1 - 7 Melquisedec
1 Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, salió al encuentro de Abraham cuando [este] regresaba de la matanza de los reyes, y lo bendijo. 2 Abraham le entregó el diezmo de todos [los despojos, cuyo nombre] significa primeramente rey de justicia, y luego también rey de Salem, esto es, rey de paz, 3 sin padre, sin madre, sin genealogía, no teniendo principio de días ni fin de vida, siendo hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote a perpetuidad. 4 Considerad, pues, la grandeza de este [hombre] a quien Abraham, el patriarca, dio el diezmo de lo mejor del botín. 5 Y en verdad los de los hijos de Leví que reciben el oficio de sacerdote, tienen mandamiento en la ley de recoger el diezmo del pueblo, es decir, de sus hermanos, aunque estos son descendientes de Abraham. 6 Pero aquel cuya genealogía no viene de ellos, recibió el diezmo de Abraham y bendijo al que tenía las promesas. 7 Y sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor.
En este capítulo por fin tienes más que aprender sobre la persona de Melquisedec. Con ello, el escritor vuelve a su tema principal con el que empezó en el capítulo 5. También dijo en el capítulo 5 que es difícil de explicar si nos hemos vuelto sordos (Heb 5:11). Aun así, quiere explicarlo ahora, pues respecto a sus lectores está convencido de cosas mejores. Supone que se esforzarán por comprenderlo. Tú también quieres hacerlo, sin duda. Eso también es necesario, pues no todo es tan sencillo. Al mismo tiempo, mayor es la alegría si llegas a comprender algo al respecto.
Si observas el sacerdocio del Señor Jesús, debes hacerlo a través de los ojos de un creyente hebreo. Como eres (muy probablemente) un cristiano de origen gentil, nunca has estado bajo un sacerdocio instituido por Dios. Sin embargo, aquí encontrarás muchas cosas que te animarán y te edificarán.
V1. En su explicación sobre Melquisedec trata de dos cosas: la dignidad de su persona y la importancia de su sacerdocio. En esta carta se menciona a Melquisedec ocho veces. Lo único que sabemos sobre Melquisedec, está escrito en Génesis 14 y en el Salmo 110. Para poder explicar este sacerdocio, el escritor primero presta atención a la historia de Melquisedec, tal como la encuentras en Génesis 14 (Gén 14:18-20).
Cuando Abraham derrotó a cinco reyes extranjeros con la ayuda de sus siervos y liberó a Lot, se encontró con el aspecto aún más peligroso del mundo. En la persona del rey de Sodoma, el mundo no se le acerca con hostilidad, sino con seducciones (Gén 14:17,21). Sin embargo, Dios le guió de tal modo que se encontró por primera vez con Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo (Gén 14:18-20). Tras este encuentro, Abraham tuvo fuerzas para encontrarse con el rey de Sodoma.
He aquí un gran estímulo. No hay nada que te fortalezca tanto en este mundo hostil y seductor como un «encuentro» con aquel que está sentado a la diestra de Dios como el verdadero Rey-Sacerdote. Cuando tienes ese encuentro, Él te bendice, pobre guerrero, con una maravillosa bendición con la que en breve bendecirá a toda la creación.
El Melquisedec del libro del Génesis era un rey común, como los demás reyes de aquella zona que Dios iba a poner patas arriba. Además, también era sacerdote. Pero no del modo en que los demás eran sacerdotes en aquella zona. Aquéllos eran sacerdotes ídolos, mientras que él, por el contrario, era sacerdote del Dios Altísimo. El nombre «Dios Altísimo» es significativo. Es el nombre de Dios en relación con el reino milenario de paz. Es el Gobernante supremo de todas las cosas. Posee el cielo y la tierra (Gén 14:19; cf. Efe 1:20; Col 1:16). Para los incrédulos sigue oculto ahora, pero en el reino milenario de paz será visible para todos y será reconocido por todos. Del mismo modo, Nabucodonosor le reconoció después de su humillación (Dan 4:34-35).
