo», que significa «el Ungido», el Hombre de la complacencia de Dios, en quien Dios encuentra su gozo.
2. 2. Es «Jesús», el Hombre humilde que vivió perfectamente en la tierra para gloria de Dios y que llevó a cabo su obra.
3. Él es también «nuestro Señor», la Persona a quien nos sometemos completamente con placer, reconociendo su autoridad sobre nuestra vida.
Quien Le conoce, está de acuerdo de corazón con el propósito eterno de Dios de convertirle en el Centro del universo y de la eternidad.
V12. Lo anterior no se despliega para «ojos de vuestro corazón sean iluminados» (Efe 1:18) sólo para admirar lo admirable que es todo en verdad. Invita a permanecer audazmente en estas bendiciones. Eso significa que puedes sentirte a gusto en la presencia del Padre. Piensa en cuál es la base de esta audacia.
Hasta ahora has podido admirar los asombrosos consejos de Dios. Te ha impresionado que Dios te haya permitido vislumbrar los misterios de su corazón que estaban ahí desde la eternidad, y que además te lo haya dado a conocer. Todo ello es tan grandioso que te haría sentir tan tímido que ni siquiera te atreverías a poner un pie en aquella tierra sagrada. Pero, ¿qué es lo que también viste? Que el Centro de todos esos consejos de Dios es «Cristo Jesús nuestro Señor». Si fueras demasiado tímido para poner los pies en esos consejos, entonces podrías pensar: el centro de todo esto es nuestro Señor, ¿no es así?
Antes de que existiera el tiempo, antes de que los ángeles cayeran en el pecado, antes de que el hombre cayera en el pecado, Él ya era el Centro. Cuando el pecado entró en el mundo, Él vino y resolvió el enorme problema del pecado. Te encomendaste a Él. Él es quien vino a la tierra por ti y quien murió por ti, no sólo para redimirte de tus pecados, sino también para darte estas maravillosas bendiciones. De estas bendiciones Él es el Centro.
Entonces no tienes que sentirte tímido para permanecer en esas bendiciones y disfrutar de ellas. Puedes moverte y expresarte libremente allí. «Confianza» significa algo así como tener la conciencia libre para decir todo lo que hay en tu corazón. Sin ninguna carga en tu corazón, puedes residir allí y disfrutarlo al máximo.
Pero aunque ahora tengas la audacia, no te serviría de nada si no tuvieras acceso a esas bendiciones. Eso es lo que aclara la segunda parte de este versículo. Tienes «acceso» e incluso «acceso [a Dios] con confianza». Dios eliminó todos los obstáculos. El acceso es libre. Tienes la confianza de que a Dios le gusta verte en su presencia. No es el caso de que simplemente te tolere en su presencia, sino que realmente ama tenerte con Él, ya que la base es «por medio de la fe en Él».
Puede que aquí estés pensando que se trata de la fe en el Señor Jesús como tu Salvador. Seguramente eso tiene que ver, pero va un paso más allá. Se trata de la fe en aquel en quien Dios ha alcanzado su propósito eterno, es decir, Cristo Jesús, nuestro Señor. Claro, Él es quien fue a la cruz para morir allí por tus pecados y darte así acceso a Dios (Rom 5:1-2). Pero en la carta a los Efesios le ves como el Centro de todos los consejos de Dios. Si has aprendido a conocerle así y le has aceptado por la fe de ese modo, entonces puedes entrar en la presencia de Dios con plena confianza para admirarle y adorarle por todo lo que tenía pensado para la iglesia desde la eternidad.
Que puedas pertenecer a la iglesia, se lo debes a la obra que Cristo ha realizado en la cruz. En la cruz, la perfecta dedicación y glorificación de Dios han alcanzado su cima y coronación. Sobre esta base Dios realizará sus planes. Que tú, como miembro de la iglesia de Dios, participes en esos planes, es una maravilla de la gracia digna de toda adoración.
V13. Puesto que Él ha pagado el precio de darte todo esto, no debes «desmayéis a causa de mis tribulaciones». En el versículo anterior se presenta tu relación con Dios. En este versículo ves cómo te relacionas con el mundo. Con Dios tienes audacia, acceso y confianza. Con el mundo puedes enfrentarte a tribulaciones. Aunque no entiendas por qué tienes tribulaciones, puedes aceptar a través de tu confianza en Él que hay sabiduría y amor detrás de ellas. Confías en que todo es sólo por tu bien. Para Pablo ése era el caso.
