1 - 7 Aarón y Cristo como Sumo Sacerdote
1 Porque todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres es constituido a favor de los hombres en las cosas que a Dios se refieren, para presentar ofrendas y sacrificios por los pecados; 2 [y] puede obrar con benignidad para con los ignorantes y extraviados, puesto que él mismo está sujeto a flaquezas; 3 y por esa causa está obligado a ofrecer [sacrificios] por los pecados, tanto por sí mismo como por el pueblo. 4 Y nadie toma este honor para sí mismo, sino que [lo recibe] cuando es llamado por Dios, así como lo fue Aarón. 5 De la misma manera, Cristo no se glorificó a sí mismo para hacerse Sumo Sacerdote, sino que [lo glorificó] el que le dijo: HIJO MÍO ERES TÚ, YO TE HE ENGENDRADO HOY; 6 como también dice en otro [pasaje]: TÚ ERES SACERDOTE PARA SIEMPRE SEGÚN EL ORDEN DE MELQUISEDEC. 7 Cristo, en los días de su carne, habiendo ofrecido oraciones y súplicas con gran clamor y lágrimas al que podía librarle de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente;
V1. El escritor va a explicar ahora más cosas sobre la persona del sumo sacerdote. Sus lectores estaban familiarizados con esta persona. Lo conocían bien por el Antiguo Testamento y también por la práctica, antes de creer en el Señor Jesús. Primero señala cómo funcionaba el sumo sacerdocio entre el pueblo terrenal de Dios y tuvo en Aarón a su primer representante. Luego compara el sumo sacerdocio del Señor Jesús con el de Aarón para mostrar la eminencia sobre el de Aarón.
Ya se había referido al sumo sacerdocio del Señor Jesús en los capítulos 2, 3 y 4 (Heb 2:17; 3:1; 4:14-15), pero ahora lo explica en detalle. Esta enseñanza se prolonga hasta el capítulo 10. Para los cristianos judíos, que continuamente tenían tendencia a volver a las antiguas tradiciones, esta enseñanza era de gran importancia. También es importante para el cristianismo profesante, en el que hay muchas cosas que recuerdan al judaísmo.
El sumo sacerdote en Israel se caracterizaba por algunas cosas. En particular, era alguien de entre el pueblo, «de entre los hombres», un hombre tomado de entre los hombres. Por eso era necesario que Cristo se hiciera hombre, aunque no debes olvidar que es mucho más que eso, pues es el Hijo único y eterno de Dios.
Además, el servicio del sumo sacerdote se relaciona con las personas. Está «designado en favor de los hombres». Los hombres son el objeto de su servicio y se esfuerza por ellos. Sin embargo, no son un objetivo en sí mismos. En el servicio del sumo sacerdote se trata de «cosas que pertenecen a Dios». Se trata de sus intereses y su honor y de una nación limpia que se consagra a Él y le adora y le sirve.
En el Antiguo Testamento, ese servicio se presenta explícitamente mediante la ofrenda «tanto de dones como de sacrificios por los pecados» (cf. Heb 8:3; 9:9). Respecto a los «dones» puedes pensar en todas las ofrendas posibles y respecto a los «sacrificios» puedes pensar sobre todo en las ofrendas sangrientas. Los pecados provocan la separación entre Dios y su pueblo. Cuando se traían ofrendas por los pecados, Dios podía volver a estar con su pueblo. Era tarea del sumo sacerdote restablecer la conexión entre Dios y el pueblo.
V2. Como Aarón, como sumo sacerdote humano, era él mismo un pecador, podía «tratar con suavidad» a los demás. Cristo nunca pudo tratar con suavidad los pecados, pues para eso murió. El trato gentil del sumo sacerdote humano es algo en el sentido de «expresar sentimientos moderados». Indica una simpatía enfermiza e incompleta. Trató con suavidad «a los ignorantes y descarriados». Se trata de pecadores, pero no de pecadores que viven en rebelión consciente contra Dios. Para estos últimos no hay ofrenda posible (Heb 10:26-29).
V3. Como Aarón era un sumo sacerdote humano, también tenía que traer ofrendas para sí mismo. Eso se aplicaba tanto a Aarón como a sus sucesores en los siglos siguientes hasta Cristo. En efecto, actuaba por el pueblo ante Dios, pero al mismo tiempo era uno de ellos, también en su pecaminosidad. La debilidad que se quiere significar aquí, indica la tendencia al pecado. No fue ése el caso de Cristo. No sacrificó por sí mismo, se sacrificó a sí mismo.