Abraham es bendecido por Melquisedec en relación con el nombre de Dios como Altísimo. Esto anticipa el reino de Cristo, cuando reinará como Sacerdote en su trono de bendición (Zac 6:13). Este Melquisedec bendijo al Abraham cansado de la guerra, como Cristo hará con toda la creación. Melquisedec alaba a Dios y bendice a Abraham en el nombre de Dios. Le da a Abraham pan y vino. Eso es mucho mejor que lo que podía ofrecerle el rey de Sodoma. El pan y el vino hablan de Cristo mismo como alimento y alegría después de la guerra (¡y no de la cena del Señor, pues ésta no es para fortalecer, sino para recordar!).
V2. Abraham expresa su aprecio y gratitud hacia Melquisedec dándole la décima parte. El escritor presta más atención a la décima en el versículo 4. Primero explica el significado del nombre Melquisedec. Ese nombre es una unión de «justicia» y «paz». Éstas son especialmente las características de Cristo en su reinado en el reino milenario de paz. Entonces se hace plenamente visible que en Él la justicia y la paz se han besado (Sal 85:10). Aquí, por cierto, tienes una indicación importante de que puedes aplicar espiritualmente el significado de los nombres mencionados en el Antiguo Testamento (cf. 1Cor 9:9; 10:1-11; Gál 4:21-31), sin dar cabida a tu propia fantasía.
La justicia y la paz son también las características de su reino ahora, aunque todavía sólo exista de forma oculta (Rom 14:17). Lo que llenará la tierra en el futuro, ahora ya debería estar presente en tu vida. Al fin y al cabo, has aceptado al Señor Jesús como tu Señor y estás bautizado, y debido a ello has entrado en un territorio donde se reconoce su autoridad, ¿no es así? El orden es: primero («ante todo») la justicia (Isa 26:9) y después la paz (Isa 32:17), pues no puede haber verdadera paz más que sobre la base de la justicia. Eso vale también para ti personalmente (Rom 5:1).
V3. Por la forma en que la Escritura presenta a Melquisedec, queda claro que es una bella imagen de Cristo. Si lees en Génesis 14 acerca de Melquisedec, allí, por así decirlo, aparece de repente de la nada. Antes no se sabe nada de él y más adelante en la historia ya ni aparece. No se sabe nada de sus antepasados a los que pudiera deber su sacerdocio. Tampoco se conoce de él una lista de descendientes, algo que era esencial para el sacerdocio de Aarón (cf. Esd 2:62; Neh 7:64). No se prescribieron límites a su sacerdocio (cf. Núm 4:3). Se trata de un hombre sin antecedentes históricos del que tampoco se cuentan otras acciones. Aparece y desaparece. Hay algo intemporal en él.
Por supuesto, como ser humano nació como cualquier otro ser humano y también murió. Tampoco es una revelación de Cristo. Al contrario, está escrito que, en su actuación, se hizo semejante a Él, de lo que se deduce que no era el Hijo de Dios. Pero por la forma en que aparece en la Escritura, Dios quiere decir algo sobre su Hijo.
Lo has visto en el significado del nombre Melquisedec y ahora ves lo que se dice de él, o mejor, lo que no se dice de él. La falta de información sobre su genealogía y sobre su nacimiento y muerte hace de él un ejemplo sorprendente del Hijo de Dios. El Hijo de Dios es el Hijo eterno de Dios y, por tanto, sin origen, sin principio ni fin. En cuanto a su sacerdocio, significa que nunca cesa y que nunca será entregado a otro. Esto contrasta mucho con el sacerdocio de Aarón, que se transmitía de padre a hijo.
V4. No debes olvidar lo que acabas de ver de Melquisedec. El escritor, con las palabras «observa ahora», llama a prestar atención con gran interés a todos los detalles de su grandeza. Al igual que los lectores hebreos, puedes pensar que Abraham era grande, ¡pero Melquisedec era mucho más grande! A Abraham se le menciona enfáticamente como «patriarca», lo que subraya su dignidad. Pero el hecho de que Melquisedec recibiera el diezmo de Abraham prueba la dignidad más elevada y excelente de esta persona. El que recibe el diezmo es, en efecto, más grande que el que da el diezmo.