Las palabras «por tanto» con las que comienza este versículo, se refiere al anterior y da la razón a lo que pide. Dios podría haberle rescatado de su encarcelamiento como liberó a Pedro (Hch 12:7-11), pero no lo hizo. ¿Qué hizo el Señor? Estuvo con Pablo, le ayudó y le hizo comprender todo lo que ahora tenemos en sus cartas.
El encarcelamiento, aparentemente el final de su ministerio, se convirtió en la corona de su obra, en el cumplimiento íntegro de su mayordomía. La razón por la que Pablo fue encarcelado y tuvo tribulaciones allí, fue por la verdad que llevó a los efesios. No debían desanimarse por su encarcelamiento, sino animarse. Estar relacionado con un Cristo celestial y vivir coherentemente de acuerdo con esa relación, sólo crea hostilidad por parte de las personas religiosas que se adhieren a una religión terrenal o carnal.
Pablo no está ocupado con su propia situación. Le preocupa que todas las verdades maravillosas no surtieran efecto en la vida de los creyentes de Éfeso, a causa de su encarcelamiento. Podrían estar pensando: «No estamos dispuestos a pagar ese precio». Por eso Pablo les señala que fue encarcelado sólo por la práctica de su mayordomía, que consistía en la predicación de «las inescrutables riquezas de Cristo entre los gentiles», a la que también pertenecían los efesios. Las tribulaciones no eran un añadido, sino que iban totalmente unidas a la predicación de la verdad. Para él, las tribulaciones eran la contrapartida terrenal de la gloria celestial.
El cristiano que sea consciente de ello considerará las tribulaciones que surjan como un privilegio y una gloria debido a su relación con un Señor celestial.
Lee de nuevo Efesios 3:11-13.
Para reflexionar: ¿Cuáles son tus privilegios en relación con tu conexión con Dios y cuál es la consecuencia de ello para tu conexión con el mundo?
14 - 17 La oración al Padre
14 Por esta causa, [pues], doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, 15 de quien recibe nombre toda familia en el cielo y en la tierra, 16 que os conceda, conforme a las riquezas de su gloria, ser fortalecidos con poder por su Espíritu en el hombre interior; 17 de manera que Cristo more por la fe en vuestros corazones; [y] que arraigados y cimentados en amor,
V14. Las grandes verdades que Pablo ha podido presentar hasta aquí llenan también su propio corazón. Abrumado por todo lo que ha recibido de Dios, cae de rodillas ante «el Padre» de nuestro Señor Jesucristo. En el capítulo 1 ya entró en oración a Dios. Allí se centró en «el Dios de nuestro Señor Jesucristo» (Efe 1:17). Ya aclaré la distinción entre «el Dios de» y «el Padre de» en el estudio del capítulo 1:3.
En el capítulo 1, Pablo reza para que los efesios también aprendan a comprender y a disfrutar de las riquezas que ha descrito. Seguramente podía escribirles que habían sido bendecidos con todas las bendiciones espirituales en los lugares celestiales, pero no tenía la capacidad de hacer que fueran capaces de hacer suyas esas bendiciones y también de disfrutar de ellas. El «Dios de nuestro Señor Jesucristo» tenía que hacerlos capaces para ello. Por eso levanta los ojos hacia Él y le pide que les conceda espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él y que los ojos de su corazón sean iluminados».
Las bendiciones de las que habla Pablo allí son posesión de cada creyente individualmente. Es maravilloso ver cómo Pablo se compromete a darles a conocer estas bendiciones y a que disfruten de ellas. Para él, se trata de transmitir un mensaje y luego seguir adelante. Quiere que lo que ha transmitido «llegue» al corazón de los creyentes.
Aunque le cueste entender algunas cosas, no ajusta su mensaje. Ajustar el mensaje es con bastante frecuencia la tendencia en el cristianismo profesante de hoy. El mensaje se convierte en un producto que se ajusta a los deseos del «cliente». Pero cuando Pablo predica la Palabra, lo hace tal como le es dada y simultáneamente pide a su remitente, en cuyo nombre predica, si le concede que la Palabra que se ha predicado, sea también comprendida. Todo predicador debería seguir este ejemplo.