V4. El sumo sacerdocio no es un cargo que cualquiera pueda reclamar para sí. Que, no obstante, esto ocurriera en el infiel Israel -hay una situación en la que incluso se habla de dos sumos sacerdotes (Luc 3:1)- no cambia en nada los estatutos de Dios. Dios ha determinado su elección de quién será finalmente sumo sacerdote, como se ve con Sadoc y sus hijos (Eze 44:15-16; 48:11). Una persona es sumo sacerdote por vocación, no por pretensión. Así como Aarón fue llamado por Dios, también Cristo fue llamado por Dios, aunque de una forma que al mismo tiempo muestra una gran diferencia con Aarón.
Así que ves que hay algunas similitudes en los versículos 1-4 entre Aarón y Cristo. Vuelvo a repasarlos y descubro lo siguiente. Tanto Cristo como Aarón
1. son designados en favor de los hombres en las cosas que pertenecen a Dios,
2. sacrifican por los pecados del pueblo y
3. no se atribuyen ningún honor.
También hay diferencias e incluso más que semejanzas:
1. Aarón fue tomado de entre los hombres, mientras que Cristo se hizo hombre y es también el Hijo único de Dios.
2. Aarón estaba rodeado de enfermedades y tenía tendencia a pecar, mientras que Cristo no tiene pecado, ni tampoco había en Él tendencia a pecar.
3. Aarón tuvo que sacrificarse por sí mismo, mientras que Cristo se sacrificó por los demás.
En lo que sigue también se hace evidente la diferencia:
1. La diferencia entre la forma en que es llamado Aarón y la forma en que es llamado Cristo (versículo 5) y
2. La diferencia entre el sacerdocio según el orden de Aarón y el sacerdocio según el orden de Melquisedec (versículo 6).
3. En el versículo 5, la gloria de la vocación de Cristo como Sumo Sacerdote por encima de la vocación de Aarón queda confirmada por el Salmo 2 (Sal 2:7).
4. 4. En el versículo 6, la gloria del orden sacerdotal de Cristo por encima del de Aarón es puesta a la luz por el Salmo 110 (Sal 110:4).
V5. Observamos primero la cita del Salmo 2 (Sal 2:7), donde se pone de manifiesto la gloria de su persona. El comienzo del versículo sigue mostrando una similitud con Aarón. Cristo nunca buscó su propio honor, ni siquiera en el sumo sacerdocio. Luego sigue el contraste: Él es personalmente el Hijo. Eso confiere a su sumo sacerdocio una dignidad muy superior a la de Aarón. Fue engendrado por Dios en María (Luc 1:35) y, por tanto, como hombre es también Hijo de Dios. Este hombre es el Sumo Sacerdote con Dios, lo que no era ni podía ser como Hijo de Dios. Sólo cuando se hizo hombre, pudo convertirse en Sumo Sacerdote.
V6. La otra cita, del Salmo 110 (Sal 110:4), añade aún más gloria, lo que se desprende de las palabras introductorias: «Como dice también en otro [pasaje]». El escritor recurre -por supuesto, bajo la guía del Espíritu Santo- a las riquezas de la palabra de Dios para dejar caer continuamente otro rayo de luz sobre Cristo. De este modo no actúa al azar, sino que cita continuamente versículos que magnifican el resplandor y la gloria de Cristo y que hacen que su argumentación se fortalezca y aclare.
En la cita del Salmo 110 queda clara la gloria del oficio de Cristo. El Salmo 110 es un salmo que, como muchos otros, se refiere al reino milenario de paz. Los enemigos del Mesías son convertidos en escabel de sus pies (Sal 110:1). Recibe de Sión el cetro fuerte (Sal 110:2) en medio del pueblo de Dios, que se ofrecerá libremente y en fiesta (Sal 110:3), mientras Él destroza a los reyes hostiles y juzga entre las naciones (Sal 110:5-6). Además de toda esta gloria y magnificencia, hay también un repaso de su vida en la tierra, cuando dependía del refrigerio de Dios (Sal 110:7).
De ambas citas (Salmo 2 y Salmo 110) se desprende claramente que Dios declara que el Mesías es a la vez Hijo y Sacerdote. Por tanto, la filiación y el sacerdocio están estrechamente relacionados entre sí. Eso vale para Cristo y también para nosotros.