V5. A continuación, el escritor involucra a la tribu de Leví en su argumentación. Había demostrado que la persona que describió en los versículos anteriores es mayor que Abraham. Eso significa que esa persona también es, por tanto, mayor que los descendientes de Abraham, Leví y Aarón, y que, por tanto, también el sacerdocio de Melquisedec es mayor que el de Leví y Aarón.
Eso se desprende también de la entrega y la recepción de los diezmos. En efecto, los levitas recibían en conjunto los diezmos del pueblo (Núm 18:21.24), de los que luego daban los diezmos a los sacerdotes (Núm 18:26). La similitud entre Leví y Melquisedec es que ambos recibían los diezmos de los demás. Pero aquí también hay una gran diferencia. Los israelitas no daban los diezmos a los levitas por respeto a ellos, porque estuvieran por encima del pueblo, sino que lo hacían porque Dios se lo ordenaba, como compensación a los levitas por su servicio y por haberles faltado una herencia.
Ésa era también la razón por la que se permitía a los levitas aceptar los diezmos del pueblo. Tenían derecho a recibir los diezmos porque Dios lo designó así para ellos. Los diezmos pertenecían a Dios (Lev 27:30; Prov 3:9; Mal 3:8-9). Los israelitas se los daban a los levitas porque representaban al Señor.
V6. En el caso de Melquisedec fue diferente. El derecho que Melquisedec tenía a recibir los diezmos no fue designado mediante un mandato de Dios. Ni siquiera pertenecía a la descendencia de Leví y tampoco a otra generación para la que se hubiera designado algo. Aceptó los diezmos de Abraham sobre la base de su propia persona y función. Así pues, es mayor que Abraham y, por tanto, también mayor que Leví.
Tras recibir los diezmos, bendijo a Abraham como recipiente de las promesas. Abraham era el poseedor y conservador de las promesas divinas. Iba a convertirse en el padre de una multitud de personas, en la que todos los pueblos de la tierra serían bendecidos por Dios. Por lo tanto, la persona por la que Abraham es bendecido, es realmente alguien a quien se le debe llamar grande. Para un cristiano, toda verdadera bendición también está relacionada con la persona y el oficio de Cristo en el cielo.
V7. El que bendice es «sin discusión alguna» mayor que el que es bendecido. El hecho de que el mayor bendiga al menor se olvida en el cristianismo profesante. Lo ves, por ejemplo, en los casos en que el pastor bendice a la iglesia, como si fuera mayor que aquellos a quienes sirve. Sin embargo, en el cristianismo no hay ningún creyente superior a los demás (Mat 23:8).
Lee de nuevo Hebreos 7:1-7.
Para reflexionar: ¿Qué semejanzas hay entre Melquisedec y el Señor Jesús?
8 - 19 Sacerdocio de Leví y de Melquisedec
8 Aquí, ciertamente hombres mortales reciben el diezmo, pero allí, [los recibe] uno de quien se da testimonio de que vive. 9 Y, por decirlo así, por medio de Abraham aun Leví, que recibía diezmos, pagaba diezmos, 10 porque aún estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro. 11 Ahora bien, si la perfección era por medio del sacerdocio levítico (pues sobre esa base recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad [había] de que se levantara otro sacerdote según el orden de Melquisedec, y no designado según el orden de Aarón? 12 Porque cuando se cambia el sacerdocio, necesariamente ocurre también un cambio de la ley. 13 Pues aquel de quien se dicen estas cosas, pertenece a otra tribu, de la cual nadie ha servido en el altar. 14 Porque es evidente que nuestro Señor descendió de Judá, una tribu de la cual Moisés no dijo nada tocante a sacerdotes. 15 Y esto es aún más evidente, si a semejanza de Melquisedec se levanta otro sacerdote, 16 que ha llegado a ser[lo,] no sobre la base de una ley de requisitos físicos, sino según el poder de una vida indestructible. 17 Pues [de Él] se da testimonio: TÚ ERES SACERDOTE PARA SIEMPRE SEGÚN EL ORDEN DE MELQUISEDEC. 18 Porque ciertamente, queda anulado el mandamiento anterior por ser débil e inútil 19 (pues la ley nada hizo perfecto), y se introduce una mejor esperanza, mediante la cual nos acercamos a Dios.