Pablo era ciertamente consciente de las necesidades de su «público». Sabía que no podía escribir el contenido de la carta a los Efesios a los creyentes de Corinto, por ejemplo. Aún no estaban preparados para recibir este mensaje porque eran carnales. Que pudiera hablar a los efesios de las tremendas bendiciones -al creyente individual y a la iglesia- no significa que fueran capaces de comprender todo esto por sí mismos. No es cuestión de capacidad intelectual, de un gran intelecto, sino del corazón. Cuando se comprende con el corazón, tendrá su efecto en la vida. El deseo de Pablo es que esto ocurra y reza por ello, tanto en el capítulo 1 como en el 3.
El motivo de su oración aquí es lo que dijo en la parte anterior. La esencia de ello son las «inescrutables riquezas de Cristo» (versículo 8). Esto es lo que quiere decir con «por esta causa». Es su deseo que los creyentes comprendan también las bendiciones que han recibido colectivamente, como iglesia, además de sus bendiciones personales. Las bendiciones de la iglesia son quizá incluso mayores que las de los creyentes individuales.
Un ejemplo puede aclararlo. Puedes tirar un gran número de piedras en un montón; también puedes construir una casa con esas piedras. En ambos casos tienes el mismo número de piedras, pero cuando se construye una casa con ellas, ese montón de piedras tiene un enorme valor añadido.
Lo mismo ocurre con la iglesia. Todos los que conocen al Señor Jesús son piedras vivas, porque le tienen como vida. Pero representan algo más. Juntas son la casa de Dios, es decir, la iglesia del Dios vivo (1Tim 3:15; 1Ped 2:5). Lo mismo ocurre con la iglesia como cuerpo. Cada creyente es miembro de ese cuerpo. No son miembros que viven cada uno para sí mismo. Juntos son el cuerpo de Cristo. De ese cuerpo, Él es la cabeza. Pablo acaba de hablar de las maravillosas bendiciones que están relacionadas con él.
Aquí también es consciente de su incapacidad para hacerles capaces de llevar las bendiciones a su corazón y disfrutar de ellas. Por eso empieza a rezar. Ahora reza al «Padre de nuestro Señor Jesucristo», porque la parte siguiente trata del Señor Jesús, quien, como Hijo eterno, es el Centro de todos los propósitos de Dios. En el capítulo 1 deseaba que los creyentes fueran conscientes de todo lo que Dios había hecho por ellos a través de Cristo. Ahora desea que los creyentes sean conscientes de lo que el Padre obra en ellos por medio de su Espíritu.
V15. La gloria del Padre es grande. Se refleja en todas las familias que finalmente llenarán los cielos y la tierra. Todas esas familias llevan su nombre porque proceden de Él. Él es el «Originador» de ellas. A todas les dio un lugar en sus planes.
Estas familias pueden ser familias de ángeles y todo tipo de familias de personas, tanto judías como gentiles. No es que todas las familias Le llamen Padre. Eso sólo es aplicable a los que se convirtieron en sus hijos por la fe en el Señor Jesús. Nosotros somos llevados a esa relación íntima. El Señor Jesús es el Hijo del Padre desde la eternidad. Por eso Él es también -en cierto modo- la cabeza de esas diversas familias. La iglesia, sin embargo, está directamente relacionada con Él. Todos los que pertenecen a ella son la familia de Dios de una manera especial. Eso se expresará de la manera más maravillosa cuando pronto entremos en la casa del Padre para morar allí para siempre con el Padre y el Hijo (Jn 14:1-3).
V16. Aquí Pablo pide al Padre que actúe conforme a su gloria en los creyentes «por su Espíritu». Tienen al Espíritu como garantía (Efe 1:13). Además, sólo es posible por el Espíritu «ser fortalecidos con poder [...] en el hombre interior». Algo debe suceder en el creyente y no sólo con él o para él.
Por «el hombre interior» se entiende la mente y el sentido del hombre, sus consideraciones, todo lo que no es visible (cf. 1Cor 2:11). Lo que Pablo desea es que el Espíritu del Padre tenga la oportunidad de llenar toda esa «zona» con su poder. ¿No sería maravilloso que tú y yo rezáramos eso unos por otros? ¡Y qué consecuencias tendría!
V17. «De manera que Cristo more por la fe en vuestros corazones». Oh, que eso nos suceda a nosotros, sí, a cada hijo de Dios. Pablo desea que Cristo sea continuamente el Centro predominante de tus emociones y afectos más profundos. Eso sólo es posible «por la fe», lo que significa que ese lugar se le concede a Él con plena confianza. Por la fe te centras en Él con todo lo que hay en ti.