No comentaré todavía «el orden de Melquisedec», pues eso se explicará con más detalle en el capítulo 7. Lo que queda claro, sin embargo, es que Él no es sumo sacerdote según el orden de Melquisedec, sino sacerdote según el orden de Melquisedec. Esto tiene una buena explicación. Un sumo sacerdote asume a otros sacerdotes, pero sólo el Señor Jesús es sacerdote según el orden de Melquisedec.
El orden de Melquisedec es un orden de bendición. Melquisedec bendijo a Abraham de parte de Dios y alabó a Dios por lo que había hecho por Abraham (Gén 14:18-20). Según ese orden, el Señor Jesús es el Rey-Sacerdote que trae la bendición de Dios al pueblo de Dios, lo que se cumplirá plenamente en el reino milenario de paz. El sacerdocio de Melquisedec, que en el Antiguo Testamento sólo se menciona en Génesis 14 (Gén 14:18) y en el Salmo 110 (Sal 110:4), existía antes que el de Aarón y seguirá existiendo cuando el de Aarón ya no sea necesario.
V7. Aquí el escritor se refiere de forma impresionante a algo que no tuvo lugar en la vida de Aarón ni de Melquisedec, pero sí en la de Cristo. Entre su concepción como Hijo de Dios en la tierra y su glorificación como Sacerdote en el cielo transcurren «los días de su carne», con lo que se refiere a su vida en la tierra. Su gloria no le acerca a la miseria del hombre, mientras que su vida en la tierra sí lo hace.
En lo que aquí se describe de Él aprendes cuán cierto es que participa de tus penas y sufrimientos. En la tierra, «los días de su carne», soportó, en dependencia de Dios, todo el miedo a la muerte. Ofreció súplicas para ser salvado, pues no quería salvarse a sí mismo porque había venido a obedecer. Su vida en la tierra le hizo apto para ser Sumo Sacerdote en relación con nosotros. Su vida en la tierra también le llevó a ofrecerse a sí mismo, en lo que es único.
No ofreció oraciones y súplicas cuando fue tentado por Satanás en el desierto. Eso lo hizo en Getsemaní, cuando le llegó el momento de ser abandonado por Dios. Todos los sufrimientos de parte del hombre los soportó con alegría, cosa que muchos mártires han hecho siguiendo sus pasos. Pero ser hecho pecado no pudo afrontarlo con alegría. En esto tampoco nadie podía seguirle.
Viendo que delante de Él elevaba sus oraciones y súplicas a Dios, se las hizo llegar. Lo hizo confiando en que Dios «podía salvarle de la muerte». No es que quisiera ser salvado de la muerte, pues eso era necesario. Él lo sabía y por eso oró: «Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Luc 22:42). Y fue escuchado, pues Dios le resucitó. «Fue escuchado por su piedad» significa que fue escuchado por su perfecta confianza en su Dios, por su piedad y por su perfecto compromiso y su dependencia de Dios. ¡Qué Señor!
Lee de nuevo Hebreos 5:1-7.
Para reflexionar: Nombra algunas glorias del Señor Jesús de esta sección y da gracias a Dios por ellas.
8 - 14 Leche y alimento sólido
8 [y] aunque era Hijo, aprendió obediencia por lo que padeció; 9 y habiendo sido hecho perfecto, vino a ser fuente de eterna salvación para todos los que le obedecen, 10 siendo constituido por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec. 11 Acerca de esto tenemos mucho que decir, y [es] difícil de explicar, puesto que os habéis hecho tardos para oír. 12 Pues aunque ya debierais ser maestros, otra vez tenéis necesidad de que alguien os enseñe los principios elementales de los oráculos de Dios, y habéis llegado a tener necesidad de leche y no de alimento sólido. 13 Porque todo el que toma [solo] leche, no está acostumbrado a la palabra de justicia, porque es niño. 14 Pero el alimento sólido es para los adultos, los cuales por la práctica tienen los sentidos ejercitados para discernir el bien y el mal.
Terminamos la última sección con una mirada a un periodo excepcional de la vida del Señor en la tierra. En él, el escritor nos llevó a Getsemaní, donde el Señor Jesús se enfrentó al sufrimiento más profundo que jamás pudiera ocurrirle a un hombre. Soportó intensamente el sufrimiento que le esperaba en la cruz. Entregándose plenamente, elevó oraciones y súplicas a su Padre para ser salvado de ese sufrimiento. Aceptando plenamente la voluntad de su Padre, cumplió su voluntad. Vemos aquí un acontecimiento especial en una vida de obediencia.