V8. El escritor hace todo lo posible por aclarar la enorme diferencia entre Abraham y Leví, por un lado («en este caso»), y Melquisedec, por otro («en ese caso»). Por ello debes considerar que, en lo que respecta a estos cristianos hebreos, existía un aprecio excepcional por el gran patriarca. También por la tribu de Leví sentían un gran respeto. Como vínculo entre el pueblo y Dios, esta tribu estaba, en efecto, conectada con Él de un modo excepcional. Esa tribu tenía que asegurarse de que se mantuviera la conexión entre el pueblo y Dios. Pero al fin y al cabo todos ellos eran «hombres mortales», mientras que de Melquisedec, por el contrario, se atestigua que sigue viviendo.
Leví necesitaba los diezmos para seguir vivo, pero llegaría el momento en que tendría que morir, pues era un hombre mortal. Melquisedec no necesitaba los diezmos para seguir vivo. Aceptaba los diezmos como un homenaje. Del mismo modo, no puedes dar nada a Cristo, como si Él no pudiera funcionar sin lo que la gente le da. Lo que le des de tu propiedad, de tu tiempo, de tus capacidades y de tu culto, hazlo por reverencia y honor.
Melquisedec era, en tipo, como referencia a Cristo, también el viviente. Cristo es Sacerdote para siempre; la muerte ya no puede enseñorearse de Él. De aquel que se hizo Sacerdote según el orden de Melquisedec, se atestigua que vive. No aprendemos nada de la muerte de Melquisedec.
V9-10. Los argumentos se concatenan para magnificar cada vez más la persona de Melquisedec ante los ojos de los cristianos hebreos. Esto vale también para la observación de que Leví, que recibía él mismo los diezmos, era sin embargo el menor de Melquisedec, porque Leví, por así decirlo, entregó los diezmos en Abraham a Melquisedec. Cuando Melquisedec aceptó el diezmo de Abraham, aceptó también el de Leví porque éste, aunque aún no había nacido, se considera presente en Abraham, ya que descendía de Abraham. [Nota: Esta forma de hablar también se ve en Génesis 25, donde no se le dice a Rebeca que hay dos «hijos» en su vientre, sino dos «naciones» (Gén 25:23). De ese modo se dice que esos dos hijos representan dos naciones (cf. 1Cor 15:22)].
V11. Hasta el versículo 10, el escritor ha intentado dejar claro que Melquisedec es mayor que Aarón. A partir del versículo 11 da un enorme paso más. Melquisedec no sólo es mayor que Aarón, sino que vino en lugar de Aarón, lo sustituyó. El escritor vuelve a exponer los argumentos necesarios para explicarlo. Entonces te convencerás de que la desaparición del orden según Aarón no es ninguna pérdida y también de que la sustitución por el orden según Melquisedec no es más que una ganancia.
No se trata de sustituir algo bueno por algo mejor. No, la sustitución se produce porque el sacerdocio de Leví no era satisfactorio; no llevaba nada a la perfección. Eso no significa que hubiera algo malo en el sacerdocio levítico en sí mismo, como tampoco había nada malo en la ley. El sacerdocio fue dado por Dios, aunque en relación con la ley.
Sin embargo, el hombre mismo es el único culpable de que tanto la ley como el sacerdocio no llevaran al hombre a la perfección. Por «perfección» se entiende que la conciencia se libere de toda carga y que haya libre acceso al santuario en presencia de Dios. Si el sacerdocio levítico hubiera podido conseguirlo, no era necesario que surgiera otro sacerdote en relación con otro orden, totalmente independiente del orden de Aarón. Pero ese objetivo no pudo alcanzarse. Por lo tanto, el sacerdocio levítico tuvo que desaparecer y tuvo que ser sustituido por otro.