También en tu vida Él es el Centro, como eternamente fue y es y será para el Padre. Entonces Cristo no está «sólo de visita» en ti, como un Huésped temporal, sino que puede «morar» allí, lo que también significa que allí encuentra descanso. Sobre esta «morada», el Señor hace un comentario maravilloso en Juan 14 (Jn 14:23).
Inseparablemente unido a esto, está el «amor», que es la verdadera incrustación de lo anterior. Dios es amor. Su amor es el origen de todos sus consejos. El que tiene sus raíces en el amor divino («arraigado»), extrae de ahí los jugos para la vida; tiene este amor como fundamento de su vida («arraigado»), y es capaz de disfrutar de todas las glorias que Pablo ha resumido. En los versículos siguientes profundizaremos en ello.
Lee de nuevo Efesios 3:14-17.
Para reflexionar: ¿Cómo puedes darte cuenta de que Cristo habita en tu corazón por medio de la fe?
18 - 21 Más de lo que pedimos o entendemos
18 seáis capaces de comprender con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, 19 y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa el conocimiento, para que seáis llenos hasta [la medida de] toda la plenitud de Dios. 20 Y a aquel que es poderoso para hacer todo mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que obra en nosotros, 21 a Él [sea] la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amén.
V18. Las palabras «seáis capaces» indican un deseo, que está relacionado con lo dicho anteriormente. Pablo oró en el versículo 17 para que Cristo habitara en sus corazones por la fe. También dibujó el ambiente de esta morada señalando el estar arraigados y cimentados en el amor. Cuando la fe y el amor funcionan así, entonces los creyentes pueden «comprender» y «conocer» las cosas que siguen.
Éste es un principio importante para el estudio de la Biblia. La inteligencia no es lo principal, sino el hecho de que el Centro de los consejos de Dios viva en nuestros corazones. El estudio de la Biblia sin tener a Cristo como Centro, y sin que esté impregnado de amor, da como resultado un conocimiento que hace que la persona se envanezca de orgullo. Por eso es tan importante esta oración. «Seáis capaces» no es una cuestión de inteligencia, de cierta capacidad racional, sino de capacidad espiritual para comprender las cosas siguientes. Estas cosas tienen que ver con todos los consejos de Dios que se han expuesto especialmente en el capítulo 1.
En esta segunda oración, Pablo conecta esos consejos de un modo muy especial con Cristo, que es el Centro de ellos. Si quieres comprenderlo, no puedes actuar por tu cuenta. Necesitarás a «todos los santos». Eso también es lógico. La multiplicidad de todos esos consejos y la ilimitación del amor de Cristo sólo pueden conocerse reflexionando juntos y compartiendo estas cosas unos con otros. Para tener una visión lo más completa posible de los consejos de Dios y del amor de Cristo, cada santo es necesario. ¿Cómo podríamos tú o yo, criaturas limitadas como somos, ser capaces de comprender tanta gloria?
La gloria de los consejos de Dios y de Cristo como Centro de ella, tienen un alcance incalculable:
1. Intenta pensar en su «anchura». Eso incluye a todos los santos desde el día de Pentecostés hasta el arrebatamiento de la iglesia.
2. 2. Luego en su «longitud», es decir, desde la eternidad hasta la eternidad.
3. Mira hacia arriba, en la «altura». Allí ves a Cristo, por encima de todos los principados y potestades, y a su iglesia unida a Él.
4. Mira hacia abajo, en la «profundidad». En esas profundidades yacías, perdido en tus pecados. Pero Cristo fue más profundo, te recogió y nos colocó a ti y a mí y a todos los que pertenecemos a la iglesia en la altura, en la casa del Padre, en el corazón del Padre.
V19. Cristo hizo todo eso, impulsado por un amor perfecto a su Padre, a la iglesia y a cada miembro de la iglesia por separado (cf. Éxo 21:5). Por encima de todo, su amor resplandece en su obra en la cruz.
Es un profundo deseo de Pablo que aprendamos a conocer cada vez mejor este amor. Al mismo tiempo dice que en realidad es imposible conocer ese amor. ¿Cómo podría ese amor eterno y divino ser abarcado plenamente por el corazón de un hombre? ¿Es eso desalentador? No, ¡es desafiante! ¿Quién no querría penetrar en un amor que nunca puede ser comprendido plenamente?