V8. Toda su vida fue sufrimiento, sufrimiento como consecuencia de las tentaciones a las que se dirigía porque obedecía perfectamente a Dios. Antes de hacerse hombre, la obediencia le era desconocida. En el cielo no tenía que obedecer a nadie. En el cielo no podía familiarizarse con la obediencia. Allí arriba le obedecían los ángeles. Sólo cuando vino a la tierra adoptó un lugar de sumisión, principalmente hacia Dios, pero también hacia sus padres (Luc 2:51). De ese modo tuvo que practicar la obediencia como un hecho y, en ese sentido, tuvo que aprender lo que es obedecer.
V9. A diferencia de nosotros, no tenía voluntad propia. No necesitaba desaprender nada, nada tenía que ser refrenado o doblegado o cambiado con Él. Con Él no había nada que no estuviera sometido. De este modo, «haberse hecho perfecto» mediante su vida en la tierra, significa que de ese modo se hizo perfectamente apto para poder ejercer su servicio de Sumo Sacerdote en el cielo por nosotros, que también estamos en posición de obediencia. Se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Fil 2:8).
La obediencia fue el secreto de su camino. También es el secreto de tu camino, que te impide caer en la trampa del enemigo. Si obedeces a aquel que por su propia obediencia llegó perfectamente al final, Él también te llevará allí donde Él ya está ahora. A través de su servicio como Sumo Sacerdote, te mantiene alejado de los peligros y tentaciones del desierto hasta que hayas alcanzado la salvación final, el descanso del Sabbat. Él es el Autor de una «salvación eterna», lo que significa que el alcance y sus bendiciones se extienden hasta la eternidad.
V10. Como Cristo ha completado su camino en la tierra, se ha hecho perfectamente apto para ser nuestro Sumo Sacerdote. Debido a su vida perfectamente obediente, Dios pudo designarle «sumo sacerdote según el orden de Melquisedec». Dios le designó después de su obra en la tierra y así confirmó su servicio en el cielo ahora para nosotros. Después de que Dios le llamara en el versículo 6 para ese servicio, ahora es designado como tal por Dios (para llevar a cabo este servicio.
La condición necesaria fue cumplida por Él: Ha sido hecho perfecto. Un Sacerdote que es Hijo de Dios no habría podido hacer mucho por nosotros si no hubiera aprendido a conocer por experiencia la razón de su servicio. Precisamente porque Él sabe por experiencia propia con qué puedes estar luchando, es perfectamente capaz de ayudarte. Él es la garantía absoluta de tu salvación final y eterna.
V11. Este versículo es el comienzo de un tercer paréntesis que se extiende hasta el capítulo 6:11. Un paréntesis es una interrupción en la argumentación del escritor en la que advierte seriamente a sus lectores para que se tomen a pecho sus enseñanzas; les advierte de las consecuencias si no lo hacen. En paréntesis anteriores advirtió que no se apartaran de la Palabra (Hebreos 2:1-4) y que no dudaran de ella (Hebreos 3:7-4:13). La advertencia de este tercer paréntesis es que no te aburras con la Palabra, pues eso hará que te vuelvas sordo.
El escritor señala que aún queda mucho por decir sobre Él, es decir, sobre Cristo como Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec. Está dispuesto a hablar de ello con ellos, pero eso sólo será posible si los lectores tienen una mente adecuadamente espiritual. En este paréntesis intenta conseguir que lleguen lo bastante lejos como para que pueda hablar con ellos de ello.
Sin embargo, en ese momento era difícil explicarlo. Eso no lo causaba su capacidad o cualificación como maestro, sino que lo causaban sus alumnos. No eran capaces de comprender sus enseñanzas debido a su pereza espiritual. No siempre fueron perezosos, pero se volvieron perezosos. Se volvieron tibios; perdieron su primera frescura porque las tradiciones religiosas empezaron a influir de nuevo en su mente. No hay nada que haga a una persona tan torpe en asuntos espirituales como las tradiciones religiosas.
Si los asuntos celestiales pierden su radiación, los asuntos terrenales y visibles vuelven a ser poderosos y significativos. Esto actúa como un retraso adicional en el seguimiento de la vocación cristiana y celestial. No es que los lectores carecieran de inteligencia, ni el escritor observó una mente hostil o mundana. El factor de embotamiento y pereza era que en su corazón anhelaban de nuevo las viejas formas religiosas del judaísmo. Esto les impedía crecer prácticamente en la verdad de Dios tal como se revela en la cristiandad.