V12. Sin embargo, como el sacerdocio cambió, también surgió la necesidad de «un cambio de ley». Ten en cuenta que se trata del cambio de la ley, por lo que se entiende un determinado principio, una determinada ley y orden. El sacerdocio levítico estaba vinculado a la ley del Sinaí. En ella se dictaban diversas normas sobre el sacerdocio en Israel, relativas a cuestiones como la sucesión, las vestiduras, cuándo traer los sacrificios y qué sacrificios debían ser. Esas leyes se aplicaban al sacerdocio de Aarón. No podían transferirse al de Melquisedec, porque este sacerdocio se ejerce según reglas totalmente distintas.
V13. Al sustituir el sacerdocio que se ejerce según otras reglas, tampoco se impuso ya que el nuevo sacerdote tuviera que ser de la tribu de Leví. En efecto, Cristo no surgió de Leví, la tribu sacerdotal, sino de Judá, la tribu real (Apoc 5:5). Judá nunca estuvo relacionado con el altar. Moisés nunca hizo la más mínima referencia o alusión a que alguien de la tribu de Judá fuera consagrado sacerdote para el servicio en el altar.
«Aquel de quien se dicen estas cosas» es Cristo. Él es el objeto de todas las cosas que se dicen en la Escritura y aquí se trata en particular de su sacerdocio.
V14. El argumento del escritor era claro y evidente. Sus lectores sabían con certeza y sin ninguna duda que «nuestro Señor» surgió de Judá. Delicadamente le llamó a Él, que es Rey, «nuestro Señor». De ese modo indica que el Señor Jesús tiene autoridad sobre la vida de su pueblo tanto como sobre la suya propia. Judá es la tribu real. De allí «surgió» el Señor Jesús, como también puede traducirse «descendió». Él es Siloh, el Príncipe de la paz, de Judá (Gén 49:10).
Así pues, el nuevo Sacerdote procede de la tribu real. Eso le convierte en ese único Rey-Sacerdote. Estos dos oficios, junto con su nombre «Renuevo», se presentan maravillosamente en Zacarías 6 (Zac 6:12).
V15-16. Todas las enseñanzas anteriores del escritor, en las que muestra que el sacerdocio levítico no ha llevado nada a la perfección y que se requiere un nuevo tipo de sacerdocio, sólo se aclaran con la aparición del otro Sacerdote que se asemeja a Melquisedec. El otro Sacerdote, el Señor Jesús, no es un sacerdote según un mandamiento que Dios había impuesto a la gente, sin exigir nada del hombre interior, de la mente del corazón. A cada persona que cumplía las condiciones prescritas, se le daba parte en ese sacerdocio. No es así con el Señor Jesús. Él se hizo sacerdote «según el poder de una vida indestructible».
No fue un nuevo mandamiento carnal el que determinó su sacerdocio, por ejemplo, un mandamiento según el cual en vez de proceder de Leví, ahora el sacerdote tiene que proceder de Judá. Cristo no es sacerdote porque haya surgido de Judá, sino porque posee una vida indestructible.
V17. Esa indestructibilidad se hizo evidente en su resurrección y el resultado de ello es que Él no tiene sucesión. En Él ves que la vida nueva a partir de la muerte es la característica del verdadero sumo sacerdote, como Dios ha mostrado en la vara de Aarón que hizo producir flores (Núm 17:1-8). No sólo no tiene sucesor, sino que, como hombre, es también «sacerdote para siempre». Por eso se vuelve a citar el Salmo 110.
V18. De nuevo el escritor contrasta lo antiguo y lo nuevo. Llama al antiguo «un mandamiento anterior» (versículo 18) y llama al nuevo «una esperanza mejor» (versículo 19). También aclara que el antiguo mandamiento había que dejarlo de lado «por su debilidad e inutilidad». Era «débil» porque no daba al hombre ningún poder para cumplir los mandamientos de Dios (Rom 8:3-8). Era «inútil» porque no producía el resultado deseado: no liberaba a la conciencia de cargas y no podía realizar un acceso libre a Dios.