Lo aclararé con el siguiente ejemplo, utilizado a menudo. Un niño está junto al mar con su pequeño cubo. Recoge agua en él y dice: «Eh, mira, tengo el océano en mi cubo». Éste será el deseo de todo corazón que Le conozca, en quien se ha hecho visible ese amor perfecto de Dios, llenarse por completo de ese amor.
El resultado es que «seáis llenos hasta la plenitud de Dios». Como se suele decir, no es posible que una criatura se llene de toda la plenitud de Dios. Sin embargo, si nos esforzamos por conocer cada vez más el amor de Cristo, creceremos cada vez más en esa dirección. Entonces volvemos al principio. Al fin y al cabo, todo empezó con toda la plenitud de Dios, ¿verdad? Por medio de Cristo todos hemos recibido de esa plenitud, y gracia sobre gracia (Jn 1:16). En Cristo apareció esa plenitud en la tierra: «Porque agradó [al Padre] que en Él habitara toda la plenitud» (Col 1:19).
Estar «llenos hasta [la medida de] toda la plenitud de Dios» -que es el objetivo último de la oración de Pablo- significa, por tanto, que estamos plenamente centrados en Cristo, y que nuestros corazones y nuestras vidas están llenos de Él. Puedes sentir que no hay meta más baja. Al mismo tiempo, también puedes sentir lo difícil que es darse cuenta de ello en el mundo en que vivimos. Hay tantas cosas a tu alrededor que quieren tu atención y a las que a veces tienes que prestar atención.
V20. Por eso el contenido de este versículo es un gran estímulo. En cualquier caso, es un versículo maravilloso. Puedes aplicarlo a cualquier situación práctica, pero el objetivo principal es que comprendas el contexto en el que se utiliza este versículo. Entonces obtendrás el verdadero significado que está por encima de la aplicación a nuestras necesidades cotidianas. Desearás que el contenido de esta oración se haga realidad en tu vida.
Quedará claro que se trata de eso y no de algo que sólo ocurre en el cielo. Allí ya no necesitamos oraciones. No, en la tierra esta oración es verdaderamente necesaria. En la tierra eres consciente de tus carencias y dudas a veces de si tendrás éxito. Así tus ojos se centran en aquel que es capaz de realizarlo en tu vida. Entonces rezarás por ello. De nuevo miras hacia arriba, hacia aquel que es capaz de responder a tu oración.
A veces ni siquiera rezas y sólo piensas en lo maravilloso que sería que tu vida estuviera llena de Cristo y de su amor. Entonces vuelves a mirar hacia arriba. Entonces le ves a Él, que conoce tu pensamiento y que es capaz de cumplir tus deseos.
Ya es asombroso mirar a aquel que conoce tus oraciones y pensamientos y responde a ellos, pero va mucho más allá. Él «es poderoso para hacer todo mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos». Todo es sumamente abundante y va más allá de lo que un hombre pueda pedir o pensar. Esto se ajusta completamente a la forma en que se presenta a Dios en esta carta, es decir, como la Fuente de toda bendición. Dios no da escasamente. Cuando da de su plenitud, no hay límite. Al orar y pensar en los consejos de Dios, te hundes en ellos.
Cuando Pablo llega a este punto, ya no se dirige sólo a los creyentes. Se implica en ellos y dice «nosotros». También percibe que depende de «el poder que obra en nosotros» para realizarlo. Con ello se remite al comienzo de su oración, versículo 16. El Espíritu del Padre puede obrar para que las cosas por las que oras y sobre las que piensas, puedan ser plenamente eficaces en tu vida.
V21. Esta gloria de Dios ha sido plenamente desplegada por Pablo. Esa gloria se ha hecho visible en el consejo de Dios respecto a la iglesia, mientras Cristo es el Centro de ella. Supervisando todo esto, sólo queda una cosa y es alabar al Padre de la gloria y decirle que es digno de recibir toda la gloria.
Lo que es visible sólo para unos pocos y es mostrado por unos pocos hoy, será visto por toda la eternidad. Todas las generaciones de todas las épocas adorarán y alabarán esa gloria en la iglesia y en Cristo Jesús.
Pablo cierra esta alabanza, esta oración especial, con un «amén» adecuado. Con ello confirma el contenido: así es.
Lee de nuevo Efesios 3:18-21.
Para reflexionar: Reza para que aprendas a conocer el amor de Cristo tal como se presenta en esta oración.