Estaban dispuestos a escuchar la enseñanza de Cristo en la tierra, pues eso estaba relacionado con su religión. Entonces, al menos, lo visible y tangible seguía existiendo y, de ese modo, se aferraban a su religión para su propio sentido. El Cristo glorificado como cumplimiento de todo lo visible y tangible aún no lo era todo para ellos. Cuando se les habló de esto último, tardaron en oírlo, lo que hizo que no comprendieran su verdadera posición cristiana.
V12. Sin embargo, durante tanto tiempo fueron cristianos que deberían haber sido capaces de enseñar a otros. En lugar de eso, ellos mismos necesitaban que se les enseñara de nuevo «los principios elementales de los oráculos de Dios». Deberían ser maestros en el sentido de que habían crecido espiritualmente de tal manera que eran capaces de compartir juntos las cosas espirituales. Pero las antiguas formas de su religión, que abandonaron al convertirse, volvieron a resultarles atractivas.
Difícilmente existe mayor obstáculo para progresar en tu vida espiritual y para crecer en perspicacia espiritual. El mantenimiento de una antigua forma de religión se considera a menudo la prueba más elevada de devoción, mientras que en realidad el formalismo forma una barrera entre tu alma y lo que Dios quiere mostrarte.
Otro obstáculo para tu crecimiento espiritual es la sabiduría y la filosofía del mundo (1Cor 2:6; 3:1-2). En Colosenses 2, ambos obstáculos se denominan conjuntamente «principios del mundo» y se oponen a Cristo (Col 2:8). Tanto las tradiciones religiosas como la sabiduría mundana son enemigos de la fe que sólo se alimenta de la palabra de Dios, cuyo centro es Cristo.
Los hebreos no sólo se quedaron estancados en su crecimiento espiritual, debido a su torpeza o lentitud para oír, sino que volvieron al principio. Por eso había que enseñarles de nuevo lo que ya sabían desde hacía mucho tiempo, pero que había perdido la esencia para su corazón. Ya no tenía autoridad en su vida. Cuando la palabra de Dios deja de llenar tu corazón y de gobernar tu vida, te hundes y corres el peligro de volver al mundo. Entonces necesitas que te enseñen de nuevo los primeros principios de los oráculos de Dios, que indican el hablar de Cristo en la tierra (Heb 6:1; 1:1).
V13-14. El escritor llama a eso «leche». La «leche» es la palabra de y sobre Cristo en la tierra. No estaban preparados para el alimento sólido. El alimento sólido es la palabra sobre Cristo en el cielo. Como cristiano, vives de la leche si, por ejemplo, tomas las bienaventuranzas (Mateo 5-7) como norma de tu vida cristiana, mientras no piensas en tu posición celestial en Cristo. No está mal ser un infante, pero sí lo está si sigues siéndolo o si vuelves a actuar como tal.
Si piensas en tu posición celestial en Cristo, estás participando del alimento sólido o, como se dice en el versículo 13, de «la palabra de justicia». Entonces estás participando de la justicia de Dios de la que participa todo el que cree mediante la obra perfecta de Cristo. Sobre la base de esa justicia Cristo recibió el lugar que ahora tiene en el cielo y que tú tienes en Él allí. Eres inexperto en eso aunque deberías saberlo mejor entonces eres un infante. Para decirlo con las palabras de Gálatas 4 (Gál 4:1-7), donde se trata de lo mismo: eres un niño.
A esto se opone el creyente espiritualmente maduro que ha pasado por un crecimiento espiritual sano y que conoce su posición en Cristo y vive en consecuencia. Llegar a ser espiritualmente maduro no es un procedimiento automático, sino el resultado del hábito de ejercitar tus sentidos. Por «sentidos» se entiende tu perceptividad o discernimiento. Tu crecimiento espiritual depende en gran medida del discernimiento de lo bueno y lo malo. Si centras tu mirada en el Cristo celestial, no eres un excéntrico ajeno al mundo, sino que adquieres perspicacia para hacer el bien y abstenerte del mal..
Lee de nuevo Hebreos 5:8-14.
Para reflexionar: ¿Hay cosas en tu vida que retrasan tu crecimiento espiritual?