V19. Por tanto, todo el antiguo sistema de la ley «no hacía nada perfecto». Dios dio la ley a su pueblo en el monte Sinaí para que a través de la ley quedara claro lo pecador que es el hombre. Por eso también se llama a la ley «poder del pecado» (1Cor 15:56; Rom 7:7) y «ministerio de la muerte» (2Cor 3:7). Por tanto, la ley ha sido abolida, como ha sido abolido el pecado (Heb 9:26). Con respecto al creyente, eso ocurrió porque murió a la ley por medio de la ley (Gál 2:19).
La ley mostraba al hombre el camino correcto, pero no le daba el poder de seguir el camino correcto. Prescribía lo que debía ocurrir en caso de pecado, pero el sacrificio prescrito no podía quitar el pecado y debía repetirse una y otra vez en caso de nuevos pecados. En cambio, ha llegado una nueva esperanza y se ha abierto el acceso a Dios mediante el nuevo sacerdocio, al que están vinculadas otras leyes.
La esperanza mejor te asegura que alcanzarás la meta final a través de todas las seducciones y aflicciones. Mientras tanto, se te permite acercarte libremente a Dios y estar cerca de Él.
Lee de nuevo Hebreos 7:8-19.
Para reflexionar: ¿Qué diferencias hay entre el sacerdocio levítico y el de Melquisedec (es decir: el del Señor Jesús)?
20 - 28 Tal Sumo Sacerdote nos convenía
20 Y por cuanto no [fue] sin juramento, 21 pues en verdad ellos llegaron a ser sacerdotes sin juramento, pero Él por un juramento del que le dijo: EL SEÑOR HA JURADO Y NO CAMBIARÁ: «TÚ ERES SACERDOTE PARA SIEMPRE», 22 por eso, Jesús ha venido a ser fiador de un mejor pacto. 23 Los sacerdotes [anteriores] eran más numerosos porque la muerte les impedía continuar, 24 pero Él conserva su sacerdocio inmutable puesto que permanece para siempre. 25 Por lo cual Él también es poderoso para salvar para siempre a los que por medio de Él se acercan a Dios, puesto que vive perpetuamente para interceder por ellos. 26 Porque convenía que tuviéramos tal Sumo Sacerdote: santo, inocente, inmaculado, apartado de los pecadores y exaltado más allá de los cielos, 27 que no necesita, como aquellos sumos sacerdotes, ofrecer sacrificios diariamente, primero por sus propios pecados y después por los [pecados] del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, cuando se ofreció a sí mismo. 28 Porque la ley designa como sumos sacerdotes a hombres débiles, pero la palabra del juramento, que vino después de la ley, [designa] al Hijo, hecho perfecto para siempre.
V20-21. El escritor aún no ha terminado de aclarar la diferencia entre el sacerdocio de Melquisedec y el de Aarón. Se sirve de todas las diferencias para hacer ver a sus lectores la excelencia del sacerdocio de Melquisedec más allá del de Aarón. La siguiente diferencia es que Dios, con la introducción del sacerdocio levítico, no prestó juramento, mientras que, por el contrario, sí lo hizo con el de Melquisedec, es decir, con el de Cristo. De nuevo el escritor utiliza la cita del Salmo 110 (Sal 110:4; Heb 5:6; 6:20; 7:17) para demostrarlo.
Al prestar juramento, Dios declara que su propósito respecto al sacerdocio de Cristo es absoluto. El juramento es una garantía adicional de que nunca jamás reconsiderará esto, pues de lo contrario deshonraría a aquel a quien había jurado, es decir, a Él mismo. Además, la debilidad humana o el pecado no afectan en modo alguno a este sacerdocio. Este sacerdocio nunca puede dejarse de lado. El sacerdocio levítico era totalmente diferente. No había ningún juramento relacionado con este sacerdocio, que no fue designado con el propósito de ser eterno, sino que sólo debía funcionar durante un tiempo determinado.
V22. Puesto que el sacerdocio de Melquisedec se estableció mediante juramento, es mejor que el de Aarón. Este hecho lleva al escritor a hablar de «una alianza mejor», es decir, mejor que la alianza del Sinaí. Este pacto es tan mejor como el sacerdocio hecho mediante juramento es mejor que el sacerdocio sin juramento. Hay dos partes obligadas al hacer un pacto. En el Sinaí, el pueblo se obligó a cumplir la ley y Dios se obligó a bendecirlo si cumplía la ley. Pero ha quedado claro que el hombre fracasó bajo la antigua alianza, bajo la ley, igual que fracasó el sacerdocio sin juramento.
Sin embargo, con el mejor pacto «Jesús se ha convertido en la garantía» y, por tanto, la bendición es segura. Él ha guardado la ley y, por tanto, ha cumplido todas las obligaciones. Y no sólo eso. También eliminó todas las deudas que pesaban sobre el pueblo tomándolas sobre sí y pagando por ellas. Como garantía, cumplió las obligaciones de la parte que había fallado. No se hizo a sí mismo garantía en una acción impulsiva, sin supervisar las consecuencias (Prov 6:1-5). Sabía lo que hacía y también sabía que podía pagar los costes.
V23. El escritor menciona otra diferencia entre el antiguo y el nuevo sacerdocio. El antiguo sacerdocio tenía que ser transmitido a otra persona una y otra vez, debido a la muerte del anterior sacerdote oficial. Por tanto, ningún israelita podía poner su esperanza en un sumo sacerdote para siempre. Por eso la sucesión del sumo sacerdote también estaba regulada en la ley. Cuando Aarón moría, le sucedía Eleazar (Núm 20:25-28). Un sumo sacerdote bajo el antiguo pacto no vivía para siempre. En caso de que un miembro del pueblo le necesitara y le hubiera contado todo, podía ocurrir que este miembro tuviera que volver a contar toda su historia a otro sumo sacerdote, porque el anterior había muerto.
V24. Esto no puede ocurrirte nunca a ti. El Señor Jesús tiene un sacerdocio totalmente distinto. No debe transmitirse a otros, pues es permanente. Eso tiene que ver con la gloria de su persona. Una de sus glorias es que Él continúa para siempre. También sabe lo que es la muerte, pues murió una vez. Sin embargo, volvió a vivir. Puesto que ha estado en la muerte y ahora vive para siempre (Apoc 1:18), su sacerdocio ya nunca podrá ser abolido por la muerte.
Su sacerdocio está maravillosamente relacionado con la vida, con su vida. En el versículo 8 has leído que Él vive y en el versículo 16 que es Sacerdote según el poder de una vida indestructible. Por tanto, Él ejerce un sacerdocio inmutable. Su sacerdocio nunca será entregado a otro por la razón de que Él ya no podría ejercerlo. ¡Qué seguridad tienes en Él!
V25. Los resultados de tal sacerdocio se presentan en los versículos 25-26 de un modo que te anima enormemente. El Señor Jesús es un Sumo Sacerdote que vive siempre para ti. Él es capaz de mantenerte completamente a salvo y hasta el final de tu viaje por el desierto. Él puede ayudarte en todo. Es capaz de salvarte de todas las tentaciones posibles y llevarte por fin a la salvación eterna definitiva, al descanso eterno del Sabbat.
Tiene el poder necesario para realizar esta obra. La salvación de Cristo es una salvación perfecta, sea cual sea tu necesidad o la de cualquiera de los suyos. No va a llevarte sólo durante una parte del viaje por el desierto para abandonarte en un momento determinado o entregarte al cuidado de otra persona. Te llevará durante todo el viaje. Él te salvará realmente para siempre.
A través de Él se te permite acercarte a Dios. Dios ve a cada uno de sus hijos en relación con su Hijo, que vive en el cielo. Esta vida no es una vida pasiva Él vive tranquilo en reposo tras la derrota del pecado y de la muerte. No está en el cielo para descansar, sino «para interceder» por ti. Eso es activo, de eso existe su vida, de eso está continuamente ocupado. Mientras los creyentes viven en la tierra, Él vive por ellos. Está siempre e ininterrumpidamente disponible para ellos.
Él intercede entre tú, como creyente débil en la tierra, y el Dios fuerte y santo del cielo. Ruega a Dios (cf. Rom 8:26-27.34) por ti con vistas a lo que estás pasando en la tierra. Sabe exactamente por lo que estás pasando porque lo conoce por experiencia. Se asegura de que no te rindas.
Si Cristo intercede así por ti, ¿le rechazaría Dios? ¡Por supuesto que no! Por eso es tan importante que te acerques a Dios con la conciencia de que Él te ve unido a Cristo. No puedes acercarte a Dios sin esa conciencia. No puede recibirte en su presencia si te acercas a Él con el pensamiento de que tiene que verte tan magnífico o tan miserable. Al contrario, te dará la mayor seguridad y audacia llegar a la presencia de Dios si vas allí con el pensamiento de que estás junto a Cristo. Dios puede aceptarte porque ve a Cristo, y te escucha porque oye a Cristo.
V26. Cristo es exactamente el Sumo Sacerdote que nos conviene. Lo que Él es ante Dios, nosotros también lo somos, lo que significa que Él nos representa ante Dios. Él es «un Sumo Sacerdote tal», que está exaltado mucho más allá del Sumo Sacerdote de la Antigua Alianza. Es Sumo Sacerdote según la gloria y la pureza del cielo, la morada de Dios donde se nos permite entrar. Su sumo sacerdocio exaltado es adecuado para nuestra elevada posición como hijos de Dios.
Para nosotros es adecuado un Sumo Sacerdote que sea «santo», no porque nosotros seamos impíos, sino porque también somos santos. Él es «inocente», lo que significa sin maldad, irreprochable, sin engaño, y por medio de Él nosotros también somos así ante Dios. Cristo está completamente separado del pecado; no tiene pecado (1Jn 3:5), no conoció pecado (2Cor 5:21), no cometió pecado (1Ped 2:22). Eso corresponde a nuestra condición perfecta ante Dios, como se nos muestra en esta carta.
«Inmaculado» significa sin mancha, limpio. Nos manchamos al tocar el pecado. Si somos conscientes de nuestra conexión con Él, evitaremos todo contacto con el pecado.
En la tierra siempre estuvo «apartado de los pecadores», aunque los acogía y comía con ellos (Luc 15:2). Su accesibilidad a los pecadores nunca hizo que se uniera a ellos. Sólo en las horas de oscuridad de la cruz lo hizo por los que se reconocían pecadores. Ahora también está literalmente separado de ellos. Nuestra conexión con Él significa que estamos moralmente separados de los pecadores que nos rodean; eso significa que no participamos con ellos.
Finalmente dice que Él ha llegado a ser «exaltado sobre los cielos». Ahí ves que Él es exaltado por encima de todo lo creado. Ésa es tu posición en relación con Él.
V27. La diferencia entre los antiguos sumos sacerdotes y Cristo es grande. Eran imperfectos y pecadores, y por eso tenían que ofrecer sacrificios por sí mismos. Esos sacrificios también eran imperfectos. No podían quitar los pecados y tenían que repetirse una y otra vez. Pero Cristo no tiene pecado. Es un Sacerdote que se sacrificó a sí mismo como sacrificio perfecto y lo hizo «una vez para siempre», de modo que no es necesario repetirlo. El valor de su sacrificio es eterno y suficiente para todo el pueblo de Dios.
V28. El último versículo ofrece un resumen. La ley regula un sumo sacerdocio que ejercen personas fracasadas y que, por tanto, no satisface. Frente a la ley hay un sumo sacerdocio que se basa en la palabra de un juramento. ¿Y quién es ese sumo sacerdote? Es Alguien que es «Hijo». Es un nombre que no se había utilizado antes en relación con el nuevo Sumo Sacerdote. Luego piensa en su relación con Dios como Padre. Era eternamente Hijo, pero se ha convertido en Sacerdote.
El hecho de que sea sacerdote como Hijo, añade un resplandor particular a su sacerdocio. Con razón y naturalmente, este sacerdocio es perfecto para siempre, porque el Hijo ha sido «perfeccionado para siempre». ¿Quién querría cambiar un sacerdocio así por un sistema sacerdotal humano?
Lee de nuevo Hebreos 7:20-28.
Para reflexionar: ¿Qué signos o características demuestran la excelencia del Señor Jesús como Sumo Sacerdote por encima del sumo sacerdote bajo la ley?